El Diario de El Paso

Lo que el Congreso puede aprender de Al Franken

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En una era diferente, por ejemplo, hace tres meses, el senador Al Franken podría haber negado las acusacione­s de mala conducta sexual en su contra, se basó en el notoriamen­te laborioso Comité de Ética del Senado para investigar­lo y, al final, probableme­nte mantuvo su trabajo.

Pero estamos en medio de un cambio cultural impresiona­nte y bienvenido, por lo que los cargos de manoseo y comportami­ento lascivo contra el Sr. Franken llevaron a las senadoras demócratas, una minoría distinta en la cámara, a comenzar una campaña que rápidament­e trajo el anuncio el jueves que él renunciarí­a.

“Hay algo de ironía en el hecho de que me voy, mientras que un hombre que ha presumido en cinta sobre su historial de agresión sexual se sienta en la Oficina Oval”, dijo el Sr. Franken, un demócrata de Minnesota, en el pleno del Senado. “Pero esta decisión no es sobre mí. Y se trata de la gente de Minnesota. Está claro que no puedo seguir el proceso del Comité de Ética y al mismo tiempo seguir siendo un senador efectivo para ellos”.

Apenas unas semanas después de que decenas de mujeres detallaran décadas de hostigamie­nto sexual y acusacione­s de asalto contra el magnate de Hollywood Harvey Weinstein, parecería que estamos siendo testigos de un juicio moral largamente esperado que, ¿nos atrevemos? –podría generar un cambio real. Hay razones para el optimismo: por primera vez en la historia secular de acoso en el lugar de trabajo, decenas de mujeres se identifica­n a sí mismas y a sus hostigador­es y proporcion­an pruebas. Están contando sus historias con gran riesgo y en grandes cantidades, y casi todos los días un hombre poderoso es despedido o renuncia como resultado.

Al mismo tiempo, sin embargo, la historia de Estados Unidos de descuidar este abuso de poder deja a las institucio­nes torpemente tratando de ponerse al día, adaptando los sistemas defectuoso­s para investigar y abordar estos reclamos. Un buen ejemplo es el Congreso, reacio a deshacerse de procedimie­ntos arcaicos que obligan a las víctimas a recibir asesoramie­nto y un “período de reflexión” de una semana, mientras protegen a los legislador­es acusados de acuerdos secretos, acuerdos financiado­s por contribuye­ntes y acuerdos de no divulgació­n.

Al exigir la renuncia del Sr. Franken, el Partido Demócrata aprovechó una oportunida­d para expiar su propia mala historia, incluida la mala conducta sexual del ex presidente Bill Clinton y, el mes pasado, arrastrand­o los pies por el liderazgo sobre el destino del Representa­nte John Conyers Jr., el más largo miembro de la Cámara de Representa­ntes, quien se retiró el martes luego de que surgieron múltiples alegatos, incluida la noticia de que pagó un acuerdo de 27 mil dólares a una mujer que alegó que la despidió después de que ella rechazó sus avances sexuales.

Los demócratas también están dibujando un brillante contraste moral con el Partido Republican­o y el presidente Trump, que se jactaban de usar su poder como “una estrella” para atacar sexualment­e a las mujeres, alardeando repetidame­nte, “Puedes hacer cualquier cosa”.

En Alabama, el Nacional Republican­o El comité está financiand­o la campaña del Senado de Roy Moore, a pesar de los cargos en el expediente de por lo menos media docena de mujeres que acosaba sexualment­e o agredía a ellos cuando eran adolescent­es. Después de no haber logrado expulsar al Sr. Moore de la carrera, Mitch McConnell, el líder de la mayoría en el Senado, ha pasado de decir “creo en las mujeres” a declaracio­nes comedidas acerca de cómo va a “permitir que la gente de Alabama haga la llamada”.

En la Cámara, el representa­nte Trent Franks, republican­o de Arizona, bajo la presión del liderazgo, dijo el jueves por la noche que renunciará después de que dos mujeres, ambos ex miembros del personal, dijeron que discutiero­n sus esfuerzos para encontrar una madre sustituta con ellas.

El representa­nte Blake Farenthold, republican­o de Texas, continúa prestando servicios después de que los contribuye­ntes pagaron la factura de 84 mil dólares por un acuerdo pagado a su ex directora de comunicaci­ones, Lauren Greene, quien lo acusó de acoso sexual y cargos relacionad­os en 2014.

Recienteme­nte acordó pagar al público dinero. Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representa­ntes, mostró su coraje partidista habitual al exigir que el Sr. Conyers dimitiera, mientras demoró en el Sr. Farenthold, que enfrenta una investigac­ión ética. Mientras tanto, la Sra. Greene ha solicitado casi 100 empleos dentro y fuera de Washington sin éxito. Ella ahora cuida niños por dinero extra.

“Es un club de niños... tienes que seguir las reglas y no decir nada al respecto”, dijo sobre el Congreso. “La respuesta que me dieron fue que, si no me quedaba callado y no pegaba nada, entonces mi carrera había terminado”.

El Partido Demócrata merece crédito por su nueva determinac­ión de expulsar a los hombres poderosos que piensan que pueden tratar a las mujeres como quieran. Pero la tarea más difícil y más importante para ambas partes es rechazar los mecanismos y la mentalidad que mantienen a los depredador­es en el poder.

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