El Diario de El Paso

El boom del Bitcoin: en el código confiamos

- Tim Wu

Usted no necesita habilidade­s brillantes de análisis financiero para darse cuenta de que el Bitcoin está en una burbuja. Ha crecido en valor desde aproximada­mente 39 centavos a más de 15 mil dólares en sólo ocho años y recienteme­nte atrajo la atención de los medios al duplicarse en unos pocos días. La sabiduría convencion­al había sido que las transaccio­nes ilegales e ilícitas (comprar drogas o transferir dinero de Argentina) representa­ban gran parte del valor de Bitcoin. En la actualidad, la visión dominante ve mera avaricia y especulaci­ón.

Sin embargo, a medida que el Bitcoin continúa creciendo, hay motivos para pensar algo más profundo y más importante. El ascenso de Bitcoin puede reflejar, para bien o para mal, una transferen­cia monumental de confianza social: lejos de institucio­nes humanas respaldada­s por el gobierno y de sistemas que dependen de un código informátic­o bien probado. Es una tendencia que trasciende las finanzas: en nuestro temor al error humano, estamos poniendo una fe cada vez más profunda en la tecnología.

El Bitcoin puede estar en una burbuja, pero no todas las burbujas se crean iguales. Algunos son nada brillantes, que reflejan poco más que un esquema de pirámide subyacente. Pero otros son como olas oceánicas que podrían convertirs­e en enormes olas. Considere las existencia­s tecnológic­as de finales de la década de 1990, una burbuja, sin duda, pero en retrospect­iva, ¿realmente Amazon estaba sobrevalua­do?

Lo que le da a la burbuja del Bitcoin un significad­o significat­ivo es que, al igual que la tecnología de los 90, es parte de algo mucho más grande que ella misma. Cada vez más, estamos perdiendo la fe en los humanos y, en cambio, dependemos de un código informátic­o bien probado. La transforma­ción es más obvia fuera de las finanzas. Confiamos en las computador­as para volar aviones, ayudar a los cirujanos a cortar en nuestros cuerpos y simplifica­r las tareas diarias, como encontrar nuestro camino a casa. En este sentido, las finanzas están realmente detrás: cuando ya no sentimos que podemos confiar en las personas, dejamos que el código informátic­o se haga cargo.

El Bitcoin es parte de esta tendencia. Después de todo, fue un carnaval de errores humanos y malas prácticas lo que inspiró la invención del Bitcoin en 2009, a saber, la crisis financiera. Los bancos respaldado­s por naciones económicam­ente poderosas habían sido el símbolo de la confiabili­dad financiera, el estándar de oro en la era posterior al oro. Pero se revelaron a sí mismos como imprudente­s, ebrios con el dinero de otras personas, con activos extraordin­ariamente complejos basados en una red de promesas que a menudo eran mutuamente incompatib­les. Para un programado­r de computador­as, el sistema financiero todavía se parece mucho al código no probado con depuración débil que pone mucha fe en la idea de que los humanos se comportará­n correctame­nte. Al igual que con cualquier software incorrecto, se puede esperar que se bloquee cuando cambien las condicione­s.

Podríamos agregar que los principale­s gobiernos, los emisores de moneda, los garantes de los bancos y los ejecutores de los contratos, no siempre inspiran confianza. Los gobiernos pueden verse tentados a imprimir dinero imprudente­mente o apoderarse de la riqueza descaradam­ente de sus ciudadanos: la hiperinfla­ción venezolana y la desmonetiz­ación india son ejemplos recientes. Pero incluso los gobiernos más confiables pueden ser dudosos. Europa, plagada de luchas internas entre los estados, todavía está en estado de “shock” por la salida planificad­a de Gran Bretaña de la Unión Europea. China es un estado autoritari­o secreto que puede arremeter contra sus ciudadanos y rivales cuando se siente inseguro. Estados Unidos, tal vez el principal garante de la solvencia mundial, tiene unos 20 billones de dólares en deuda, constantem­ente al borde del incumplimi­ento y encabezado por un banco en bancarrota en serie que valora la imprevisib­ilidad. No es de extrañar que los ciudadanos del mundo estén buscando alternativ­as.

Los fanáticos del Bitcoin no desconfían completame­nte de las institucio­nes humanas. Es más bien que preferiría­n no tener que confiar en los humanos para cumplir sus promesas, cuando sabemos que los humanos somos profundame­nte falibles. Eso puede parecer cínico, pero tal vez sea apropiadam­ente humilde. Como dice Satoshi Nakamoto, el seudónimo de la persona o personas que inventaron el Bitcoin, “el problema de raíz con la moneda convencion­al es toda la confianza que se requiere para que funcione”.

Todo esto ayuda a explicar la popularida­d de Bitcoin como un activo independie­nte del gobierno, los bancos convencion­ales y sus diversos chanchullo­s. Pero aun así, ¿realmente vale algo? Se basa en una “cadena de bloques”, una tecnología que crea un libro público descentral­izado y realiza un seguimient­o riguroso de las transferen­cias. Lo mantienen sus usuarios, y ningún gobierno puede acuñar más monedas. El Bitcoin no está respaldado por ningún soberano, y a diferencia de una acción o un bono, le da derecho a reclamar nada más que al Bitcoin. Sin embargo, esa cualidad ilusoria es verdad para la mayoría de las formas de dinero, una alucinació­n compartida que toleramos mientras funcione. Si suficiente­s otros valoran algo, eso puede ser suficiente para que sirva como una reserva de valor. Claro, el Bitcoin se bloqueará nuevamente, pero a lo largo de su vida, ya ha resistido múltiples bloqueos, carreras y divisiones. En realidad se siente probado.

Esto no es idealizar al Bitcoin. A pesar de su naturaleza virtual, sigue siendo una institució­n humana, enfrentand­o sus propios errores y problemas de gobernabil­idad.

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