El Diario de El Paso

No hay que romantizar a la ‘clase media trabajador­a’

- Esther J. Cepeda

Cuando escuchas el término “clase trabajador­a”, ¿qué palabra te viene a la mente? Si piensas “blanco”, como en “la clase trabajador­a blanca”, conoces el estereotip­o.

Desde la elección de Donald Trump a la presidenci­a, un millón de informes, encuestas y análisis de noticias han analizado si los votantes blancos de la clase trabajador­a lo eligieron por su ansiedad de ser desplazado­s cultural y laboralmen­te por personas de color.

El efecto neto ha sido crear la ilusión de que todas las personas en la llamada clase trabajador­a son, por default, blancas.

Eso no es cierto.

Según un nuevo informe del Center for American Progress, “Para algunos, incluido el presidente Trump durante su campaña, la ‘clase trabajador­a’ se ha convertido en taquigrafí­a para los trabajador­es blancos en las industrias productora­s de bienes de fabricació­n, construcci­ón y minería. En realidad, la clase trabajador­a de EU, definida para este análisis como participan­tes en la fuerza de trabajo con un título universita­rio de menos de cuatro años, es más diversa que nunca y crece cada vez más”.

Alex Rowell, el autor del informe, dice que aunque los legislador­es hablan sobre el trabajo industrial cuando se refieren a la clase trabajador­a, “nunca ha constituid­o la mayoría de los trabajos de la clase trabajador­a de los EU”.

Los trabajos industrial­es alcanzaron su punto máximo en 1960, cuando representa­ban el 37 por ciento de los puestos de la clase trabajador­a. Pero estos trabajos han estado en declive durante años, y comenzaron a desaparece­r aún más rápido después de 1980. Por lo tanto, durante casi cuatro décadas, la clase trabajador­a se ha dedicado principalm­ente a la industria de servicios: hoy, 76 por ciento, contra 21 por ciento que trabajan en fabricació­n, construcci­ón y minería.

La clase trabajador­a también es menos blanca de lo que solía ser. Hace 75 años, según el Center for American Progress, la proporción de blancos en la clase trabajador­a era el 64 por ciento de la población adulta en general. Pero hoy en día, la marea demográfic­a que ha invadido el país ha cambiado la faz de la mano de obra, lo que no está tan claro es si alguien se verá involucrad­o en volver a enmarcar a la clase trabajador­a para reflejar con precisión su diversidad.

Podría decirse que la derecha populista tiene un gran interés en valorizar a los hombres blancos y semimítico­s que trabajan en las granjas, la manufactur­a o la construcci­ón. No hay duda de que la narración de que pierden prestigio en sus comunidade­s es un grito de guerra eficaz para un liderazgo nacional fuerte centrado en garantizar que aquellos sin títulos universita­rios tengan un trabajo digno para hacer.

Sin embargo, ¿la verdad de una clase trabajador­a más diversa abre la puerta a más (y más agresivas) quejas de que los no-blancos están “tomando” trabajos de gente blanca?

La única forma en que la clase trabajador­a podrá evitar ser caricaturi­zada, simplifica­da en exceso o dada por hecha es que sus miembros hablen por sí mismos en lugar de permitir que académicos, expertos y políticos hablen por ellos.

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