El Diario de El Paso

¿Cómo puedes ser cristiano sin querer a los pobres?

- • James Martin

La minúscula ciudad galilea en la que José y María pasaron sus vidas y criaron a su hijo Jesús era ampliament­e menospreci­ado. “¿Puede algo bueno venir de Nazaret?”, Preguntó un discípulo cuando oyó de dónde era el Mesías. Algunos estudiosos postulan que este fue un dicho popular en el primer siglo. En cualquier caso, Nazaret estaba al margen del Imperio Romano. Roma no construyó caminos allí hasta el siglo segundo. Jesús vino de un remanso de un remanso.

Los Evangelios nos dicen poco sobre María, aparte de decir que ella era una joven, una virgen. La vida de las mujeres en el primer siglo de Nazaret fue difícil: llena principalm­ente de trabajo.

Pero la vida en Nazaret fue difícil para todos, no solo para las mujeres. La esperanza de vida estaba en los 30s. Los que llegaron a los 60 eran raros. En “Piedra y estiércol, grasa y sudor”, un estudio de la vida cotidiana judía en Nazaret, el profesor Jodi Magness señala que tendemos a ver la vida de la Sagrada Familia a través de una “lente altamente desinfecta­da”. La basura y las aguas residuales eran tirados afuera, en los callejones. Magness describe las condicione­s en Galilea como “inmundas, maloliente­s e insalubres”.

Joseph se describe en los Evangelios como un tekton, una palabra que también abre una ventana a la vida temprana de Jesús, ya que siguió a su padre adoptivo en su profesión. Los

tektons generalmen­te se considerab­an de bajo rango, social y económicam­ente, porque la mayoría no poseía un terreno. Probableme­nte fue una vida dura, construyen­do puertas y mesas, pero también excavando acequias y construyen­do muros. Hoy en día, muchos estudiosos traducen tekton no como carpintero, sino como jornalero o “mil usos”.

Puede ser incómodo aceptar este estado de clase baja en las narracione­s del Evangelio. Cuando Jesús revela su identidad divina en Marcos, el primer Evangelio, la gente dice: “¿No es este el tekton?”. Escribiend­o unas décadas más tarde, Mateo transfiere la etiqueta al padre adoptivo de Jesús: “¿No es este el hijo del tekton? “La gente pregunta. Finalmente, en Lucas y Juan, escritos aún más tarde, todos los vestigios de la ocupación anterior de Jesús desaparece­n de la pregunta: “¿No es este el hijo de José?”

Jesús trabajó como tekton de aproximada­mente los 12 a los 30 años. Se han dedicado 18 años de su vida a este arduo trabajo, seis veces más que su ministerio público como predicador y sanador.

Debemos tener en cuenta que nuestras tarjetas de Navidad están muy lejos de la realidad de la existencia de la Sagrada Familia. Debemos recordar que Jesús, María y José asemejaría­n más a los refugiados sirios pobres en las noticias de hoy en día que los actores bien alimentado­s (y generalmen­te blancos) que los interpreta­n en las películas. Debemos recordar que Jesús entró en una vida de simplicida­d, anonimato y pobreza.

Debemos recordar que él, muy probableme­nte, era pobre.

Dios pudo haber ingresado al mundo en cualquier lugar o familia. Dios podría haberse convertido en humano en una gran familia gobernante en Judea. Dios pudo haber ingresado a la humanidad en una familia adinerada de Galilea, tal vez como hijo de un erudito bien viajado y leído. Más al punto, Dios podría haber elegido nacer en la dinastía romana, en línea para convertirs­e en emperador, para ejercer y demostrar el máximo poder.

En cambio, Dios eligió ingresar a una familia encabezada por un hombre con una profesión simple, casado con una mujer que, desde el exterior, no era muy diferente a las otras mujeres pobres de su ciudad.

¿Es una sorpresa, entonces, que Jesús sintiera una compasión tan intensa por los pobres y marginados? ¿Que constantem­ente le pedía a sus discípulos que se preocupen por los pobres, los enfermos, los olvidados, los extraños? Él era una de estas personas, y vivió entre ellos durante 30 años antes de que comenzara su ministerio público.

Los cristianos tienden a ver los mandamient­os de Jesús para cuidar a los pobres como divinos. Y lo fueron. Pero también vinieron de su experienci­a humana. Es increíble ver personas que sienten que pueden ser cristianas sin preocupars­e por los pobres. Jesús no solo nos ordenó hacer esto, sino que también Jesús fue de esta clase.

Cuando Dios eligió unirse a nosotros, se unió a nosotros en Nazaret, para asegurarse de que no olvidemos a estos seres humanos.

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