Separación de familias, cruel plan para la frontera
Las familias y los niños no acompañados detenidos en la frontera sur huyen de condiciones espantosas en los países centroamericanos, especialmente El Salvador, Guatemala y Honduras, donde las pandillas violentas, el narcotráfico y la criminalidad desenfrenada contribuyen a algunas de las tasas de homicidios más altas del mundo. Ahora, la administración Trump, alarmada por el reciente aumento de personas que cruzan la frontera, está considerando una nueva estrategia para disuadirlos. El mensaje: “¿Crees que tu país es cruel? Estados Unidos es más cruel”.
Esa es la lógica detrás de una propuesta considerada por la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, que intentaría desalentar a las familias inmigrantes de cruzar la frontera amenazando con separar a los padres de sus hijos cuando sean detenidos en Estados Unidos.
Hasta ahora, ese enfoque ha estado fuera de toda duda para los funcionarios de EU que lo rechazaron por inhumano, dado el trauma que infligiría a los niños, que por definición son inocentes.
Si Nielsen da luz verde para separar a las familias migrantes, muchas de las cuales tienen solicitudes de asilo plausibles, ella sería responsable de una política cuya falta de corazón rivalizaría con la Orden Ejecutiva 9066, que autorizaba el internamiento forzoso de unos 110 mil ciudadanos estadounidenses y no ciudadanos. de ascendencia japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Cuatro décadas después de ese acto de inhumanidad masiva, el presidente Ronald Reagan firmó una legislación formalmente pidiendo disculpas por ello.
Las detenciones de la Patrulla Fronteriza se desplomaron después de que Trump asumió el poder hace casi un año, lo que refleja un declive en el cruce ilegal de fronteras impulsado, al menos en parte, por la agresiva retórica antiinmigrante del presidente. A pesar de eso, las detenciones comenzaron a subir de nuevo en la primavera, principalmente de familias y niños solos. Y en noviembre, más de 7 mil “unidades familiares” fueron detenidas en la frontera, un aumento del 45 por ciento en comparación con octubre; en el mismo mes, el número de menores no acompañados que cruzan la frontera aumentó en un cuarto.
Los funcionarios de EU tienen razón en que esas familias corren riesgos enormes, a menudo a manos de contrabandistas crueles que los guían hacia el norte hasta la frontera. También están justificados en su deseo de disuadir a los migrantes de emprender el viaje, en el que el secuestro, la violación sexual, el maltrato y otras formas de abuso son comunes.
La forma correcta de hacerlo es no doblar la crueldad con que las familias ya lidian arrancando a los niños de los brazos de sus padres. Además, es poco probable que funcione en el caso de familias y niños que huyen de sus países de origen con miedo por sus vidas.
Sin prestar atención a las horrendas condiciones en Centroamérica, la administración Trump cree cínicamente que las familias que cruzan la frontera están tratando de engañar al sistema estadounidense, con sus atraso de años en tribunales de inmigración y protecciones legales que permiten a muchas personas vivir y trabajar libremente mientras esperan la adjudicación de sus casos.
De hecho, muchos tienen solicitudes de asilo legítimas basadas en las amenazas que enfrentan en sus países de origen, y todos tienen derecho al debido proceso.
La idea de desgarrar a los niños de sus familias fue dada a conocer en marzo por el entonces secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, ahora el jefe de gabinete de la Casa Blanca, quien dijo que los menores serían “bien cuidados mientras tratamos con sus padres”.
Esa es una “garantía” escalofriante.