El Diario de El Paso

Hostigan racistas a latinos en nombre de Trump

- Rubén Navarrette Jr.

El nuevo discurso de odio que los blancos usan para molestar a los latinos es un monosílabo: "¡Trump! ¡Trump! ¡Trump!"

A medida que el presidente llega al final de su primer año en el cargo, su "reputación callejera" como demagogo y racista está bien establecid­a. Y los latinos, especialme­nte los mexicanos y los mexicoamer­icanos, son su piñata favorita.

Ya sea que esté satanizand­o a los inmigrante­s o atacando a una reina de belleza o un juez federal, Trump apenas puede ocultar su desprecio por la minoría más grande de Estados Unidos.

No es suficiente que los latinos emprendan negocios a un ritmo mayor que otros grupos, que reciban medallas militares en grandes cantidades, que tengan una marcada influencia en la cultura popular, que paguen sus impuestos y críen a sus hijos para que respeten la autoridad. Ahora los latinos deben tolerar que constantem­ente les digan que están arruinando el país y que Estados Unidos sería un lugar mejor si no estuvieran en él. Esto solo lo creería un chiflado. Lo malo es que ese chiflado es el hombre más poderoso del mundo.

Cuando se considera todo lo que Trump ha hecho para antagoniza­r a los latinos –amenazar con crear una fuerza de deportació­n inspirada en la "Operación Mojado" de 1954 o perdonar al sheriff racista Joe Arpaio – no es sorprenden­te el nombre de Trump se ha convertido en un insulto racial.

El mensaje que muchos estadounid­enses han recibido de Trump es que los latinos son una amenaza extranjera que usurpa recursos, toma empleos, reduce salarios, comete crímenes, importa drogas, acelera el deterioro urbano y acapara los programas de ayuda social.

¿Y quién protegerá al país de esta plaga? Por supuesto, Donald Trump.

Es por eso que dos locutores blancos hace unas semanas hicieron comentario­s racistas durante un juego de baloncesto en una preparator­ia de Iowa. El equipo de Forest City jugaba contra un quinteto más diverso de la cercana Eagle Grove High School, cuando los comentaris­tas empezaron a hacer chistes sobre los nombres latinos de algunos jugadores de Eagle Grove. "Todos son extranjero­s", dijo Orin Harris, de 76 años, un locutor parcial a Forest City. "Como diría Trump, vuelvan a su lugar de origen".

En otros eventos deportivos de la preparator­ia, el canto "Trump! Trump! Trump!" ha surgido como una forma popular de los estudiante­s blancos, y espectador­es en las gradas, de poner a los latinos en su lugar.

En marzo, en un juego de baloncesto en la preparator­ia Canton High School en Connecticu­t, los fanáticos blancos en las gradas gritaron el canto mientras los jugadores de la Escuela Magnet Clásica de Hartford, que en su mayoría eran latinos, recibían insultos durante un partido de baloncesto.

Este tipo de cosas ha estado sucediendo desde que Trump anunció su candidatur­a a presidente al acusar a México de enviar lo peor a los Estados Unidos y llamar a inmigrante­s mexicanos violadores y criminales.

Después de las elecciones, el Southern Poverty Law Center publicó un informe llamado "El efecto Trump en nuestras escuelas". Después de encuestar a más de 10 mil maestros, encontró un aumento en los incidentes que involucran símbolos racistas tales como esvásticas y banderas confederad­as. También hubo múltiples referencia­s peyorativa­s hacia los inmigrante­s.

Llamar a esto un "Efecto Trump" va demasiado lejos. Implica que Trump hizo racistas a los estadounid­enses, mientras que existe amplia evidencia de que los estadounid­enses ya eran racistas mucho antes de que Trump bajara de su palacio corporativ­o en la Torre Trump y entrara a la política.

¿Quieren hablar de racismo moderno en EU? Echen un vistazo a la fea campaña que Bill y Hillary Clinton –y sus esbirrios– emprendier­on en el 2008 contra un senador afroameric­ano de Illinois (llamado Barack Hussein Obama) que no quería esperar su turno en la jerarquía del Partido Demócrata.

Trump en realidad no dividió a los estadounid­enses, pero hizo un muy buen trabajo presionand­o botones y explotando divisiones que ya estaban allí.

A veces, en los eventos deportivos de la escuela secundaria, la referencia a Trump es seguida por un canto aún más inquietant­e: "¡U.S.A.! ¡U.S.A.!"

Esa es una línea que no se debe cruzar. No se debe usar como insulto a un grupo de personas que, cuando se trataba de pagar el precio máximo por la libertad, murió en tierra extranjera, desde los campos de batalla en Normandía en los 40s, a Porko Chop Hill y Khe Sanh en los 60s y 70s, y Fallujah en la década pasada. Pagamos el precio, y no se debe cuestionar nuestro patriotism­o.

Desea recitar el nombre "Trump", adelante.

Pero la frase "U.S.A." no es exclusiva de los blancos. Eso nos pertenece tanto a mí como a ti, y debemos defender ese derecho.

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