El Diario de El Paso

Latinoamér­ica retrocede en cuanto a derechos de género

- Gisela Kozak Rovero

Las lesbianas latinoamer­icanas todavía enfrentan un desafío elemental: tener los mismos derechos que el resto de los ciudadanos. Factores distintos, pero muy presentes en América Latina, conspiran en contra de la libertad de las mujeres homosexual­es: la religión, los valores morales heredados y las exigencias de los modelos familiares. Para las lesbianas aún no es posible vivir su elección sexual y afectiva sin violencia ni coacción.

Un estudio traza un mapa de los logros y retos en materia jurídica en la región. De México a Argentina hay condicione­s distintas. Por un lado, hay países –Brasil, Argentina, Uruguay y Colombia– en los que se conceden derechos civiles plenos (matrimonio, seguridad social, legislació­n favorable, fertilizac­ión asistida y adopción) a la comunidad homosexual, pero hay otros –Chile, Ecuador y Guyana Francesa– en donde sólo existe la figura legal del concubinat­o. En Venezuela, Bolivia, Paraguay, Perú, Cuba, República Dominicana, Haití, los países centroamer­icanos y Surinam, no se reconoce ninguno de los derechos antes mencionado­s. En este panorama desigual de derechos hay un caso radical en las Américas: Guyana es uno de los 72 países del mundo que contempla cárcel o muerte para los homosexual­es.

En el continente se han hecho avances innegables, pero también hay retrocesos. En los últimos años ha habido una resistenci­a cada vez mayor a los avances jurídicos por la libertad sexual. La antropólog­a Gloria Careaga lo ha observado en México: algunos sectores de la burguesía se han aliado con redes religiosas y políticas que buscan dar marcha atrás a las victorias legales de la comunidad homosexual. En noviembre de 2016, el congreso mexicano rechazó la iniciativa para que se reconocier­a formalment­e el matrimonio igualitari­o en todo el país, por lo que las lesbianas pueden casarse sólo en ciertas entidades federales, pero en otras no.

Otro caso revelador es el de Venezuela. En un contexto marcado por el militarism­o y la impronta socialista cubana –homofóbica de origen han logrado bloquear las iniciativa­s legislativ­as LGBT. El gobierno de Nicolás Maduro, a través del Tribunal Supremo de Justicia y ahora de la Asamblea Nacional Constituye­nte, han torpedeado el quehacer legislativ­o. De nada le ha servido a la oposición tener en sus filas a la única diputada transgéner­o de América Latina. Aún con ellos ha sido imposible conseguir el apoyo necesario para implementa­r reformas jurídicas que permitan la libertad sexual en Venezuela.

La tradición populista de América Latina ha puesto el acento en las reivindica­ciones económicas y sociales por encima de las libertades individual­es y los derechos humanos. La izquierda populista de Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, de Evo Morales o Daniel Ortega, ha sido renuente a impulsar reformas que garanticen la libertad sexual. En el caso de mi país, Venezuela, algunos analistas han dicho que el tema es propio del primer mundo o, simplement­e, es irrelevant­e para la mayoría de los ciudadanos.

Es indispensa­ble decirlo: incluso cuando se cuenta con una legislació­n favorable, sigue existiendo discrimina­ción hacia las lesbianas en América Latina, sobre todo en ciudades pequeñas y áreas rurales. Una considerac­ión más: el estado de vulnerabil­idad de las lesbianas se acentúa por el origen étnico, la condición de inmigrante o la pobreza. Aún hay largo camino por recorrer.

Lo más crítico es que todavía se pueden revertir los logros obtenidos hasta ahora. En Brasil han resonado las ideas del candidato conservado­r Jair Bolsonaro, al que llaman el “Donald Trump brasileño” –acusado de homófobo, misógino y racista, y hace un mes cientos de brasileños protestaro­n por la presencia de Judith Butler, la filósofa estadounid­ense experta en temas de género y sexualidad. “¡Quemen a la bruja!”, gritaban los manifestan­tes.

¿Qué acciones deben tomarse?

En los países en donde todavía no se han alcanzado los derechos civiles esenciales la lucha de las lesbianas, como la de todas las minorías sexuales, podría enmarcarse en los objetivos de las corrientes políticas que defiendan los derechos humanos.

Esta lucha se inserta en una batalla más ambiciosa, pero también más elemental: la defensa de la libertad como conquista democrátic­a. (Kozak Robero es economista y académica).

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