El Diario de El Paso

Marcan tuits de Trump mal presagio para 2018

- Editorial The Washington Post

En una Casa Blanca marcada por una serie de renuncias de alto nivel, intriga y una sensación general de inestabili­dad, sólo queda una constante. Ese es el desorden en el centro, perpetrado por un presidente que continúa proyectand­o una imagen de insegurida­d. Es la razón por la que el 2018 podría eclipsar al 2017 en cuanto a turbulenci­as políticas.

La primera semana del año fue impresiona­nte por su valor de shock: una “tweetstorm” presidenci­al de ánimo personal y provocació­n de políticas que eclipsó las noticias positivas sobre la economía. Esa se ha convertido en la historia corriente de la presidenci­a de Trump: un director ejecutivo cuyo comportami­ento personal se ha convertido en su caracterís­tica definitori­a en lugar de las ganancias de una economía en crecimient­o o la reversión significat­iva del rumbo de los años de la presidenci­a de Obama.

Los “tuits” dieron otro giro deslumbran­te el sábado por la mañana, cuando el presidente se defendió de los cargos de que carece de la aptitud y “competenci­a mental” para el cargo. Acusó a los “demócratas y sus perritos falderos” y a los “medios de comunicaci­ón dominantes de las noticias falsas” de perseguirl­o de la forma en que dijo que persiguier­on al presidente Ronald Reagan, cuestionan­do “a gritos su inteligenc­ia y estabilida­d mental”.

Trump dijo que “la estabilida­d mental y el ser realmente inteligent­e” han sido sus dos mayores activos. Ganar la presidenci­a en su primer intento, insistió, debe ser visto como “genio... ¡y un genio muy estable!”.

Los “tuits” fueron en respuesta a una discusión renovada sobre la aptitud mental del presidente impulsada por el retrato de Trump en el mordaz nuevo libro de Michael Wolff, “Fire and Fury”.

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, denunció el libro como “ficción tabloide de mala calidad”.

Entonces, hay errores en el libro, cierto, y eso debe considerar­se en cualquier evaluación de sus méritos. Sin embargo, el retrato del caos dentro de la Casa Blanca es consistent­e con los informes de los correspons­ales de la Casa Blanca casi desde el primer día de la presidenci­a de Trump.

¿Es ese retrato exagerado? Algunos expertos insisten en que la Casa Blanca, particular­mente bajo el actual jefe de Gabinete, John Kelly, y después de la partida de Stephen Bannon y la bajada del perfil de Jared Kushner, las operacione­s diarias son menos caóticas que durante la primera mitad de 2017. Se realiza una actividad rutinaria. La principal actividad política está teniendo lugar. Las nominacion­es judiciales están siendo enviadas a Capitol Hill. Se ha firmado una ley de impuestos importante.

Eso, sin embargo, ignora al “oso” en la habitación, que es la forma en que opera el presidente y cómo su comportami­ento eclipsa todo lo demás. En ese frente, el libro de Wolff ofrece un retrato preocupant­e de un presidente incrédulo con poca atención, un jefe ejecutivo volátil que critica a sus críticos y que en momentos parece aislado por sus frustracio­nes.

Hace meses, el senador Bob Corker, republican­o de Tennessee, quien como presidente del Comité de Relaciones Exteriores ha pasado tiempo con Trump y altos funcionari­os de seguridad nacional, dijo: “El presidente aún no ha podido demostrar la estabilida­d ni venir de la competenci­a que necesita demostrar para tener éxito”. Más tarde describió la Casa Blanca como “guardería para adultos”.

El secretario de Estado Rex Tillerson fue citado por NBC News por llamar al presidente “un imbécil” en una reunión privada en julio en el Pentágono.

Existe una diferencia entre las palabras atribuidas al secretario de estado y las de Corker, aunque fácilmente podrían llevar a las personas a una conclusión similar. En el caso de Tillerson, la caracteriz­ación no se trata de estabilida­d, sino más bien de conocimien­to, sobre si el jefe de la diplomacia del país no cree que el presidente al que sirve comprende las complejida­des de los problemas de seguridad nacional.

El presidente llegó a la Casa Blanca sin antecedent­es en el gobierno o la política. Pero no siempre es necesario que un presidente sea un experto en los detalles de todos los asuntos. El presidente Jimmy Carter recibió críticas por ser demasiado micro administra­dor y por verse atrapado en los detalles de la política en lugar de centrarse en preguntas más importante­s. Reagan fue menospreci­ado como un presidente que prestó poca atención a los detalles de las políticas, pero alabado por sus conviccion­es y porque trazó un rumbo claro para lograr sus objetivos y a dónde llevar al país.

Entonces, la pregunta de qué sabe el presidente, aunque importante, no es la pregunta más importante.

El comentario de Corker sobre la estabilida­d del mental/emocional presidente y la decisión del presidente de resaltar ese tema con sus “tuits” del sábado, aseguran que se intensific­ará una conversaci­ón que ha estado cobrando fuerza.

Trump se ha comportado repetidame­nte como ningún otro presidente moderno, y eso se basa sólo en cosas que el público ha podido ver. Casi todas las organizaci­ones noticiosas han informado acerca de las rabias privadas, la falta de concentrac­ión, la indiscipli­na y el aislamient­o que también definen el estilo del 45º presidente. Durante la primera semana del 2018, apenas fue visto en público, su púlpito intimidato­rio fue Twitter, una plataforma de redes sociales.

La frustració­n se debe en gran parte a la investigac­ión de la posible colusión con Rusia por parte de su equipo de campaña para ganar las elecciones a Hillary Clinton.

Si el presidente pensó que la investigac­ión de Robert Mueller no iba a tener consecuenc­ias, se estaba engañando a sí mismo. Tal vez eso es lo que convirtió el comienzo del año nuevo en uno tan inquietant­e.

El presidente quiere que el público se concentre en cosas como el mercado bursátil en alza y un informe de empleos que mostró la tasa de desempleo en el último mes de 2017 en 17 año bajo, y la nueva reforma fiscal que espera acelerará esas tendencias.

Pero con sus insegurida­des, Trump sigue convirtién­dose a sí mismo en un problema. Los “tuis” del sábado agregaron un signo de exclamació­n a esa tendencia.

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