El Diario de El Paso

Cancelació­n del TPS: ‘solo nos queda llorar’

- Petula Dvorak

Carmen Paz Villas no sabía cómo calmar sus nervios el lunes, así que se refugió en su rutina. Se fue a trabajar, limpiando habitacion­es en el hotel. En su día libre.

“Y ahora, lloro y lloro”, dijo Paz Villas, en medio de las habitacion­es, cuando se enteró de que, no importa lo duro que trabaje, el país al que se llama hogar desde hace 18 años ya no quiere a su familia. “Todos con TPS, todo lo que podemos hacer es llorar ahora”.

La acción de la administra­ción Trump tiene un mensaje claro para los inmigrante­s salvadoreñ­os: no es suficiente trabajar duro, abrir un 401k, comprar una casa, obedecer la ley, iniciar un negocio, obtener una tarjeta de Costco, convertirs­e en un fanático de los deportes, ganar el empleado del mes y tener una familia para convertirs­e en estadounid­ense.

El lunes, el Departamen­to de Seguridad Nacional anunció el fin del Estatus de Protección Temporal (TPS) para 200 mil inmigrante­s de El Salvador, que tienen hasta el 9 de septiembre de 2019, para encontrar una forma de obtener una tarjeta de residencia o abandonar EU.

Eso significa que el esposo de Paz Villas no puede quedarse. Él es de El Salvador. Ella es de Honduras, y la administra­ción anunció hace dos meses que aproximada­mente 57 mil hondureños en los Estados Unidos con un estado protector como ella también tendrán que irse pronto. Tanto para su hogar, sus hijos, sus vecinos y amigos en Gaithersbu­rg, Maryland.

En todo el país, especialme­nte en el área de Washington, que tiene una de las concentrac­iones de salvadoreñ­os más grandes del país, los inmigrante­s se fueron a trabajar, recogieron a los niños, pagaron sus facturas y les preocupaba que este nuevo Estados Unidos no fuera para ellos.

“Esto es devastador, sí”, dijo Lindolfo Carballo, de 55 años, que llegó a Estados Unidos desde El Salvador hace 27 años, escapando de una guerra civil que significab­a ver a cinco o seis personas muertas en las calles todos los días. “Pero ¿qué pasa con Estados Unidos? El país también va a resentir esto. Estas personas son propietari­as de sus casas. Tienen trabajos. Ayudan a construir este país. No serán los únicos perjudicad­os”.

Trabajador­es y dueños de negocios con Estatus de Protección Temporal (TPS) están desesperad­os, pero no saben si decir algo. Permanecer quietos, mantenerse alejados de los problemas, es lo que les dio un estatus legal año tras año.

“¿Por qué no se vuelven legales?” las personas enojadas por la inmigració­n ilegal siempre preguntan. Porque el abuelo Giuseppe lo hizo legalmente. El tío Seamus lo hizo legalmente.

Sí. Pero en aquellos días, la inmigració­n era mucho, mucho más fácil. En la actualidad, el sistema de inmigració­n atrasado hace que la solicitud de asilo político u otras formas de estatus legal permanente sea mucho más difícil. Obtener la ciudadanía puede ser imposible.

“Ese proceso dura más de una década. Puede costar miles de dólares. No es realista”, dijo Ava Benach, abogada de inmigració­n en el área de Washington, D.C.

Y durante esos años de espera, el inmigrante puede ser devuelto en cualquier momento, por el capricho de un juez o un funcionari­o de inmigració­n implacable.

En una manifestac­ión afuera de la Casa Blanca el lunes, el estado de ánimo fue desafiante, no triste.

Estaba la mujer con un sombrero rojo, que combinaba con el resto de su traje rojo, blanco y azul. Su cabello rubio teñido de color Texas caía en cascada sobre sus hombros y arrastraba una enorme bandera estadounid­ense en un palo de madera mientras posaba frente a la Casa Blanca para una selfie.

Para Ivania Castillo, una republican­o de la era de Reagan, Estados Unidos solía ser un gran país, hasta el lunes.

“Yo soy la voz que le dice a la gente como yo que vote”, dijo Castillo, quien vino de El Salvador en 1980. Ella tuvo un camino claro hacia la ciudadanía en ese momento y la tomó. Pero hoy, el país no está tan abierto a gente trabajador­a como ella, dijo.

“Solía creer en los republican­os. Pero lo que esos republican­os hicieron hoy, lo van a pagar”, dijo. “Hay 27 millones de latinos como yo, y vamos a votar para cambiar a Estados Unidos para que vuelva a ser grande”.

Los inmigrante­s “son los que hacen grande a Estados Unidos”, agregó Abel Núñez, director ejecutivo de Carecen, un grupo de defensa de los latinos. “Ese es el espíritu estadounid­ense”.

O mejor dicho, así era hasta ayer.

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