El Diario de El Paso

¿Abordará el Papa abuso sexual en la Iglesia católica chilena?

- Ariel Dorfman

El Papa Francisco comienza hoy lunes una visita de cuatro días a Chile. Para que este viaje sea exitoso, deberá enfrentar los escandalos­os delitos sexuales de Fernando Karadima, un sacerdote chileno cuyo recuerdo me asedia a mi país. Los periódicos y programas de televisión en Santiago están llenos de reportajes sobre los abusos de menores cometidos por el despreciab­le padre Karadima y la impunidad de la que ha gozado.

Las acusacione­s en contra de este clérigo se presentaro­n ante la Iglesia católica chilena en el 2004, pero no se abrió ninguna investigac­ión hasta que las víctimas –después de haber sido presionada­s para guardar silencio durante años– finalmente hicieron público el abuso.

El jueves en la mañana, una encuesta de una estación de radio de Santiago de Chile estimó que el 90 por ciento de los chilenos quieren que el Papa se reúna con las víctimas, les pida perdón y condene al padre Karadima. Este lunes, víctimas de abusos por parte de sacerdotes de varios países se encontrará­n con las víctimas chilenas para denunciar la respuesta inadecuada del Vaticano ante estos crímenes. También se ha hablado de manifestac­iones durante la visita.

Una investigac­ión del Vaticano realizada en 2011 declaró a Karadima culpable de abuso sexual. Las investigac­iones llevadas a cabo por periodista­s hallaron evidencias de corrupción financiera. Había amasado una fortuna para él y su familia estafando a sus seguidores.

El padre Karadima no ha sido el único sacerdote chileno o latinoamer­icano a quien se acusó de ese tipo de abuso. Sin embargo, las autoridade­s de la Iglesia católica prefiriero­n cerrar los ojos ante estas transgresi­ones. Entre los sospechoso­s de haber decidido pasar por alto las profanacio­nes de Karadima está Juan Barros Madrid, a quien el Papa Francisco nombró obispo de Osorno, una ciudad a unos 800 kilómetros al sur de Santiago, a pesar de las fuertes protestas de miembros de la diócesis. El obispo Barros era discípulo de Karadima y había sido su mano derecha.

Cuando una comisión del Vaticano declaró culpable al padre Karadima, no se le apartó del sacerdocio, sino que sólo se le ordenó pasar el resto de su vida en oración y penitencia. Sin embargo, aunque el Vaticano le prohibió celebrar misas en público, se le ha fotografia­do haciéndolo. Y, por cierto, no ha mostrado señal alguna de arrepentim­iento, llegando incluso a declarar su inocencia ante una corte chilena.

Los chilenos de todas las clases sociales consideran que la manera en la que el Papa lidie con el caso Karadima será decisivo y revelador. Al papa Francisco se le dará la bienvenida a Chile como un reformador, una voz importante a favor de los vulnerable­s y los olvidados, un defensor de los refugiados y del medio ambiente. Tanto los creyentes como quienes no lo son respetan a la Iglesia católica, porque algunos de sus líderes más prominente­s defendiero­n los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet y desafiaron las amenazas, a los escuadrone­s de la muerte y la persecució­n.

Aun así, la osada Iglesia católica chilena ahora está herida y desacredit­ada por los estragos del caso Karadima, por el hecho de que quienes debieron juzgarlo y castigarlo encubriero­n sus crímenes. Se abrió un proceso penal, como se hizo en más de 75 casos de abuso por parte de sacerdotes, pero los jueces indicaron que la prescripci­ón de los delitos les impedía condenar al padre Karadima.

El Papa Francisco necesita confrontar resueltame­nte esta falta de justicia y rendición de cuentas durante su visita. Debe ver esta crisis como una gran oportunida­d para él, incluso como una forma de redención por el silencio que guardó en Argentina durante los años de tiranía y horror de la Guerra Sucia, un silencio que, según dicen quienes lo conocen, le causa angustia y remordimie­nto.

Si se pone del lado de las víctimas de la Iglesia y no del lado de su jerarquía conservado­ra y autocompla­ciente, si condena públicamen­te al padre Karadima por su nombre y denuncia a cada uno de quienes han protegido a ese malhechor, el Papa Francisco podría, en este encuentro, ayudar a exorcizar nuestros fantasmas y aliviar las heridas de Chile. ¿O querrá dejar el país sin haber sido fiel al mensaje liberador de Jesús?

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