El Diario de El Paso

Retiran demócratas oferta de financiar muro de Trump

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El lunes, el Senado votó 81-18 y la Cámara 266-150 para reabrir el gobierno federal y financiarl­o hasta el 8 de febrero, así como para dejar de tomar como rehén la atención médica de casi 9 millones de niños pobres.

Los cierres de gobierno pueden ser un buen teatro partidista, pero nadie gana con ellos.

Ahora, quizás, el Congreso finalmente tomará una ley para proteger a los cerca de 700 mil “dreamers”, inmigrante­s que fueron traídos a este país ilegalment­e cuando eran niños, una legislació­n que casi 9 de cada 10 estadounid­enses apoyan.

Esa, al menos, fue la oferta que hizo el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, para romper el estancamie­nto. Pero dado el historial de McConnell, es justo que muchos demócratas y otras personas de buena fe cuestionen su palabra.

Pero la atención ahora está donde debería estar: en el fracaso del presidente Trump y los republican­os en el Congreso para hacerse cargo de los “dreamers”, a pesar de sus repetidas afirmacion­es de que lo desean.

Trump ha enviado mensajes muy contradict­orios. Los Dreamers, dijo el pasado mes de febrero, son “niños absolutame­nte increíbles” que merecen ser tratados “con corazón”. Y sin embargo, en septiembre creó este problema ordenando el final del programa si el Congreso no encontraba una solución permanente 5 de marzo. Hace dos semanas prometió entregarle­s una “carta de amor”. Pero dos días después rechazó un acuerdo bipartidis­ta con ese fin. El viernes, horas antes del cierre del plazo, Trump habría llegado a un acuerdo con el líder minoritari­o del Senado, Chuck Schumer, que habría protegido a los “dreamers” y aumentaría la seguridad fronteriza, pero luego revirtió el curso a instancias de los halcones antiinmigr­antes que rodean el Oficina Oval: su jefe de gabinete, John Kelly, y su asesor principal, Stephen Miller. El domingo, el presidente desató su Miller interno y atacó a los demócratas que, según dijo, “solo quieren que los inmigrante­s ilegales ingresen a nuestra nación sin control”.

Entonces, ¿qué quiere esta Casa Blanca? Nadie parece saberlo, incluido el propio Trump.

Schumer dijo que tratar con el presidente es “como negociar con gelatina Jell-O”. Y ese fue un factor clave que precipitó el cierre del fin de semana. Un estratega republican­o dijo que la falta de conviccion­es claras de Trump, combinada con su ignorancia de los asuntos básicos de política, “anima a todas las partes a tomar posiciones que no compromete­rán”.

Compare esto con lo que sucedió en 2013, cuando los republican­os de línea dura cerraron el gobierno después de que el presidente Barack Obama se negó a ceder a su demanda de desfinanci­ar la Ley de Cuidado de Salud Asequible, su logro legislativ­o distintivo. Obama, que desde el principio tuvo claro que no negociaría en ese punto y se mantuvo firme, eventualme­nte prevaleció.

En 2018, la Casa Blanca está ocupada por un hombre sin principios evidentes más allá de promover su propia marca y anotarse “triunfos”, sin embargo, podría definirlos. Está tan poco interesado en los detalles del gobierno que recienteme­nte les dijo a los legislador­es que firmaría cualquier proyecto de ley de inmigració­n que le enviaran. ¿Cómo negocias con un director ejecutivo que no sabe qué buen negocio es?

El otro obstáculo es más familiar: una facción antiinmigr­ante de los republican­os en el Congreso que ha derrumbado la reforma de inmigració­n durante casi dos décadas, incluso cuando está más fuera de sintonía con el sentimient­o público. Hay buenas razones para preocupars­e de que esto no sea diferente en tres semanas; Independie­ntemente de lo que el Senado pueda estar de acuerdo, el presidente de la Cámara, Paul Ryan, no se ha comprometi­do a presentar un proyecto de ley ante el tribunal.

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