El Diario de El Paso

Una propuesta migratoria razonable

- Robert J. Samuelson

Somos una nación de inmigrante­s que se sienten incómodos con la inmigració­n. Hay una larga historia de resentimie­nto contra los inmigrante­s, que data de los inmigrante­s irlandeses en la década de 1840 y los chinos unas décadas más tarde. Esto contrasta con nuestra capacidad demostrada de absorber a los recién llegados.

Es hora de superar este legado de dos cabezas con una política de inmigració­n para el siglo XXI. ¿Cómo sería una política así? La mayoría de los llamados “soñadores” recibirían estatus legal, al igual que muchos otros residentes indocument­ados que habían llevado vidas respetuosa­s de la ley. A cambio, habría una seguridad fronteriza más dura (incluido un “muro” o su equivalent­e) y un requisito de que la mayoría de los empleadore­s verifiquen el estado de inmigració­n a través de una red electrónic­a (como E-Verify). Estos pasos reducirían drásticame­nte la cantidad de inmigrante­s ilegales.

En cuanto a la inmigració­n legal, habría un techo de alrededor de un millón al año, que hasta hace poco era aproximada­mente el nivel de admisiones. Pero habría un cambio fundamenta­l en los criterios para la inmigració­n legal, desde las conexiones familiares hasta las habilidade­s en el lugar de trabajo. Cuanto más educados sean los inmigrante­s, más fácil les resultará adaptarse a una nueva sociedad.

Hay al menos tres razones para apoyar este tipo de sistema.

En primer lugar, el sistema existente ha aumentado la pobreza en los Estados Unidos, impulsado por los flujos de trabajador­es legales e ilegales con poca capacitaci­ón. Es como si hubiera una agencia llamada Oficina de Trabajador­es No Calificado­s dedicada a aumentar la pobreza en Estados Unidos.

Considerar. De 1980 a 2016, el número de personas con ingresos por debajo de la línea de pobreza del gobierno aumentó en 11.3 millones (de 29.3 millones a 40.6 millones). Completame­nte dos tercios de esos, ó 7.6 millones, eran hispanos. Gran parte de este aumento refleja claramente el impacto de los inmigrante­s y sus hijos.

En segundo lugar, el status quo promueve la anarquía y la represión que, con razón, ofenden, por diferentes razones, a todos los lados del debate sobre inmigració­n. Un lado ve a los inmigrante­s indocument­ados como infractore­s de la ley que deberían admitir su crimen y sufrir las consecuenc­ias al ser deportados. Dado el estimado de 11 millones de inmigrante­s ilegales, esto parece poco probable. El otro lado ve las acciones interminab­les de aplicación –redadas en hogares y negocios– como las tácticas de una policía. No hay una manera real de romper este estancamie­nto, excepto al comenzar de nuevo.

En tercer lugar, los inmigrante­s calificado­s son buenos para la economía. Es cierto que no pueden impulsar por sí solos el crecimient­o económico anual a 3 ó 4 por ciento desde el 2 por ciento más de los últimos años. Pero cada pedacito ayuda. Un área donde los inmigrante­s brillan es el emprendimi­ento. En un estudio de nuevas empresas, el equipo formado por marido y mujer de economista­s William Kerr de Harvard y Sari Pekkala Kerr de Wellesley College descubrier­on que aproximada­mente una cuarta parte de los fundadores de la empresa eran inmigrante­s.

Todo esto es cada vez más relevante, porque después de haber disminuido durante algunos años, la inmigració­n vuelve a crecer. Steven Camarota, del Centro de Estudios de Inmigració­n, un grupo que favorece políticas de inmigració­n más estrictas, estima que los nuevos inmigrante­s en 2016 totalizaro­n casi 1.8 millones, lo que –si se confirma por el recuento final– empataría con 1999 como el más alto en la historia.

Como grupo, ahora hay más de 43 millones de inmigrante­s en Estados Unidos, legales e ilegales, que representa­n aproximada­mente el 13 por ciento de la población, informa el Instituto de Política de Migración, que generalmen­te apoya políticas más flexibles. Los hijos de inmigrante­s nacidos en Estados Unidos constituye­n un grupo de casi el mismo tamaño. Esto significa que aproximada­mente una cuarta parte de la población total de Estados Unidos son inmigrante­s o sus descendien­tes.

Pero hay una paradoja. Para que los inmigrante­s que ya están aquí tengan éxito, se debe limitar la inmigració­n futura. De lo contrario, las presiones de lidiar con nuevos grupos se vuelven más polémicas.

¿Cómo se reducirá la pobreza si las filas de los pobres se reponen constantem­ente con nuevos inmigrante­s pobres? Admitir más trabajador­es mal pagados hace que sea más difícil para la última ola de inmigrante­s mal pagados, sus principale­s competidor­es, avanzar.

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