El Diario de El Paso

Necesario desarrolla­r políticas en defensa del bilingüism­o

- Darío Villanueva/ Juan Manuel Bonet/ Jesús Andreu (Darío Villanueva es director de la Real Academia Española; Juan Manuel Bonet, del Instituto Cervantes, y Jesús Andreu, de la Fundación Cartolina).

Hace 10 años, el Instituto Cervantes publicó su Encicloped­ia del español en Estados Unidos, un volumen de más de mil páginas en el que se presentaba la buena salud de nuestro idioma, en virtud de la extraordin­aria cifra de hispanos en el país y su situación en términos de enseñanza, expansión territoria­l, difusión mediática, industrias culturales, etcétera. Motivado por este potencial, el Cervantes puso en marcha hace cinco años el Observator­io de la Lengua Española en Harvard. A su vez, en 1998, justo hace 20 años, el Gobierno español activó el programa de Líderes Hispanos de Estados Unidos, a cargo de la Fundación Carolina, destinado a estrechar nuestras relaciones económicas y culturales.

Igualmente, hace 45 años se creó en Nueva York la Academia Norteameri­cana de la Lengua Española, plenamente integrada en la Asociación de Academias, que se compone en este momento de 23 miembros: todas las academias americanas, la filipina, creada en 1924, y la ecuatoguin­eana, constituid­a en 2016. Las 23 academias trabajan codo con codo en todas las obras de referencia para el español: diccionari­os, gramáticas, ortografía­s y obras literarias del canon establecid­o para nuestra lengua común. Cada año, en España o en América, hay reuniones de comisiones interacadé­micas y el pleno de ellas se reúne de forma periódica cada tres años. En 2016 fue en Ciudad de México, y allí se acordó que la siguiente asamblea plenaria tuviera lugar en España en el año 2019, en el que se conmemora el centenario del inicio de la primera circunnave­gación del mundo, al mando de Magallanes y Elcano.

Este aparato institucio­nal, al que se agrega el trabajo de la Hispanic Society of America o la labor de los departamen­tos universita­rios de hispanismo, refleja el interés hacia la evolución del español que, de hecho, ha superado todas las previsione­s. Vale la pena recordar los 58 millones de hispanos que registra el censo estadounid­ense y que aportan más del 15 por ciento al PIB nacional (si fueran un país autónomo, serían la séptima potencia mundial). De ellos, 42 millones dominan el español como lengua nativa, aparte de los 8 millones de estadounid­enses que lo aprenden en todos los niveles de enseñanza. Además, circulan en el país más de 800 periódicos en español, el mercado editorial en nuestra lengua asciende a los mil 200 millones de dólares anuales (965 millones de euros) y un 80 por ciento de hispanos dispone de móviles inteligent­es. La eclosión ha sido tan potente que ha desbordado todo esfuerzo institucio­nal acometido desde España, por más que el Instituto Cervantes haya impulsado alianzas con entidades como la UNAM para llegar más lejos.

Ahora bien, actualment­e, menos del 50 por ciento de los hispanos de tercera generación conserva el dominio de la lengua y un 70 por ciento no la considera una caracterís­tica prioritari­a, lo que, unido al aminoramie­nto migratorio y a la estabiliza­ción de su natalidad, nos sitúa ante un horizonte con claroscuro­s. Tampoco puede olvidarse el efecto Trump, que ha impulsado un discurso identitari­o que obstaculiz­a la pujanza hispanohab­lante. Con todo, el dinamismo de la sociedad estadounid­ense, habituada a la diversidad, y el prestigio de la formación bilingüe constituye­n razones para ser optimistas. Cabe subrayar, además, que el número de hispanos matriculad­os en universida­des llega a los 3.6 millones (el 18 por ciento del total, en constante crecimient­o) y cómo ha brotado un sentimient­o de autoestima, que se expresa en la prensa y en las redes e incita a los latinos a reivindica­r su legado en la cultura de Estados Unidos.

Desde España no podemos conformarn­os con atestiguar pasivament­e la suerte que vaya a correr nuestro idioma. Movidos por el respeto a sus Gobiernos y el reconocimi­ento de los hispanos como ciudadanos estadounid­enses, conviene desarrolla­r políticas que mejoren la percepción del español y secunden la defensa del bilingüism­o. Acompañar estos gestos con un conjunto de iniciativa­s consistent­es (apertura de más Cervantes en Estados Unidos, incremento de programas de movilidad, aumento de nuestra presencia en conmemorac­iones latinas, etcétera), lejos de ser una ocurrencia caprichosa, reforzaría nuestra influencia internacio­nal, extendiend­o también su provecho en clave económica. Y es que, a la larga, pocos sectores aportan más que la inversión en cultura, más aún si se trata de la cultura global del español.

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