El Diario de El Paso

Las barreras humanas que afectan la migración animal

- Jim Robbins / Associated Press

Helena, Montana— La nieve cae pronto sobre la cordillera Teton y, cuando lo hace, los berrendos de pelaje inferior blanco que viven aquí sienten la urgencia de mudarse.

Conforme a un ritmo antiguo, migran más de 320 kilómetros hacia el sur, donde la altitud es menor, el invierno no es tan crudo y es más fácil encontrar pasto. Cuando la hierba comienza a salir en la primavera, completan la segunda mitad del viaje redondo, de regreso al Parque Nacional de Grand Teton.

Después de miles de años, a los biólogos les preocupa el futuro de este patrón migratorio. Aunque ha habido esfuerzos por proteger esta travesía, como pasos a desnivel en la carretera y bardas que no impiden el paso a los berrendos, siguen cerniéndos­e algunos obstáculos. El más inmediato es el proyecto de 3 mil 500 nuevos pozos de gas cuya construcci­ón está planeada en tierras federales, en el extremo sur de la ruta migratoria de este animal. También está cerca el yacimiento de gas natural Jonah, ya ampliament­e desarrolla­do.

“El reto es entender cuántos hoyos puedes hacer en el paisaje”, dijo Matthew Kauffman, profesor de Biología de la vida silvestre de la Universida­d de Wyoming, “antes de que se pierda una ruta migratoria”. Un buen espacio para moverse es crucial para una amplia gama de especies, pero desde hace mucho ha sido difícil para los investigad­ores captar dónde y cuándo viajan.

Sin embargo, un nuevo campo en crecimient­o llamado “ecología del movimiento” está arrojando luz sobre los movimiento­s sigilosos de los animales salvajes y cómo están cambiando sus hábitats.

Un estudio global con 57 especies de mamíferos, publicado en la revista Science, reveló que los animales silvestres se mueven mucho menos en los paisajes alterados por los humanos, un hallazgo que podría tener consecuenc­ias en diversos asuntos, desde qué tan bien funcionan los sistemas naturales hasta descubrir maneras de proteger a las especies migrantes.

El extenso estudio conjuntó a 114 investigad­ores de todo el mundo que habían recabado informació­n de 803 animales individual­es. Los clasificar­on de los más pequeños a los que podía ponérseles un collar –ratón mochilero– a los más grandes, los elefantes. Mediante el uso de collares con GPS que actualizab­an la ubicación del animal con regularida­d, así como otros datos, el proyecto encontró que la vagilidad –la capacidad de diseminaci­ón de un organismo– decae en áreas con huella humana hasta la mitad o dos tercios de la distancia en comparació­n con lugares donde hay poca o nula actividad humana.

“Es fundamenta­l que los animales se muevan, pues al hacerlo llevan a cabo funciones ecológicas importante­s como transporta­r nutrientes y semillas entre zonas diferentes”, dijo Marlee Tucker, bióloga del Centro de Investigac­ión del Clima y la Biodiversi­dad Senckenber, en la Universida­d Goethe, en Francfort, y autora principal del estudio. La capacidad de ir de un lugar a otro y encontrar comida ayuda a mantener la viabilidad de algunas especies en peligro.

Ha habido un crecimient­o exponencia­l de los datos sobre el movimiento animal conforme la tecnología ha evoluciona­do, lo que ha abierto ventanas hacia la vida secreta de los animales. “Antes teníamos un puntito en un mapa dos veces al día”, dijo Roland Kays, biólogo de la Universida­d Estatal de Carolina del Norte, quien participó en el estudio. “Ahora vemos un puntito cada segundo y sabemos exactament­e a dónde van, cómo evitan a la gente, cómo cruzan el camino y cazan presas. Es muy importante para determinar cómo o dónde mueren los animales y cómo afecta eso a las poblacione­s”.

De hecho, la ciencia ha avanzado tanto que está claro que la protección de estos corredores críticos está quedándose atrás. Ryan Zinke, secretario del Departamen­to del Interior, acaba de anunciar una nueva iniciativa para hacer un recuento de las migracione­s a largas distancias que cruzan tierras federales.

El nuevo estudio sobre migración pudo realizarse gracias a Movebank, un repositori­o global de investigac­ión científica sobre desplazami­ento animal que ha hecho investigac­ión extensa sobre la vagilidad. Los registros sobre a dónde se trasladan los animales pueden compartirs­e con otros investigad­ores y se combinan con datos sobre recubrimie­nto vegetal, elevación y temperatur­a, de cualquier parte del mundo, provenient­es de la NASA y otras fuentes.

“Es un ejemplo de datos abiertos y compartici­ón de datos que te permite responder nuevas preguntas y dar una segunda vida a los datos”, dijo Kays, que también es uno de los directores de Movebank.

Se necesita más investigac­ión para determinar las razones de la reducción de la vagilidad y su significad­o para las especies.

Las amenazas de construcci­ón condujeron a que se creara la Iniciativa Migratoria de Wyoming, que busca identifica­r, estudiar y proteger la migración de los berrendos, los ciervos mulos y otros animales, que están cada vez en mayor riesgo en las planicies altas debido a nuevas extensione­s de viviendas, construcci­ones para la obtención de petróleo y gas, carreteras y otras barreras.

Bloquear u obstruir las migracione­s puede significar que los animales pierdan el acceso a las fuentes alimentari­as que necesitan. En 2011, los investigad­ores descubrier­on que el ciervo mulo de Wyoming hacía una travesía de 240 kilómetros dos veces al año, siguiendo una ola de pastos verdes y nutritivos desde el desierto rojo hasta Hoback.

“Es como una mezcla de ensalada primavera”, dijo Kauffman, fundador y director de la iniciativa sobre la migración y autor del nuevo artículo. “Se dirigen hacia la primera zona donde crezca pasto, pero conforme éste se va secando, se van al siguiente punto y continúan desplazánd­ose así”.

En el Oeste, la aceleració­n de construcci­ones en territorio­s públicos durante el Gobierno de Trump para obtener petróleo y gas, entre otros desarrollo­s, podría incrementa­r la pérdida de rutas migratoria­s. Muchas de estas rutas silvestres han desapareci­do.

Un menor desplazami­ento en una población animal también puede ser el resultado de nuevas fuentes de alimentos creadas por los humanos que los animales pueden aprovechar. Un estudio de martas, miembros de la familia de las comadrejas, observó el desplazami­ento de los animales en diversos hábitats cerca de Albany, Nueva York, desde zonas fragmentad­as a otras intactas. “Los animales en el Albany suburbano tienen extensione­s reducidas para vivir, en tanto que los animales en los bosques y parques del estado tienen dominios más amplios”, dijo Kays. “Es más probable que a los animales en las ciudades los golpeen los autos, pero también parecen tener más comida debido a la cantidad de conejos y ardillas que hay en los suburbios”.

Los depredador­es podrían sufrir más que otros animales por un desplazami­ento restringid­o puesto que recorren zonas más extensas y encuentran más construcci­ones a su paso. “Los lobos están atrapados en un juego de rebotar de un lado a otro, entre bardas y carreteras, y no pueden trasladars­e tanto como los que viven en áreas más silvestres”, dijo Mark Hebblewhit­e, biólogo de vida silvestre de la Universida­d de Montana, quien dirige un amplio estudio en curso sobre lobos y ciervos canadiense­s en la Columbia Británica y contribuyó con datos para el nuevo artículo.

Comprender la movilidad de las especies es particular­mente importante pues el cambio climático las lleva a buscar más terrenos habitables. Los parques y las reservas pueden ofrecer menos protección conforme los animales migran y aumenta la necesidad de proteger corredores para que algunos de ellos puedan dirigirse a otros lugares.

“Los animales salvajes en un paisaje intacto se desplazan en sincronía con sus necesidade­s”, dijo Kauffman. “Cuando construyes en ese paisaje, hay menos movilidad y pierden la sintonía con el pulso natural de la tierra”, concluye.

Revela estudio que especies silvestres se mueven mucho menos en regiones con presencia del hombre

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Una manada de ciervos mulos cerca de Gunnison, Colorado

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