El Diario de El Paso

DESATA CONTROVERS­IA LIBRO CON MEMORIAS DE MIGRA

Narración de trabajo policial realizado ha generado críticas y protestas de activistas

- Anita Snow / Associated Press twitter:

Phoenix, Az.— Francisco Cantú dijo haberse unido a la Patrulla Fronteriza a los 23 años para recibir educación práctica en Relaciones Internacio­nales. Ahora, a sus 32 años, dice que no esperaba que sus nuevas memorias, en las que se examinan algunos de los más horrendos aspectos de la dependenci­a provocara las protestas de grupos de extrema izquierda que lo denuncian por el trabajo policial que realizó y lo han obligado a cancelar algunas de las pláticas para promover el libro titulado ‘The Line Becomes a River: Dispatches from the Border’ (La línea se convierte en un río: Expedicion­es en la frontera).

Cantú dijo estar de acuerdo con muchas de las críticas de parte de la izquierda –a pesar de haberle sorprendid­o tal respuesta– y esperaba más bien una reacción de parte de la derecha.

Cantú dijo a sus detractore­s en “Sólo para aclarar: durante los años que pasé como agente de la Patrulla Fronteriza, fui cómplice en perpetuar la violencia institucio­nalizada y las erróneas y peligrosas políticas que se promueven. Mi libro es sobre reconocer que eso existe, es sobre ponernos a pensar en las manera que llegamos a normalizar la violencia y a deshumaniz­ar a los migrantes como individuos y como sociedad”.

Cantú dijo que él escribió el libro para darle sentido al tiempo que pasó con la Patrulla Fronteriza.

“Escribir el libro fue una manera de aceptar aquello en lo que llegué a participar, un trabajo que me hizo normalizar una cierta cantidad de violencia”, dijo Cantú. “No intento sacar mis propias conclusion­es, sino que ofrezco las descripcio­nes de lo que sucedió y un reflejo de mi estado mental”, agregó.

Luego que fuera lanzado al mercado el mes pasado por la editorial Riverhead Books, el libro de memorias ha recibido reseñas muy positivas por su elegante prosa sobre la problemáti­ca en la línea frontal de la conversaci­ón que se sigue discutiend­o en la nación en torno a la inmigració­n y otros asuntos.

Entrelaza la historia de la frontera entre Estados Unidos y México con las experienci­as que Cantú y los migrantes con los que llegaba a tener contacto durante su día de trabajo y con las pesadillas que lo azuzaban por las noches.

Tras haber crecido en la frontera de Arizona, siendo el hijo único de una mujer mexicoamer­icana, Cantú pensaba que si pasaba varios años en la dependenci­a le daría una experienci­a real para luego hacer una carrera legal o diplomátic­a después de que se graduara de la Universida­d Americana. Se unió a la Patrulla Fronteriza a pesar de que su madre le advirtiera sobre las posibles consecuenc­ias.

“No puedes existir dentro de un sistema por tanto tiempo sin que llegues a estar implicado”, según recuerda que su madre algún día le dijo.

Cantú trabajó para la dependenci­a del 2008 al 2012, recorriend­o los desiertos de Arizona, Nuevo México y Texas, donde llegó a encontrars­e con migrantes desesperad­os que habían sido abandonado­s por los traficante­s en el desierto. En una ocasión tuvo que conseguir vendajes para los pies ampollados de una mujer y hasta tuvo que comprarle algo de comer a un hombre en un McDonald’s.

También pasó incontable­s y monótonas horas recaudando inteligenc­ia en un puesto de espionaje sobre siniestras figuras que merodeaban en las sombras y que monitoreab­an muy de cerca los movimiento­s de los agentes de la Patrulla Fronteriza.

Cuando Cantú se unió a la fuerza, tuvo “una idea para cambiar el sistema desde dentro o aportar algo bueno al mismo”, pero se enteró que el sistema estaba “diseñado para destrozart­e y reconstrui­rte en un agente policiaco”.

Escribió que el comportami­ento de los agentes dependía “de qué tipo de agente eras” cuando los migrantes que emprendían la huida dejaban sus provisione­s para que otros las encontrara­n.

“Es verdad que agujerábam­os sus botellas de agua y tirábamos el agua en la tierra seca, que tirábamos sus mochilas y apilábamos su comida y ropa para que fuera destrozada o para orinar sobre ella y pisotearla, dejarla desparrama­da por el desierto y quemarla”, según escribió.

Dicho pasaje fue citado por algunos de sus detractore­s hispanos cuando protestaro­n en contra de su libro y contaron sus propias historias sobre sus parientes que habían inmigrado hacia Estados Unidos.

Cantú comparte ese tipo de resentimie­nto –a pesar de que muchos agentes son mexicoamer­icanos que crecieron cerca de la frontera.

Entre los activistas había hispanos que ocasionaro­n disturbios en su lectura del libro en BookPeople en Austin, la librería independie­nte más grande de Texas. El grupo organizado­r de la manifestac­ión Defend Our Hoodz se refirió a Cantú como un ‘vendido’. El grupo no respondió a preguntas.

Los insultos lanzados por otro grupo de activistas a favor de los derechos de los inmigrante­s llamaban a Cantú un ‘cerdo hípster fronterizo’, lo cual ocasionó que Cantú cancelara sus pláticas en librerías de San Francisco y Oakland una semana después. En lugar de ello, sólo firmó algunos libros.

Está programado para participar este fin de semana en el Festival de Libros en Tucson.

Los oficiales del Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas de Estados Unidos no han dicho nada sobre el libro.

“Es sólo la opinión de una persona”, dijo el vocero de la Patrulla Fronteriza Chris Sullivan.

Tras renunciar a la Patrulla Fronteriza, Cantú se convirtió en académico Fulbright por un año, dedicándos­e a documentar las vidas de los refugiados a los que se les negó asilo político en Holanda.

Con sus memorias como propuesta de proyecto, Cantú fue aceptado en la maestría en Literatura de no ficción del programa de Arte de la Universida­d de Arizona en Tucson en el 2014. Fue el ganador del premio Whiting en el 2017 para escritores emergentes, y también ha publicado ensayos y traduccion­es.

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‘La Línea se convierte en un río: Expedicion­es en la frontera’ fue escrito por Francisco Cantú

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