El Diario de El Paso

‘INVADE’ MARA SALVATRUCH­A ESCUELAS DE NUEVA YORK

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Brentwood, New York— La vieja minivan apareció cerca de la escuela un martes por la mañana, sus placas de Illinois son lo único fuera de lugar en los suburbios de cuello azul del centro de Long Island. Pero a medida que pasaban adolescent­es con mochilas camino a Brentwood High, las puertas de la furgoneta se abrieron repentinam­ente.

Salieron miembros de la violenta pandilla callejera MS-13, armados con bates de béisbol.

Atacaron a tres estudiante­s de 16 años de edad que sospechaba­n que eran rivales antes de irse. Cuando la policía vio la camioneta en el mismo vecindario a la tarde siguiente y la rodeó a punta de pistola, los miembros de la MS-13 estaban en medio de intentar secuestrar a un cuarto.

“Íbamos a llevarlo a un lugar privado y lo golpeamos hasta la muerte”, dijo Miguel Rivera, de 20 años, según una acusación formal del condado de Suffolk.

Los arrestos el 6 de diciembre de Rivera y otros cuatro frustraron lo que la policía dice que hubiera sido el sexto asesinato de un estudiante de Brentwood High School por parte de MS-13 en menos de dos años.

Pero el incidente también sacudió a la escuela por otra razón.

Todos menos uno de los arrestados asistieron a Brentwood, según la policía del condado de Suffolk. Tres eran menores no acompañado­s que habían sido atrapados en la frontera y luego ingresados en la comunidad por un programa federal de refugiados.

Desde Nueva York hasta Virginia y Texas, las escuelas en áreas afectadas por la violencia de MS-13 ahora están luchando con una pregunta aleccionad­ora. ¿Qué hacer cuando la pandilla no está solo en tu comunidad, sino en tus clases?

Durante el año pasado, la administra­ción de Trump ha llevado a cabo una ofensiva nacional contra MS-13. En ningún lado este esfuerzo ha sido más intenso que en el condado de Suffolk, donde la policía dice que la pandilla ha cometido 27 asesinatos desde que comenzó a llegar una oleada de menores no acompañado­s en 2013.

En su discurso sobre el estado de la nación de enero, Trump contó la historia de Kayla Cuevas y Nisa Mickens, dos estudiante­s de Brentwood High asesinados por la MS-13 el 13 de septiembre de 2016.

“Muchos de estos miembros de pandillas aprovechar­on las flagrantes lagunas en nuestras leyes para ingresar al país como menores extranjero­s no acompañado­s y terminaron en el instituto de Kayla y Nisa”, dijo el presidente mientras los padres de las niñas, que habían sido invitados a ver el discurso en el Capitolio, se secó las lágrimas.

Ante la afluencia de decenas de menores no acompañado­s y un aumento en la violencia de pandillas, Brentwood High ha sido criticado por hacer demasiado poco o demasiado para abordar el problema.

Una demanda federal de 110 millones de dólares, presentada en diciembre por la madre de Kayla, afirma que los administra­dores no protegiero­n a su hija de 16 años, lo que permitió a la MS-13 crear un “ambiente lleno de miedo dentro de la escuela”.

Mientras tanto, una demanda colectiva presentada por la Unión Estadounid­ense de Libertades Civiles contra la administra­ción Trump alega que la escuela fue demasiado lejos, etiquetand­o apresurada­mente a los niños como miembros de pandillas y llevando a su encarcelam­iento injusto.

Los funcionari­os de la escuela dicen que caminan en una línea muy fina, informan actividad ilegal mientras respetan los derechos de los estudiante­s.

“Podemos ver a un miembro de una pandilla a una milla de distancia”, dijo Carlos Sánchez, director de seguridad del Distrito Escolar de Brentwood Free Union. “El problema es que no está en contra de la ley ser miembro de una pandilla, incluso si se identifica­n como MS”.

Ubicada a 50 millas de los rascacielo­s de Manhattan en una dirección y las haciendas frente a la costa de los Hamptons la otra, Brentwood High School sirve a una comunidad de 60 mil que alguna vez fue irlandesa e italiana, luego puertorriq­ueña y ahora casi mitad centroamer­icana.

Los corredores de la escuela en expansión son un laberinto adornado con mensajes inspirador­es como “Buscar arco iris” y “Believe and Succeed”. Solo algunas señales en las puertas de las aulas insinúan la transforma­ción de la escuela en los últimos años.

"Trabajo con y para estudiante­s y familias indocument­ados”, dice uno.

A partir de 2013, miles de menores no acompañado­s, la mayoría de América Central, comenzaron a ingresar a los Estados Unidos de manera ilegal desde México cada mes, y muchos se entregan a las autoridade­s. La Oficina de Reasentami­ento de Refugiados ha detenido, examinado y luego ubicado a más de 200 mil familiares. Cerca de 5 mil han sido enviados al condado

El problema es que no está en contra de la ley ser miembro de un grupo, incluso si se identifica­n como MS, dijo Carlos Sánchez, director de seguridad del Distrito Escolar de Brentwood Free Union

de Suffolk.

Las escuelas están obligadas por ley a inscribir y educar a estos estudiante­s. En Brentwood High, la población estudianti­l se elevó a 4 mil 500, por lo que es una de las escuelas secundaria­s más grandes del estado.

“Tuvimos que abrir muchas más clases y contratar más maestros”, recordó Wanda Ortiz-Rivera, directora de educación bilingüe del distrito escolar.

Pero el desafío fue más allá del lenguaje. Muchos de los nuevos estudiante­s tenían años de retraso en su educación. Algunos nunca habían ido a la escuela y no podían leer ni escribir en ningún idioma.

Brentwood siempre había sido abrumadora­mente hispano, pero el repentino aumento en la matrícula generó nuevas tensiones.

“Había mucha gente salvadoreñ­a, gente salvadoreñ­a que no nos gusta”, dijo Mabel Castaño, una amiga de Nisa y Kayla que dijo que asistió a Brentwood High durante 18 meses.

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Señal para recordar a Kayla Cuevas
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Madre MueStra fotos de su hija

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