El Diario de El Paso

Melania ya sabía

- Charles M. Blow

Nueva York – Querido Estados Unidos: es broma, ¿verdad?

La saga actual sobre un presidente, una estrella porno y una indemnizac­ión es tan indecente y sórdida que no puede solo sumarse a la siempre creciente lista de terribles conductas inmorales de un mujeriego misógino.

Ni siquiera es la infidelida­d lo que más me molesta. Considero eso un asunto entre cónyuges y el tercero involucrad­o. Sostengo que desde afuera nunca conocemos en realidad los acuerdos que puedan existir en un matrimonio, a menos que sus dos miembros los revelen.

En este caso, Melania sabía exactament­e con qué tipo de hombre se estaba relacionan­do.

Cuando Donald conoció a Melania, estaban en una fiesta de la Semana de la Moda en Nueva York, a la que Donald fue invitado por el rico hombre de negocios italiano que llevó a Melania a Estados Unidos con un contrato de modelaje y una visa para trabajar. Según GQ, con el fin de promover a sus modelos a veces el italiano “enviaba a unas cuantas chicas a un evento e invitaba a fotógrafos, productore­s y mujeriegos ricos”.

Trump había llevado como pareja a otra mujer esa noche. También estaba en proceso de divorcio con Marla Maples, su segunda esposa, con quien sostuvo una relación de amantes mientras seguía casado con su primera esposa, Ivana Trump.

De acuerdo con GQ, “envió a su acompañant­e al baño para poder tener unos minutos de conversaci­ón con la modelo que había llamado su atención. Sin embargo, Melania conocía la reputación de Trump, la cual quedó inmediatam­ente confirmada por el hecho de que había llegado a la fiesta con una mujer y ahora estaba pidiéndole a ella su número de teléfono”. Así es, Melania sabía. En abril de 2004, Donald le propuso matrimonio a Melania en la Gala del Met.

Por cierto, solo para subrayar lo vil que es este hombre, en septiembre de 2004 fue al programa de Howard Stern, y al hablar con él sobre lo hermosa que les parecía la hija de Trump, Ivanka, Stern dijo: “¿Puedo decirlo así? Es un culo”. Y Trump respondió: “Sí”.

Trump se casó con Melania en enero de 2005. Habían firmado un contrato prenupcial. Nueve meses después, en septiembre, “Access Hollywood” grabó a Trump presumiend­o sobre sus ataques sexuales a las mujeres —besarlas y toquetearl­as sin consentimi­ento previo— y afirmando: “Cuando eres una estrella te dejan hacerlo. Puedes hacer lo que sea”.

Seis meses después de la grabación de ese video, el 20 de marzo de 2006, nació el hijo de Donald y Melania Trump, Barron (eso significa que Melania estaba embarazada cuando Trump hacía sus comentario­s lascivos sobre acosar a otras mujeres).

Cuatro meses después de que nació Barron, la estrella del porno Stephanie Clifford, cuyo nombre artístico es Stormy Daniels, declaró que ella y Trump habían iniciado una relación sexual consensuad­a después de conocerse en un torneo de golf.

Clifford sostiene que su “relación íntima” comenzó en julio de 2006 y continuó “durante una buena parte del 2007”.

Trump se presentó también en “The View” en 2006 y dijo sobre Ivanka: “Tiene muy buen cuerpo. Ya he dicho que si Ivanka no fuera mi hija, quizá saldría con ella”. ¡Su propia hija! Además, hay que recordar que acababa de casarse con Melania, que parió a Barron solo 14 días antes de que Trump apareciera en ese programa.

Melania se ha quedado con él a lo largo de todo esto. Así pues, esa es la clase de matrimonio que tienen. Claramente, tienen algún tipo de acuerdo, alguna flexibilid­ad emocional —o dependenci­a económica—que va más allá de mi entendimie­nto. Así es esa parte de la historia. En cuanto a las noticias actuales, no tengo claro si se determine que el dinero pagado por el abogado personal de Donald Trump a Clifford para evitar que divulgara la aventura sexual que ella dice haber tenido con Trump viole las leyes federales de financiami­ento de campaña. Tampoco sé con claridad si los tribunales permitirán a Clifford hablar a pesar de su acuerdo de no divulgació­n.

Esas son cuestiones legales. Lo que me importa más respecto de esta sórdida historia es la manera en que concuerda con un patrón de comportami­ento y la visión de Trump sobre las mujeres: que son solo objetos y oportunida­des, un premio que merecen los hombres ricos, y que las objeciones y protestas no tienen validez.

Se trata más bien sobre difamar, silenciar y gritar más fuerte que las mujeres.

Precisamen­te al mismo tiempo que los movimiento­s #MeToo y #TimesUp han dado voz a las mujeres y han llevado a que se responsabi­lice a los hombres, en particular en el sector privado, Trump ha ayudado casi él solo a que se adormezca la empatía de EE. UU. por las mujeres que denuncian la explotació­n sexual, las fechorías y los ataques de funcionari­os electos.

Sí, ha habido algunas renuncias entre los políticos, pero sobre todo de gente que ha confesado sus pecados. Sin embargo, entre los hombres como Trump que niegan las acusacione­s, no ha pasado mucho. De hecho, Trump ha convertido en una costumbre el defender a tales hombres, usando la fuerza de sus negaciones como prueba de inocencia. Trump mismo ha sido acusado de mal comportami­ento sexual por 19 mujeres.

Estados Unidos: esta no es una cuestión de partidismo, sino de principios. Cada uno de nosotros debe proclamar que esta situación se pasa de la raya, que las mujeres importan, que sus voces y sus historias importan, que la decencia, el honor y el carácter importan.

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