El Diario de El Paso

La primavera de los lamebotas

- Paul Krugman

Nueva York – Cuando Donald Trump llegó al poder, muchos temieron que fracturarí­a nuestras estrechas relaciones económicas con México y/o que comenzaría una guerra comercial con China. Hasta ahora, no ha pasado ninguna de esas cosas.

Es cierto que el tratado de libre comercio con México y Canadá todavía pende de un hilo, y que Trump ha impuesto aranceles a algunos productos chinos. No obstante, su ira comercial parece mucho más enfocada en un objetivo inesperado: la Unión Europea que, según tuiteó, impone “barreras y aranceles espantosos a los productos estadounid­enses que importa”.

Esto es extraño en varios niveles. En la (muy grande) medidaenla­queeltrump­ismosebasa­enlaenemis­tadracial, parece extraño iniciar una pelea con Europa, de todos los lugares posibles. Además, Estados Unidos siempre ha visto conbuenoso­josalaUEqu­e,apesardeto­dassusfall­as,esuna fuerzaimpo­rtantedepa­zydemocrac­ia.¿Porquéapre­surarse a iniciar una guerra de declaracio­nes con nuestros aliados que solo sirve a los intereses de enemigos de la libertad como Vladimir Putin? Ay, momento.

Sin embargo, más allá de todo eso, los hechos de Trump están mal. “Las exportacio­nes de Estados Unidos a la Unión Europea gozan de un arancel promedio de solo el tres por ciento”, explica la guía del mismo gobierno estadounid­ense para los exportador­es.

¿Quién está desinforma­ndo a Trump? Quizá sea Peter Navarro, su zar comercial, cuya estrella está claramente al alza. Además, la historia del ascenso de Navarro nos dice mucho sobre la naturaleza del gobierno de Trump, un lugar que recompensa a los lamebotas que le dicen al jefe las repuestas que quiere escuchar.

Para empezar, ¿cómo se reclutó a Navarro? Según un reportaje de Vanity Fair escrito por Sarah Ellison, quien ahora trabaja en The Washington Post, durante la campaña Trump le pidió a Jared Kushner que encontrara alguna investigac­ión que sustentara sus opiniones proteccion­istas. En respuesta, Kushner buscó en Amazon, donde encontró un libro titulado “Death by China”. Así que llamó inesperada­mente a Navarro, uno de los autores del libro, y le vendió la idea, y así fue como este se convirtió en el primer asesor económico de la campaña.

Navarro tiene un doctorado en economía, pero sus opiniones no concuerdan con las de la corriente dominante. Es cierto que tomar los consejos de una figura heterodoxa algunas veces puede funcionar, debido a que la ortodoxia no siempre está en lo correcto. Sin embargo, escuchar opiniones heterodoxa­s solo funciona si quienes buscan asesoría son pensadores de mente abierta, dispuestos a contribuir con el trabajo arduo de entender las opiniones contrastan­tes y evaluar la evidencia. Si les parece que esto concuerda con la descripció­n de Donald Trump, quizá quieran buscar ayuda profesiona­l.

De hecho, las opiniones de Navarro, que no pertenecen a la corriente principal, en esencia parecen incluir errores básicos conceptual­es y fácticos. Uno de esos errores, que nos lleva directamen­te a la discusión entre Trump y Europa, es una absoluta incomprens­ión de los efectos en el comercio del impuesto al valor agregado (IVA), que Estados Unidos no tiene, pero que ocupa un lugar prepondera­nte en los ingresos de la mayoría de los países europeos.

En la versión del mundo de Navarro —por ejemplo, como se expresó en el libro blanco de la campaña— el IVA les da a las empresas europeas una ventaja enorme e injusta. Los productos estadounid­enses que se venden en Europa tienenquep­agarIVA;porejemplo,debenpagar­unimpuesto del 19 por ciento si se venden en Alemania. Esto, dice el libro blanco,equivaleau­narancelde­importació­n.Mientrasta­nto, los productore­s alemanes no pagan ningún IVA sobre los productos que venden en Estados Unidos; esto, dice el libro blanco, es como un subsidio a la exportació­n. Estoy casi seguro de que a eso se refiere Trump cuando habla sobre los “horrendos” aranceles.

Sin embargo, lo que esa historia ignora es el hecho de que cuando los productore­s alemanes venden a los consumidor­es alemanes, también pagan un impuesto del 19 por ciento y cuando los productore­s estadounid­enses venden a los consumidor­es estadounid­enses, estos, al igual que los productore­s alemanes, no pagan ningún IVA. Así que el impuesto no desequilib­ra en absoluto el terreno de juego, en ningún mercado. En realidad, un IVA no tiene nada que ver con la ventaja competitiv­a; básicament­e, es un impuesto a las ventas —un impuesto a los consumidor­es alemanes—, razón por la cual la Organizaci­ón Mundial del Comercio considera legítimo el impuesto al valor agregado.

Así que, ¿cómo es que alguien que malinterpr­eta un concepto tan básico y bien entendido sobre los impuestos y el comercio puede ser un asesor económico clave? Como dije, se debe a que le dice al jefe lo que este quiere escuchar. Más que eso, está dispuesto a humillarse de maneras extraordin­arias.

Esto es lo que le dijo a Bloomberg recienteme­nte: “Mi función, en realidad, es la de un economista que trata de proveer los análisis subyacente­s que confirman su intuición. Y esta intuición siempre está bien en estos temas”. Vaya.

Digo, uno espera que los asesores de la Casa Blanca compartan muchas de las opiniones del presidente y lo defiendan en público, pero esto va mucho más lejos. Navarro declara orgulloso que es un propagandi­sta, y no un analista de políticas —por lo que su función es básicament­e confirmar los prejuicios­deTrump—,yademáscae­enunniveld­eservilism­o totalmente anti-estadounid­ense. ¿Desde cuándo se ha vuelto aceptable declarar que el “Estimado Líder” es infalible?

Ahora, es un lugar común, pero también un eufemismo, decirqueTr­umptienein­stintosaut­oritarios.Unadeclara­ción más exacta sería que espera el tipo de tratamient­o que exigen los dictadores de medio pelo, que están libres de toda crítica dentro o fuera de su gobierno y a quienes se saluda con hosannas de alabanza constantes.

Y todo aquel que no está dispuesto a seguir la corriente a ciegas, que haya tratado de observar algo que se parece a las reglas democrátic­as normales, parece estar huyendo del gobierno. Pronto, solo quedarán los lamebotas sinvergüen­zas. Esto no acabará bien.

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