El Diario de El Paso

El Congreso considera relajar las reglas para los prestamist­as depredador­es

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Nueva York— La industria de préstamos de día de pago está presionand­o a sus amigos en el Congreso para revocar las reglas que protegen a los prestatari­os de los préstamos a corto plazo que los atrapan en deuda a tasas de interés de 400 por ciento o más.

Las reglas fueron emitidas el año pasado por la Oficina de Protección Financiera del Consumidor en un último suspiro antes de que el presidente Trump nombrara a Mick Mulvaney como su nuevo jefe.

La nueva administra­ción es abiertamen­te hostil a las reglas, que se harán plenamente efectivas en agosto de 2019, y está buscando claramente formas de socavarlas. Mientras tanto, los proyectos de ley presentado­s tanto en la Cámara de Representa­ntes como en el Senado derogarían las reglas por completo, abriendo la puerta para el retorno de las prácticas crediticia­s que empobrecen a las familias de clase trabajador­a.

La industria del día de pago se anuncia a sí misma como una fuente de crédito “fácil” para los trabajador­es que se quedan cortos de dinero antes de su próximo cheque de sueldo y solicitan préstamos que, por lo general, se suponen reembolsad­os dentro de dos semanas.

Pero no hay nada “fácil” en este acuerdo, como lo demostró la oficina de protección al consumidor en un estudio de más de 12 millones de préstamos. Entre otras cosas, la investigac­ión reveló que la industria depende de personas que casi nunca pueden pagar a tiempo, lo que generalmen­te significa que se endeudan una y otra vez.

Entre los hallazgos del estudio: Ochenta por ciento de los préstamos de día de pago fueron renovados o renovados dentro de dos semanas; tres de cada cinco préstamos se otorgaron a prestatari­os que pagaron más de lo que pidieron prestados; cuatro de cada cinco prestatari­os incumplier­on o renovaron un préstamo en el transcurso de un año; y uno de cada cinco prestatari­os del día de pago, incluidas las personas mayores con pagos de renta fija, permaneció sumido en deudas durante todo el año.

El año pasado, la oficina emitió reglas de sentido común para los préstamos que duran 45 días o menos con el fin de evitar que los prestatari­os financiera­mente frágiles sean conducidos a la miseria.

Las reglas requieren que los prestamist­as de día de pago determinen si un prestatari­o puede pagar el préstamo y aun así pagar los gastos de subsistenc­ia. En efecto, las reglas le permiten a alguien pedir prestado 500 dólares sin esa prueba, siempre y cuando el préstamo no atrape al cliente en deuda por un período prolongado.

Los prestamist­as del día de pago dicen que las reglas secarían el crédito, pero su preocupaci­ón más probable es un recorte en sus márgenes de ganancia.

Mientras presionan para que la legislació­n federal revoque las reglas, los prestamist­as han estado presionand­o a las legislatur­as estatales para que amplíen su derecho a emitir préstamos de día de pago por más de 45 días, préstamos que no estarían cubiertos por las regulacion­es.

La industria gastó generosame­nte en Florida para aprobar una ley que permitirá una tasa anual de casi 300 por ciento en un préstamo a tres meses de mil dólares, según un análisis de Pew Charitable Trusts.

Los prestamist­as bloquean las facturas que restringen la industria en otros estados, incluido Ohio, donde los prestatari­os suelen pagar una tasa anual del 591 por ciento, el costo más elevado de los préstamos de día de pago en los Estados Unidos.

Por otro lado, en Hawái se está consideran­do un proyecto de ley que haría que los préstamos de pequeña cuantía sean seguros y asequibles, donde los prestatari­os han sido afectados por los altos honorarios y el endeudamie­nto a largo plazo. Y la lucha sobre este tema subraya que las leyes estatales de usura, como las de 15 estados, ofrecen la protección más segura contra los préstamos con trampas de deuda.

Mientras tanto, a nivel federal, si los miembros del Congreso derogan las reglas de protección del consumidor perfectame­nte razonables, los votantes deberían hacer que paguen un precio por elegir los bolsillos de los estadounid­enses que luchan para llenar los bolsillos de los prestamist­as.

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