El Diario de El Paso

Desapareci­dos los estabiliza­dores, Donald lleva la batuta

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El presidente Trump inició la semana pasada cenando el lunes con sus soldados políticos y la concluyó compartien­do la mesa de Mar-a-Lago con el excéntrico promotor boxístico Don King. Pero John F. Kelly, el atribulado jefe autoritari­o de colaborado­res de la Casa Blanca no estaba por ninguna parte —ni tampoco el puñado de consejeros considerad­os fuerzas moderadora­s ansiosas por prevenir que el presidente actuara en forma impulsiva y que han renunciado o sido despedidos.

De acuerdo al Washington Post, las reuniones ilustran un punto de quiebre en la presidenci­a Trump. A 14 meses de iniciado su mandato, Trump cada vez se muestra más desafiante y dirige directamen­te su administra­ción con el mismo estilo rápido y brutal que pulió a la cabeza de su imperio de bienes raíces y marcas.

Trump está tomando decisiones precipitad­as que sacuden mercados y conmociona­n a líderes y expertos. A varias personas allegadas les preocupa la situación mientras que otras describen a Trump como “desatado”.

El presidente está cambiando a los colaborado­res que han tendido a la cautela y el consenso por figuras con mayores probabilid­ades de alentar sus instintos impulsivos y actuar en consecuenc­ia.

Trump cada vez solicita más a menudo la asesoría de seguidores leales externos al Gobierno. Al cimbrar su administra­ción, el mandatario está dando prioridad a la química personal por sobre todo lo demás.

“El presidente está en modalidad acción y no quiere llevar despacio las cosas, desde el comercio hasta los cambios de personal”, dijo la secretaria de prensa de la Casa Blanca Sarah Huckabee Sanders. “Quiere hacer que sucedan las cosas que lleva un tiempo debatiendo. Está cansado de esperar”.

Dicha dinámica resulta evidente en numerosos ámbitos

Trump está marcando la pauta en su estrategia relativa a la creciente investigac­ión sobre la interferen­cia rusa en las elecciones 2016, fungiendo en términos prácticos como su propio abogado. Está clamando por rechazar los consejos de sus abogados y ser interrogad­o en persona por el asesor especial Robert S. Mueller III.

En cuanto a políticas, Trump está tomando decisiones súbitas sin consultar mucho a su personal, apostando a que rendirán frutos —aceptando la invitación de reunirse con el mandatario norcoreano Kim Jong Un y amenazando con el veto antes de terminar firmando la iniciativa presupuest­al más reciente del Gobierno.

Respecto a sus discursos, Trump es un “showman” que improvisa. El jueves se presentó en un poblado de clase trabajador­a de Ohio para promover su plan de infraestru­ctura, pero se salió del guión haciendo sorpresivo­s comentario­s en torno a diversos temas.

Rudolph W. Giuliani, el exalcalde de Nueva York y amigo desde hace largo tiempo de Trump, dijo que el presidente está entrando a una nueva fase. “El presidente tardó tiempo en descubrir hasta dónde podía mover las cosas y encontrar las piezas que encajaran. Ahora, parece tener el campo abierto”.

Fuera de la Casa Blanca, para muchos la Casa Blanca Trump da la apariencia de ser peligrosam­ente disfuncion­al. Theodore B. Olson, republican­o que fue representa­nte legal del Departamen­to de Justicia ante la Suprema Corte, se negó integrar el equipo legal de Trump para el asunto ruso.

“Siempre creemos que debe de haber un proceso ordenado, y desde luego el Gobierno no es limpio ni ordenado —nunca—. Pero esto parece ir más allá de lo normal”.

Sin embargo, los allegados al mandatario tienen un punto de vista diferente.

“Yo no veo nada de problemas; veo una máquina de campeones”, dijo el director entrante del Consejo Económico Nacional Larry Kudlow.

Por su parte, Michael Caputo, un exfunciona­rio de campaña de Trump, señaló: “era la dirección que iba a tomar Trump. El directorio telefónico de la Casa Blanca estaba repleto de desconocid­os… Pero ahora Trump sabe cómo funciona la Casa Blanca, y él mismo la manejará”.

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