El Diario de El Paso

Rinden dinastías políticas homenaje a Barbara Bush

Donald Trump, con quien se enfrentó, el gran ausente

- The Washington Post Houston—

Dignidad. Gracia. Respeto, siempre respeto. En la iglesia, en las calles, alineándos­e para ver el ataúd, dijeron las mismas palabras una y otra vez: Barbara Pierce Bush, la “primera dama de la generación más grande”, como se le llamaba a manera de halago, tenía decencia incluso en desacuerdo y la capacidad de disculpars­e. Difícil y feroz, pero amable y justa. Y no se olviden de lo graciosa que era.

El funeral del sábado, para la esposa de un presidente y madre de otro, le ofreció a la nación un suspiro profundo, un momento de reflexión silenciosa, la oportunida­d de saborear y celebrar una familia, una generación, una forma de vida que parece alejarse cada vez más.

El gran ausente fue Donald Trump. Los presidente­s en activo a menudo se han saltado los funerales de las ex primeras damas, pero esta ausencia se sentía más como una presencia a veces.

Houston— La realeza política estadounid­ense salió a decir adiós, incluidas mujeres vestidas de azul real y cadenas de perlas falsas, como solía presentars­e la señora Bush. La primera dama Melania Trump. Los Obamas. Los Clinton. Familiares de los presidente­s Ford, Nixon, Johnson y Kennedy. (El presidente Carter estaba viajando al extranjero y Rosalynn Carter se está recuperand­o de una cirugía).

Jeb Bush, en su elogio, no mencionó al presidente que una vez lo llamó “tonto como una roca”. Pero habló de cómo su madre era la “primera y más importante maestra” de sus cinco hijos. Ella les enseñó a “decir por favor y gracias”, dijo, y “ser amable, siempre decir la verdad, nunca menospreci­ar a nadie, servir a los demás, tratar a todos como te gustaría que te trataran”.

Destacan su legado

“En tiempos de guerra y paz, de agitación y calma, los Bush gobernaron con un espíritu de cordialida­d, cortesía y gracia”, dijo el historiado­r a cargo del elogio fúnebre, Jon Meacham, ante los mil 500 asistentes reunidos en la Iglesia Episcopal de San Martín en una cálida y nebulosa mañana de abril. “... Barbara y George Bush pusieron al país por encima del partido, el bien común sobre el beneficio político y el servicio a los demás sobre el ajuste de cuentas”.

Bush, que murió el martes a los 92 años, encarnaba al establishm­ent político. Ella era la matriarca de una dinastía, la mujer claramente a cargo. Su cabello se volvió blanco a temprana edad, y nunca se molestó en tratar de colorearlo. Le gustaban las cosas reales.

Ordenó respeto y recibió miles de cartas por semana de sus admiradore­s cuando estaba en la Casa Blanca. La vieja escuela propiament­e dicha, como Bush. Algunos más encorvados ahora que durante la primera presidenci­a de Bush, en su mayoría más grises, algunos sosteniénd­ose con bastones.

George H.W. Bush, que siempre parecía tan joven junto a su esposa, está en silla de ruedas y con una salud frágil a los 93. Pero aun así, en una audiencia pública a la que asistieron 6 mil personas la tarde antes del funeral, se sentó frente al féretro durante 20 minutos y saludó a los dolientes.

En el funeral, el ex presidente se sentó en la primera fila, al lado del ataúd de su esposa, que estaba cubierto de dorado y blanco. Su hija, Dorothy Bush Koch, más conocida como “Doro”, se sentó al lado, con su brazo alrededor del hombro de su padre, acariciand­o suavemente su espalda, ayudándole a pasar las páginas de su programa.

Mala sangre con Trump

Un río de mala sangre fluye entre Trump y los Bush desde el ataque repetido de Trump a Jeb Bush a quien calificó como “falto de energía” durante la campaña presidenci­al republican­a. George H.W. Bush calificó a Trump como un “fanfarrón”. Y una furiosa Barbara Bush también se levantó en defensa de su hijo. Se unió a Jeb para una entrevista de CNN durante la campaña, y dijo que no entendía por qué alguien votaría por Trump, especialme­nte las mujeres. “Estoy harto de él”, dijo, con un rápido destello de ira en sus ojos.

En respuesta, Trump tuiteó: “Vaya, Jeb Bush, cuya campaña es un desastre total, tuvo que traer a mamá para que me diera una bofetada. ¡No es agradable!”.

El presidente Donald Trump se mantuvo alejado para “evitar interrupci­ones” causadas por la seguridad presidenci­al, según una declaració­n de la Casa Blanca. Trump, en su propiedad de Mar-a-Lago en Florida, tuiteó que sus “pensamient­os y oraciones” estaban con la familia Bush. Eso sucedió justo después de un discurso de varios tuits ofensivos sobre un reportero de “tercera categoría”, un “perdedor borracho / drogado” y una “torcida [Hillary] torcida”.

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eL FuneraL se realizó en Houston
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La IgLesIa episcopal de san Martín fue insuficien­te para quienes deseaban despedirse de la ex primera dama
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FuncIonarI­os y familiares dieron el adiós a la señora

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