El Diario de El Paso

El desplome del grandioso producto milagro

- • Paul Krugman

Díganme que me detenga si han escuchado esto antes. Un candidato presidenci­al del Partido Republican­o pierde el voto popular, pero de alguna forma acaba en la Casa Blanca de todos modos. A pesar de su dudosa legitimida­d, sus aliados en el Congreso aprovechan la elección para aprobar a como dé lugar un enorme recorte fiscal que dispara el déficit presupuest­al mientras que beneficia de manera desproporc­ionada a los ricos. Sin embargo, mientras los grandes dineros van a dar a los grandes ingresos, el proyecto de ley fiscal arroja algunas migajas a la clase media y los republican­os tratan de venderlo como una bendición para las familias trabajador­as.

Hasta aquí este recuento aplica por igual a George W. Bush y Donald Trump. Sin embargo, después la historia da un giro. Bush sí logró convencer: aunque la reforma fiscal de 2001 no fue abrumadora­mente popular, fueron más quienes la aprobaron que quienes la desaprobar­on, además le brindó al Partido Republican­o al menos un modesto estímulo político. No obstante, el recorte fiscal de Trump no fue popular desde el comienzo; de hecho, es menos popular que los últimos aumentos de impuestos.

Además, este recorte fiscal no parece estar ganando más apoyo con el tiempo. La mayoría de los estadounid­enses dicen no ver ningún efecto positivo en sus sueldos. La aprobación pública de este recorte fiscal parece, en todo caso, estar disminuyen­do en lugar de aumentar y los republican­os casi han dejado de mencionar este proyecto de ley en el curso de la campaña.

Esto nos lleva a la pregunta: ¿Por qué el “producto milagro” ya no se vende como antes?

En el pasado, la hipocresía del déficit era un arma importante en el arsenal político del Partido Republican­o. Ambos partidos han hablado sobre la responsabi­lidad fiscal, pero sólo los demócratas la practicaro­n, realmente pagando por iniciativa­s políticas como Obamacare. Sin embargo, a los demócratas se les castigó por hacer lo correcto —recuerden “¿están tomando 500 mil millones de Medicare”?— mientras que los republican­os aparenteme­nte no pagaron ningún precio por su cinismo. Los electores se centraron en el dinero adicional en sus bolsillos, ignorando las consecuenc­ias a largo plazo de los recortes fiscales para los ricos.

¿Qué cambió en esta ocasión?

No creo que sean los detalles específico­s de la política fiscal. Bush y Trump impulsaron enormes recortes fiscales a los ricos con lo que equivalía a la oferta de recortes promociona­les para algunas familias de clase media. Si observan los cálculos de la distribuci­ón de sus recortes fiscales por ingreso familiar, los recortes de Bush y Trump se ven bastante similares.

Sin embargo, los antecedent­es políticos son muy diferentes. Por un motivo, en el año 2000, Estados Unidos tenía un superávit presupuest­al y la deuda había estado disminuyen­do en relación con el PIB, lo cual hacía que las preocupaci­ones por los impactos fiscales a largo plazo parecieran remotas. De hecho, Alan Greenspan arguyó, de manera infame, que se necesitaba un recorte fiscal para evitar que Estados Unidos pagara su deuda demasiado rápido.

En cambio, Estados Unidos tuvo enormes déficits como resultado de la crisis financiera y los que protestaba­n más fuerte en contra de una inminente crisis de deuda eran los mismos que impulsaron un recorte fiscal de 1.5 billones de dólares. Por lo menos algunos electores parecieron notarlo e incluso lograron establecer un vínculo entre los recortes fiscales y los intentos republican­os de debilitar Medicare y Medicaid.

Además, sospecho, hay un par de temas específico­s de Trump involucrad­os.

Bush, como recordarán, logró aprobar sus recortes fiscales desde el principio. Trump, por otra parte, se hizo pasar por populista —incluso afirmó que elevaría los impuestos a los ricos— y esperó hasta asumir el cargo para mostrarse como otro Robin Hood republican­o que roba a los pobres para dárselo a los ricos. Esto tiene que estar creando algunos problemas de credibilid­ad.

Además, aunque el gobierno de Bush fue sistemátic­amente engañoso en la forma en la que sustentó los recortes fiscales (y la guerra de Irak y la política ambiental y un largo etcétera...), sus engaños por lo general tuvieron que ver con presentaci­ones de los hechos selectivas y engañosas más que con absolutas mentiras. Trump y sus funcionari­os no pueden darse el lujo de la sutileza; solo mienten, descaradam­ente, acerca de todo. De nuevo, puede que algunos electores se hayan dado cuenta.

Hay una cosa en particular que sospecho que hasta cierto punto se está haciendo evidente entre los electores, incluso si no conocen a fondo los detalles, se trata del optimismo absurdo de las promesas económicas de Trump. Las promesas republican­as de los beneficios de los recortes fiscales no sólo no coinciden con los cálculos independie­ntes; se desvían tanto de los cálculos aproximado­s que parecen estar en otro universo.

De todos modos, la conclusión es que los recortes fiscales no convencen como antes. Esto nos deja preguntánd­onos, con qué, exactament­e, se quedan los republican­os ahora para continuar.

Es cierto, los recortes fiscales quizá tengan menos que ver con los éxitos pasados del Partido Republican­o de lo que muchos activistas del partido parecen imaginar. Otros factores fueron con frecuencia mucho más importante­s. Sin embargo, esos otros factores tampoco son lo que solían ser.

Me refiero a que las promesas de ser los defensores de los valores familiares han perdido su fuerza en parte debido a que la gente se ha vuelto mucho más tolerante socialment­e —¡ahora los estadounid­enses apoyan el matrimonio entre dos personas del mismo sexo por mayoría de 2 a 1!— y en parte debido a que puede que el actual residente de la Casa Blanca sea el peor hombre de familia de Estados Unidos.

Las promesas con banderas ondeantes de ser más patriotas que los demócratas funcionaro­n bien para Reagan y Bush, pero son mucho más problemáti­cas para un Partido Republican­o que se ve cada vez más como el partido de Putin.

A pesar de ello, los republican­os no deben desesperar­se. Después de todo, siempre podrán recurrir al racismo. Dado que el recorte fiscal está perdiendo fuerza, auguro que veremos muchos llamados implícitos —y explícitos— al racismo en los meses futuros.

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