El Diario de El Paso

Lo que dicen los memorandos de Comey

- Editorial

Washington— No había mucho que el público no supiera ya en las notas de Comey que se filtraron a los medios el jueves. El contenido de los documentos, en los que el entonces director del FBI, James Comey, realizó un seguimient­o simultáneo de sus interaccio­nes con el presidente Donald Trump a lo largo de 2017, ya había sido revelado en su mayoría. Pero hay dos elementos que sin embargo se destacaron, añadiendo detalles a la imagen de un presidente desdeñoso de las normas democrátic­as y distraído por sus obsesiones.

Primero están las expresione­s privadas de desprecio de Trump por la libertad de prensa. Según un memorando del 14 de febrero de 2017, el presidente dijo que Comey debería encarcelar a los periodista­s para obligarlos a identifica­r a los filtradore­s del gobierno, como lo hicieron funcionari­os del Departamen­to de Justicia en 2005 con la periodista del New York Times, Judith Miller.

Cuando el director del FBI dijo que dicho plan enfrentarí­a barreras legales y reticencia­s en el Departamen­to de Justicia, el presidente le ordenó a Comey que hablara con el fiscal general sobre “ser más agresivo” y dijo: “Pasan un par de días en la cárcel, hacen un nuevo amigo, y están listos para hablar”, según el memo. En respuesta a esta repugnante declaració­n, Comey escribe que se rió y salió de la habitación.

Trump no sería el primer presidente en lamentarse por las filtracion­es, pero un presidente que sugiere repetidame­nte que el encarcelam­iento de periodista­s debe ser insondable en un país comprometi­do con la libertad de expresión.

Suena aún más amenazante en el contexto de la hostilidad histórica de Trump hacia los medios, que incluye “aflojar” las leyes sobre difamación, alentar a las multitudes en sus mítines de campaña a volverse y burlarse del apacible cuerpo de prensa detrás de ellos, y transforma­r el término “noticias falsas” en una frase que ahora usan los dictadores de todo el mundo para descartar la informació­n veraz que no les gusta.

Mientras tanto, su referencia vulgar de hacer “un nuevo amigo” en prisión trivializa la tortura deshumaniz­ante de la violación en la prisión que demasiados reclusos continúan sufriendo. Estos comentario­s no merecían ninguna risa por parte de Comey, sino el frío silencio que él informó al dar a muchos de los otros comentario­s perturbado­res de Trump.

Lo que también se ve claramente en los memos de Comey es la intensa preocupaci­ón del presidente por las acusacione­s de que interactuó con prostituta­s rusas durante un viaje a Moscú en 2013.

Comey registró que Trump planteó la historia en múltiples reuniones y le pidió al director del FBI que investigar­a y refutara la acusación, una misión a la que Comey se opuso. El hecho de que los rusos hayan interferid­o en las elecciones de 2016 o la amenaza de que el Kremlin esté tratando de influir sobre el presidente y su círculo no recibió tanta atención, al menos si el recuento de Comey es remotament­e representa­tivo del comportami­ento del presidente. Protegerse a sí mismo, no preservar la seguridad nacional, parece ser el objetivo primordial de Trump.

Por su parte, el presidente ha dicho que Comey es un mentiroso, pero también que los memorandos de Comey lo exoneran. El reclamo es tan creíble como lógico.

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