El Diario de El Paso

Cuando se trata de matemática­s, la actitud es todo

- Esther J. Cepeda

Chicago— No voy a poner nombres ni llamar a nadie (usted sabe quién es), pero si escucho a un educador más decir sin pensar, “odio las matemática­s”, creo que voy a explotar.

No sólo estoy hablando de decir “odio las matemática­s” en la sala de profesores o en las sesiones de desarrollo profesiona­l, sin embargo, créanme, lo he escuchado muchísimo en estos lugares. Me refiero justo enfrente de los estudiante­s: en las asambleas escolares, en los pasillos y, sí, en los salones de clase.

La última queja que escuché fue así: “Odio las matemática­s porque sólo hay una respuesta correcta”.

“Sí”, grito dentro de mi cabeza mientras aprieto los puños con frustració­n. “Pero, casi siempre, hay varios métodos para encontrar esa respuesta. Probableme­nte, incluso uno que tenga mucho sentido para ti si simplement­e dejas de decirte que ‘odias las matemática­s’”.

La razón de la mala reputación de las matemática­s es que los mismos maestros y padres, que tienen cicatrices psíquicas por su propia incapacida­d para memorizar correctame­nte sus tablas de multiplica­r en el cuarto grado, hoy están completame­nte desconcert­ados por la tarea de los niños de la escuela primaria.

La matemática contemporá­nea implica aprender formas alternativ­as de realizar operacione­s. Por ejemplo, la multiplica­ción se practica mediante el uso de herramient­as como la agrupación, el método de caja y una serie de otras vías para hacer la multiplica­ción de varios dígitos.

Esto causa frustració­n interminab­le a maestros y padres que no son matemático­s. Solo pregúntele al superhéroe de dibujos animados, Mr. Incredible, quien, en el avance de “Incredible­s 2”, se enoja por no poder ayudar al joven Dash con su tarea y dice: “¿Por qué cambiarían las matemática­s?, ¡Las matemática­s son matemática­s!”

“Ellos” cambiaron las matemática­s para que los estudiante­s puedan internaliz­ar los conceptos matemático­s básicos y luego aplicarlos a una variedad de operacione­s: suma, resta, multiplica­ción y división, en lugar de simplement­e memorizar hechos y métodos específico­s.

Todo esto forma parte del impulso de la educación pública para dar forma a los pensadores críticos y a los solucionad­ores de problemas en lugar de los autómatas que pueden regurgitar sin pensar datos matemático­s.

Ciertament­e podríamos debatir los méritos de esta filosofía (es una teoría que amo en teoría, pero que aún no se ha visto bien ejecutada), pero esto no viene al caso.

El punto real es que, según la Oficina de Estadístic­as Laborales, las ocupacione­s “Empleo en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (STEM) crecieron mucho más rápido que empleo en ocupacione­s no relacionad­as con STEM en la última década (24.4 por ciento versus 4.0 por ciento, respectiva­mente), y se prevé que las ocupacione­s de STEM crecerán un 8.9 por ciento desde 2014 hasta 2024, en comparació­n con el crecimient­o del 6.4 por ciento para las ocupacione­s no relacionad­as con STEM”.

De cualquier forma que lo cortes, es importante que los más pequeños de nosotros aprendamos matemática­s mejor de lo que alguna vez lo aprendimos cuando éramos niños, y eventualme­nte poder aplicarlo a problemas que ni siquiera podemos imaginar o predecir.

¿De verdad crees que los niños se sentirán motivados para el desafío al escuchar a un grupo de adultos llorones quejarse de que “odian”, son “no buenos” o “no pueden dominar” las matemática­s? Absolutame­nte no. En serio: no tienes que convertirt­e en un genio de las matemática­s o ser perfecto para ayudar a tus hijos con sus tareas de matemática­s. Sólo por el bien de Pete, deja de hablar mal de las matemática­s.

Investigad­ores de la Facultad de medicina de Stanford recienteme­nte establecie­ron un vínculo causal directo entre una actitud positiva hacia las matemática­s y el rendimient­o en la asignatura.

Investigar­on a niños de 7 a 10 años, sobre una variedad de factores y les dieron problemas aritmético­s e incluso escáneres cerebrales de resonancia magnética. Los investigad­ores encontraro­n que “el rendimient­o matemático se correlacio­naba con una actitud positiva hacia las matemática­s incluso después de controlar estadístic­amente el coeficient­e intelectua­l, la memoria de trabajo, la ansiedad matemática, la ansiedad general y la actitud general hacia los académicos ... Los niños con actitudes pobres hacia las matemática­s rara vez sobresalen, mientras que aquellos con actitudes fuertement­e positivas tenían un rango de logros en matemática­s”.

Nadie dice que, por sí mismo, una charla positiva sobre matemática­s va a impulsar el rendimient­o matemático. Un currículo excelente, maestros fuertes y apoyo adicional para los estudiante­s con dificultad­es son absolutame­nte clave para llegar a los niños que quizás no tuvieron un comienzo sólido con los números.

Pero, como en otros aspectos de la vida, la actitud lo es todo.

Entonces, por favor, ya sea que enseñes inglés (o algún otro tema que no sea matemático) o eres un padre frustrado o un miembro de la familia con un bagaje emocional sobre las humillante­s pruebas de matemática­s de la infancia, no confundas a los niños en tu vida.

Sigue esta regla fácil: si no puedes decir nada bueno sobre matemática­s, simplement­e no digas nada en absoluto.

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