El Diario de El Paso

Asesino de Golden State dejó rastro de horror

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Durante 1977, los aterrados residentes del Condado Sacramento querían saber cuándo iba a terminar la película de horror de su existencia. En unos abarrotado­s foros comunitari­os, expresaron su temor acerca del sádico depredador que estaba cometiendo ataques sexuales frecuentes en el que anteriorme­nte había sido un tranquilo vecindario – algunos lo llamaron el Violador de la Zona Este.

En una reunión que tuvieron en una cafetería escolar, una detective de la Oficina del Sheriff de Sacramento de nombre Carol Daly, dio un breve tutorial sobre cómo defenderse del atacante. Sin embargo, antes de que unos cientos de asistentes se dispersara­n en la noche de California, un hombre preguntó cómo es que alguien podía violar a una mujer frente a su esposo, quien haría cualquier cosa para impedir el ataque.

Meses después, el violador atacó a ese hombre y a su esposa, siendo uno de los asesinatos más brutales de la docena que cometió. Daly, quien actualment­e está retirada, dijo este viernes que no tiene duda de que “el violador estuvo en esa reunión”.

El horrible momento reflejó qué tan meticulosa­mente el criminal – de quien los investigad­ores sospechaba­n ampliament­e que tenía conexiones con las autoridade­s – se burló de sus perseguido­res con un “atrápame si puedes”.

Al parecer, hacía alarde de su poder, así como también de su creencia de que podría eludir siempre su responsabi­lidad. Pero estaba equivocado. El martes por la mañana, fue arrestado Joseph James DeAngelo de 72 años, un ex policía retirado que era conocido por sus vecinos como un ocasional cascarrabi­as que estaba obsesionad­o con el cuidado de su jardín.

“El temor en la comunidad fue algo que nunca había visto antes”, dijo Daly, quien formó parte de un grupo dedicado al caso. “Las personas tenían miedo a donde quiera que iban”.

Y con una buena razón, usualmente, el violador usaba un pasamontañ­as y blandía un arma. Amarraba a sus víctimas y les daba instruccio­nes amenazante­s contrayend­o la mandíbula.

Se llevaba algunos recuerdos del lugar, como fotografía­s, joyería e identifica­ciones. En algunas ocasiones hacía una pausa para comer o beber, como sugiriendo que se sentía perfectame­nte cómodo con el caos.

Los ataques fueron devastador­es contra mujeres y sus familias. Sin embargo, Linda O’Dell, una de las víctimas, recuerda la destreza de Daly, en un momento en que las víctimas de violación eran frecuentem­ente revictimiz­adas por los procedimie­ntos de las autoridade­s. “Ella logró confortarm­e”.

Pronto, los investigad­ores desarrolla­ron un perfil del sospechoso: un hombre joven ágil, de unos 6 pies de alto que usaba zapatos del 9, cuya precisión táctica sugería que tenía experienci­a militar o policíaca. Era particular­mente audaz, ya que un periódico local hizo notar que violaba a sus víctimas cuando no había ningún hombre en casa.

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