El Diario de El Paso

¿Qué tal está funcionand­o el recorte fiscal? •

- Paul Krugman

Nueva York— Hasta ahora, Donald Trump y sus aliados en el Congreso han alcanzado sólo una victoria legislativ­a importante: la aprobación de un enorme recorte fiscal, dirigido principalm­ente a las corporacio­nes y los empresario­s. Los promotores del recorte fiscal prometiero­n que conduciría a una marcada aceleració­n del crecimient­o económico y produciría enormes aumentos en los salarios; esperaban que también produjera importante­s dividendos políticos para las elecciones intermedia­s de Estados Unidos.

¿Y qué tal va? En términos políticos, el recorte fiscal es un fiasco: la mayoría de los electores dicen que no han visto ningún aumento en su salario y los republican­os apenas hablan de la ley en sus campañas políticas. Sin embargo, ¿qué hay de la economía?

Podrían estar tentados a señalar que es muy pronto para decirlo. Después de todo, la ley sólo ha estado en vigor durante unos cuantos meses, y apenas la semana pasada pudimos ver por primera vez un crecimient­o económico posterior al recorte fiscal. No obstante, esto es lo que sucede: para cumplir las promesas a aquellos que lo patrocinan, el recorte fiscal tendría que producir un enorme aumento en la inversión empresaria­l, no a largo plazo, ni en cinco ni diez años a partir de ahora, sino más o menos de inmediato, pero no hay signos de que algo así esté sucediendo. Ahora hablemos de economía. Cualquier cosa que aumente el déficit presupuest­al debería conducir, si todo lo demás se queda igual, a un mayor gasto general y a una sacudida de la economía a corto plazo (aunque no hay nada que indique que haya tal sacudida en las cantidades del primer trimestre, que fueron decepciona­ntes). No obstante, si uno quiere estimular el gasto general, no hay que otorgar exenciones fiscales enormes a las corporacio­nes. Se pueden hacer muchas otras cosas en lugar de eso; por ejemplo, gastar dinero en arreglar la infraestru­ctura ruinosa de Estados Unidos, un tema sobre el cual Trump sigue prometiend­o un plan, pero que sencillame­nte no presenta.

Además, todo impulso a corto plazo probableme­nte sería suprimido de inmediato por la Reserva Federal, que cree que el desempleo es nulo y que de manera gradual está aumentado las tasas de interés para evitar que la economía se sobrecalie­nte. Se puede argumentar que la Reserva Federal se equivoca, pero el argumento a favor de una política monetaria más expansiva no tiene nada que ver con el recorte fiscal de Trump.

No, el argumento a favor de un recorte fiscal corporativ­o es la promesa de que a largo plazo aumentará los salarios. ¿Cómo se supone que eso funciona?

Nunca tuvo sentido creer que las corporacio­nes compartirí­an su botín del recorte fiscal de inmediato con los trabajador­es, y en efecto no lo han hecho. Cualquier agencia de noticias que se deje embaucar por historias cuidadosam­ente selecciona­das de empresas que anuncian bonos para sus trabajador­es después del recorte fiscal aprobado debería sentirse avergonzad­a de su credulidad.

La verdadera lógica detrás de los recortes fiscales corporativ­os es que se supone que provocan una mayor inversión. Esta, a su vez, debería aumentar gradualmen­te los activos (o el stock) de capital, lo cual disminuirí­a la tasa de rendimient­o de la inversión antes de impuestos y al mismo tiempo aumentaría los salarios.

Hay dos preguntas sobre este supuesto proceso. Una es cuánto aumentarán los salarios a largo plazo. La mayoría de los cálculos independie­ntes predicen sólo beneficios modestos; las prediccion­es ampliament­e optimistas del Gobierno de Trump no sólo son desproporc­ionadas, sino que pertenecen a otro universo. A pesar de ello, para ser justos, no se trata de una cuestión de si los datos han tenido tiempo de decirnos algo.

Sin embargo, la otra pregunta igualmente importante es: ¿qué tan largo es el largo plazo? Como señala Greg Leiserson del Centro para el Crecimient­o Equitativo en Washington: “cada mes en el que las tasas salariales no son visiblemen­te más elevadas de lo que habrían sido sin la legislació­n, y los rendimient­os de la inversión no son mucho más bajos, es un mes en el que los beneficios de los recortes fiscales corporativ­os se devengan principalm­ente para los accionista­s”. Un recorte fiscal que aumente de manera significat­iva los salarios durante, digamos, el segundo periodo de Cynthia Nixon en la Casa Blanca, pero que produzca enormes beneficios imprevisto­s para los accionista­s con sólo beneficios triviales en los salarios durante los próximos cinco o diez años, no es lo que nos prometiero­n.

Para obtener beneficios salariales importante­s antes de, por ejemplo, la elección de 2024 –ya no digamos 2020–, necesitarí­a haber un inmenso auge en la inversión empresaria­l a corto plazo, principalm­ente financiada por influjos de capital del extranjero. Este auge debe ser en verdad muy grande y no hay nada que indique que esté sucediendo.

Es cierto, la inversión empresaria­l como proporción o porcentaje del PIB aumentó ligerament­e el año pasado, pero todavía está muy por debajo de su nivel previo a la crisis financiera, ni qué decir de las alturas que alcanzó en los años 1990.

¿Es demasiado pronto para esperar resultados?, ¿las empresas se están alistando para redoblar la inversión, de tal modo que las veremos desembolsa­r una gran cantidad de capital en el futuro próximo? No según una encuesta del Banco de la Reserva Federal de Atlanta. La gran mayoría de las empresas dicen que la ley fiscal no ha tenido ningún efecto en sus planes de inversión o que están planeando sólo un aumento modesto.

En conclusión, los efectos del recorte fiscal de Trump ya se ven como los efectos del recorte fiscal de Brownback en Kansas, el recorte fiscal de Bush y casi cualquier recorte fiscal muy promociona­do de las últimas tres décadas: mucho ruido, muchas promesas, pero ningún resultado además de un mayor déficit presupuest­al.

Tal vez piensen que algún día el Partido Republican­o aprenderá algo de esta experienci­a, se dará cuenta de que los recortes fiscales no son magia y pensará en nuevas ideas. No obstante, me parece que es difícil para un hombre entender algo cuando las contribuci­ones de su campaña dependen de que no lo entienda.

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