California, la quinta mayor economía del mundo
San Francisco – Cuando una agencia de transporte anunció hace dos años que las horas pico eran cosa del pasado en una de las carreteras principales del área de la bahía de San Francisco, no fue una buena noticia.
“Por primera vez desde que se tienen registros, se han fusionado las horas pico de la mañana y de la tarde”, señaló un vocero de la agencia, la Comisión de Transporte Metropolitano, “la autopista permanece congestionada desde las 5:30 de la mañana hasta casi las 8 de la noche”. Esta situación ha ido empeorando. La economía de California ha crecido vertiginosamente hasta la estratosfera, pero a cambio ha pagado el precio. La paralización del tráfico es tan solo uno de los síntomas; otro es el precio cada vez más absurdo que alguien debe pagar por tener un techo sobre su cabeza.
Una persona del medio oeste de Estados Unidos ideó una fórmula rápida para calcular el precio de una casa en el área de la bahía: basta averiguar cuánto costaría una casa similar en Minnesota y luego sumarle un millón de dólares.
Con mucha frecuencia se escuchan historias en las noticias de California sobre alguna choza en ruinas que está a la venta en un barrio común y corriente por un precio de siete dígitos, y que tiene que derribarse. Se han vuelto de lo más común, así que ya no escandalizan a nadie.
California registró la semana pasada otro hito que refleja una faceta del éxito del estado capaz de producir más orgullo. Si el estado fuera un país independiente, su economía se clasificaría en el quinto lugar del mundo, por arriba del Reino Unido (que desde hace algún tiempo crece con lentitud). California ya había ocupado antes ese lugar, pero descendió un poco durante la gran recesión de hace una década.
Gracias a su florecimiento y a que ahora supera a muchos otros, este estado ha reforzado una narrativa liberal sobre el crecimiento, cuya premisa es que un estado puede tener un gobierno grande y también una economía pujante (Texas es el ejemplo de los conservadores para el caso contrario: una economía grande, de rápido crecimiento, con un gobierno que no se mete).
California tiene leyes estrictas para proteger el medioambiente, un sistema tributario progresivo y un salario mínimo que va en ascenso; ahora es de 10.50 dólares por hora y se planea que aumente por etapas hasta 15 dólares para 2023. El estado acoge a los inmigrantes, celebra la diversidad étnica y lingüística e intenta activamente combatir el cambio climático. Con todo, su economía sigue creciendo.
“Hemos elevado el impuesto sobre la renta y los pagos asociados a la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero son cada vez más altos”, dijo Stephen Levy, director del Centro de Estudios Continuos de la Economía de California. “Ninguna de estas medidas ha mermado el atractivo de este estado para quienes tienen talento, buscan innovar y son emprendedores”.
Gracias a su éxito económico, California puede actuar con audacia y desafiar al presidente Donald Trump. Es una especie de refuerzo invisible que permite al gobernador y al procurador general confrontar al gobierno de Trump, tal como lo hicieron hace poco en una conferencia de prensa en Sacramento, por “básicamente iniciar una guerra contra el estado de California”.
California no es el único estado que goza de una buena posición, por supuesto. La Oficina de Análisis Económico de EU publicó la semana pasada un mapa que muestra un patrón de prosperidad un tanto desequilibrado en los Estados Unidos. Las economías de estados como Kansas y Luisiana se redujeron un poco el último año, mientras que los estados del oeste prosperaron: Nevada creció un 3.5 por ciento, Washington un 4.4 por ciento y Arizona un 3.2 por ciento.
Sin embargo, incluso entre sus vecinos que experimentan un auge, California, que registró un crecimiento del tres por ciento el año pasado, se destaca por la diversidad y la gran magnitud de su economía.
No es ninguna sorpresa que Silicon Valley sea responsable en gran parte del éxito de California. Los ingresos que atrajo Apple, uno de los gigantes tecnológicos del estado, durante el año fiscal anterior (229 millones de dólares) equivalen al quíntuple del total de la producción económica de Wyoming.
Todo ese dinero que fluye hacia las industrias tecnológicas y del entretenimiento en California produce un efecto expansivo de riqueza, pues multiplica el gasto de los trabajadores del estado, no solo el de aquellos que trabajan directamente en esos campos.
Facebook reveló el mes pasado que la mediana de los salarios de sus empleados era de 240.430 dólares al año. El jefe de bomberos en San Ramón tampoco puede quejarse de sus ingresos, que en 2016 ascendieron a un total de 516.344 dólares, incluyendo salario y prestaciones, según el sitio web de California Transparente. En todo el estado hay casi 200 agentes de policía, que ganan más de 300.000 dólares al año, incluidas las horas extraordinarias y las prestaciones.
Como a muchos otros estados, a California siempre le preocupa planear cómo va a cubrir sus obligaciones de pensiones a largo plazo, una situación que se complica dados los elevados sueldos de los trabajadores del sector público. Pero en estos tiempos de auge, la brillante posición fiscal de California no tiene punto de comparación con la del gobierno federal. La Tesorería del estado tiene efectivo de sobra y está reservando miles de millones de dólares en un fondo para los tiempos difíciles.
Cuando el gobernador Jerry Brown volvió a asumir el cargo en 2011, había un déficit presupuestario de 27.000 millones de dólares. Ahora, después de ocho años de expansión económica, el estado tiene un superávit de 6000 millones de dólares, y sus ingresos fiscales están muy por encima de las proyecciones.
No obstante, es difícil ignorar las desventajas que conlleva la prosperidad: el tráfico, los precios de los inmuebles y la falta de vivienda.
Estos dos últimos temas se consideran cada vez más dos caras de la misma moneda. En 2017, la población sin hogar creció más rápido en California que en cualquier otro estado (14 por ciento), y también registraron la mayor proporción de esa población sin un resguardo: el 68 por ciento de las 134 mil personas del estado que no tienen hogar duermen a la intemperie.