Suicidio obliga a universidad a revisar confidencialidad
Clinton, Nueva York – Los días posteriores a que su hijo Graham se colgara en su habitación en Hamilton College, Gina Burton se dedicó a ordenar sus asuntos con una eficiencia nublada; su duelo estaba teñido con una molesta sensación de que algo no encajaba.
Atendía peticiones y notas de condolencias de la universidad; le prometió a la directora de asuntos escolares una copia de su obituario para que pudieran “ver lo especial que Hamilton era para él”. Esta era la razón por la que su suicidio “no tenía ningún sentido”, acotó confundida. Al día siguiente, Burton recibió las condolencias del presidente de la universidad, y le aseguró que “Hamilton había sido la opción correcta” para su hijo.
Sin embargo, dos semanas después, leyó el diario de su hijo y todo cambió. Graham Burton, estudiante de segundo año, escribió que estaba reprobando tres de sus cuatro clases y se llamaba a sí mismo “un fracaso sin futuro”. Tenía problemas de sueño, faltaba a clases, entregaba tarde sus tareas. La universidad sabía sobre sus problemas, escribió, pero se habían tardado en ofrecerle ayuda y comprensión.
“¿Les importaría aclararme esto?”, exigió Gina Burton en un correo electrónico furioso que mandó a las 2:53 a. m. a la directora académica, con copia al presidente y a la directora de asuntos escolares. “Si esto fue lo que orilló a Graham al suicidio, no sé si seré capaz de soportarlo”.
Su descubrimiento dio origen a una ola de dolor y búsqueda interior, pero también a una campaña para eliminar algunos de los velos de confidencialidad que las universidades dicen que protegen la privacidad y la autonomía de los estudiantes, que están aprendiendo a ser adultos.
En Estados Unidos, el suicidio es la segunda causa de muerte, después de los accidentes, entre los adultos que están en edad de asistir a la universidad. La cantidad de estudiantes universitarios que solicitan tratamiento para la ansiedad y la depresión ha subido bruscamente durante los últimos años, y las escuelas han redoblado esfuerzos en intervenciones e investigación sobre salud mental. Aun así, las familias siguen presionándolas para que tomen más responsabilidad respecto del bienestar de los estudiantes.
La Corte Suprema de Massachusetts dictó el lunes que el MIT no podía ser señalado como responsable por el suicidio de un estudiante de posgrado en 2009. Sin embargo, la corte dictaminó que una universidad podría ser responsable bajo circunstancias limitadas, como cuando un estudiante expresa directamente al personal de la universidad sus planes de suicidarse.
“Creo que todos deberían estar advertidos de que las escuelas no pueden esconder la cabeza en la arena”, dijo una abogada especializada en salud mental, Carolyn Reinach Wolf. “No pueden decir: ‘Tenemos a los estudiantes en préstamo’”.
Los profesores de Hamilton College, al norte del estado de Nueva York, habían expresado su preocupación sobre Graham Burton casi durante todo el periodo escolar de otoño y sabían que estaba pasando por mucha angustia, según un informe sobre su muerte al que tuvo acceso The New York Times. Más de un mes antes de su muerte, su tutor, Maurice Isserman, le escribió a la directora académica la advertencia más fuerte de varias que ya había hecho: “Obviamente lo que está sucediendo en este caso es una caída directo al precipicio. No sé cuales son las reglas o los procedimientos para llamar a los padres, pero si este fuera mi hijo, me gustaría estar enterado”.
Isserman dio en el blanco de lo que le importaba a los Burton: si la universidad tenía o no la responsabilidad de comunicarles lo que sabía.
Los funcionarios de la universidad dicen que están limitados por el Family Educational Rights and Privacy Act, o FERPA, una ley federal que rige la privacidad de los estudiantes, para contactar a los padres. Un funcionario de Hamilton citó la ley en una junta de asamblea estudiantil reciente cuando los estudiantes le preguntaron sobre la disputa de la familia Burton por no haber recibido aviso sobre los problemas de su hijo. La ley considera adultos a los estudiantes y prohíbe que los padres revisen documentos básicos, como sus expedientes, sin el permiso de sus hijos.
Hay algunas excepciones: las universidades pueden dar cualquier documento a los padres si el estudiante firma un consentimiento, si la universidad sabe que el padre incluye al hijo como dependiente económico en sus declaraciones de impuestos o en una emergencia de seguridad o de salud. Aun así, las leyes federales permiten que las universidades actúen de manera discrecional. Se les permite, pero no se les requiere, liberar los documentos o avisarle a un familiar si un estudiante tiene tendencias suicidas.
Las universidades utilizan la ley no solo para proteger la privacidad de los estudiantes, sino también para blindar a la escuela ante conflictos con los padres y otras fuerzas de la sociedad, dijo Brett Sokolow, un consultor de riesgos administrativos que trabaja para universidades.
“Existe la ética de salvaguardar la privacidad y la confidencialidad, lo que puede ser a veces muy benéfico”, dijo Sokolow. “Pero cuando alguien muere, ¿desearías haber trabajado para mantener su privacidad o para mantener viva a esa persona?”.
Señales de alarma
Burton pasaba horas tocando la guitarra y charlando sobre la vida con su amigo cercano, Max Phillipps, que vivía al otro lado del pasillo durante su segundo año. Phillipps recuerda que Burton parecía extraordinariamente creativo en esos momentos, escribiendo obras de teatro, cuentos y entradas en su diario. Sin embargo, también usaba la misma ropa todos los días y tenía hábitos de sueño erráticos. “Su semblante era muy melancólico”, dijo Phillipps. “Tenía que esforzarme para hacerlo reír”.
En retrospectiva, añade Phillipps, “definitivamente había señales”.
Algunos profesores estaban de acuerdo en eso. El informe sobre la muerte de Burton mostró que tres de sus cuatro profesores, su tutor y la directora académica habían intercambiado correos electrónicos sobre sus frecuentes faltas a clase. Los tres profesores mandaron cuatro advertencias académicas.
La más joven, Anne Feltovich, una maestra de latín en sus treintas, fue la más persistente y parecía ser la más empática. “Querido Graham”, le escribió en un correo electrónico el 24 de octubre, “te saliste del radar. ¿Cómo estás?”. Más tarde, le ofreció ponerle una nota de “por terminar” y darle tutorías sobre Ovidio y Libia por Skype durante las vacaciones. “Te mando apoyo y fortaleza desde aquí”, escribió.
Su tutor, Isserman, al principio calificó la falta de atención de Burton en sus estudios como “su modus operandi, me temo”. Sin embargo, al poco tiempo aumentó sus advertencias.
El 2 de noviembre, Isserman escribió a la directora académica, Vivyan Adari, porque no había podido contactar a Burton, quien él pensaba estaba pasando por “una completa caída al precipicio”. Después de dos semanas, Burton le escribió a Feltovich que había tenido una reunión con la directora.
Al cuestionarla sobre Burton la semana pasada, Adair dijo en un correo electrónico que ella le había rogado a Burton que “hablara con sus padres sobre sus problemas académicos y que buscara ayuda en el centro de orientación si se sentía deprimido”.
No obstante, ella dijo que cuando se reunió con él, parecía dedicado a la escuela, a su escritura y a su vida social. ”Mi papel era trabajar con él para resolver sus problemas académicos, y así lo hice”, dijo Adair. “Si hubiera percibido que estaba en riesgo, por supuesto que habría tomado otras medidas”.
El informe dice que no hay políticas o prácticas que le prohíban a los empleados contactar a los padres. Sin embargo, dice que “la impresión predominante de los maestros y empleados es que la filosofía general de la universidad es tratar a los estudiantes como adultos y dejarlos hacerse cargo de cualquier problema que enfrenten”.
Alrededor de la 1:30 a. m., un día en la semana de exámenes finales, Phillipps regresó a su habitación después de estudiar y encontró a Burton con ganas de hablar, pero Phillipps tenía un examen final en la mañana y le pidió que esperara.
Cuando regresó de su examen final, cerca de las 11 a. m. del 14 de diciembre, abrió la puerta de Burton y lo encontró colgando de su cinturón.
“Pienso en eso todos los días de mi vida”, dijo Phillips.
Los Burton no eran totalmente ignorantes de la situación. En sus correos electrónicos a la universidad después de su muerte, la señora Burton dijo que había hecho citas con el doctor para que revisara el insomnio de su hijo y que también había hablado con él sobre ir a las clínicas Amen, un centro de psiquiatría, para hacerse escaneos cerebrales. No obstante, ella cuenta que él le había contado sobre sus clases y que pensaba con entusiasmo en los planes para el futuro: ir a esquiar con la familia, comprar una camioneta Subaru usada, conseguir un empleo durante el verano.
El informe recomienda que la universidad ponga en marcha un sistema más centralizado para manejar casos de estudiantes en problemas. También recomendó “talleres de empatía”.
Los funcionarios de la universidad declinaron hacer comentarios sobre la muerte de Burton, pero dijeron que habían tomado las medidas recomendadas en el informe. Crearon un nuevo puesto, el de director adjunto de apoyo estudiantil, que ocupa una persona con estudios profesionales en salud mental. Los miembros del profesorado están recibiendo capacitación para reconocer a los estudiantes en depresión, y un comité aparte para dar seguimiento a estudiantes en riesgo. La universidad también formó una coalición de profesores, empleados y estudiantes, liderado por el director adjunto, para tratar de reducir el estrés en la universidad.
A pesar de los cambios, los profesores aún tienen que contactar a algún director, y no directamente a los padres, cuando estén preocupados por los estudiantes, dijo Terry Martínez, la directora de asuntos escolares.
El colegio Hamilton notó la desesperación del estudiante. Sus padres no, hasta que fue demasiado tarde