El sueño de Trump hecho realidad
Nueva York— Mi esposa está construyendo un museo del lenguaje en Washington (del que soy vicepresidente), así que la gente a menudo le envía ejemplos graciosos de juegos de palabras, entre ellos una lista de modismos erróneos de oxforddictionaries.com. Mis favoritos: “No juzgues a un libro y échate a dormir”. “Camarón que se duerme, ríe mejor”. “Cría cuervos y te diré quién eres”. “El que con lobos anda, dondequiera es verde”.
Y uno que describe perfectamente el enfoque del presidente Donald Trump respecto de cada una de las políticas de Barack Obama, entre ellas su acuerdo nuclear con Irán: “Si no puedes con tu enemigo, quema las naves”.
Ese es mi tema de hoy. Al adoptar una postura férrea contra Irán, Trump puso bajo el reflector el mal comportamiento de Irán y creó una oportunidad para mejorar el acuerdo nuclear.
Sin embargo, para lograrlo, Trump habría tenido que admitir que el acuerdo de Obama tenía buenos puntos y conformarse con ajustes limitados, pero valiosos que nuestros aliados europeos probablemente habrían aceptado.
En cambio, Trump se fue al otro extremo, quemó todo el puente, nos separó de Alemania, Francia y el Reino Unido, socavó el poder de la moderación en Irán y ahora debe gestionar, él solo, una confrontación compleja y multidimensional con Teherán.
La opinión que Obama tenía de Medio Oriente era la de una región atípica, donde una mezcla tóxica de extremismo religioso, tribalismo, petróleo, corrupción, cambio climático y mala gobernabilidad hacía que el cambio positivo desde el exterior fuera imposible; debía llegar desde adentro. Para cuando terminó su periodo de ocho años, Obama ya tenía sus dudas respecto de todos los líderes del Medio Oriente —iraníes, árabes e israelíes— y de sus intenciones.
Obama fue un minimalista en materia de Medio Oriente: no hay que complicarse las cosas, sino enfocarse en la amenaza más grande. Eso implicó unirse al Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China para mantener las armas más peligrosas —las nucleares— lejos del miembro mal portado más peligroso de la región: Irán.
Como resultado de levantar las sanciones contra Irán como parte del acuerdo, Obama esperaba que Irán se integrara al mundo y moderara su régimen.
Eso último no sucedió, pero lo primero sí. Irán aceptó limitar su enriquecimiento de materiales para la fabricación de armas nucleares durante quince años a cambio de menos sanciones.
“Fue un acuerdo muy transaccional que contuvo la capacidad nuclear latente de Irán; no se trató de una gran negociación ni de un avance transformador que abarcara todo el comportamiento objetable de Irán”, dijo Robert Litwak, un experto en las negociaciones de Irán en el Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson. El acuerdo jamás cubrió la agresión regional de Irán ni su programa de misiles balísticos.
En contraste, el equipo de Trump está conformado por maximalistas. Quieren limitar el programa de misiles balísticos, revertir su alcance imperialista en el mundo árabe suní, exigir que acepte los términos que aseguren que jamás tendrá suficiente uranio para una bomba nuclear y, de ser posible, provocar un cambio de régimen en Teherán.
No obstante, Trump ha dejado muchas preguntas clave sin resolver: ¿quién gobernará Irán si el régimen islámico actual colapsa? Algo que hemos aprendido de los levantamientos de la Primavera Árabe que derrocaron a sus líderes es que, en casi todos los países, la alternativa a la autocracia resultó no ser la democracia, sino el desorden o una dictadura militar.
Es cierto que Irán tiene una gran influencia en el mundo árabe. ¿Trump utilizará las fuerzas estadounidenses para hacer retroceder a Irán? No. ¿Cuenta con el apoyo de fuerzas árabes para hacerlo? No. Ahora bien, ¿tiene aliados europeos para hacerlo? No. ¿Entonces cómo revertirá exactamente esta oleada iraní?
El mérito de Trump es que ha puesto el reflector sobre el comportamiento de Irán en maneras que los europeos jamás lo habrían hecho. Se reprueba a Israel por implantar asentamientos en lo profundo de Cisjordania. Se reprueba a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos por contribuir a la crisis humanitaria en Yemen. Pero los iraníes se han salido con la suya en cuanto a asesinatos y muertes masivas tanto en su país como en el extranjero, prácticamente sin reprobación.
Es bueno que Trump señale a Irán, pero aún necesita una estrategia para traducir su presión en el país en ganancias sustentables. “La estrategia sin influencia es ineficaz”, señaló Karim Sadjadpour, de la Fundación Carnegie.
Trump también debió haber adoptado un enfoque más simple. En vez de acabar con todo el acuerdo, debió decirles a los europeos que sólo quería agregar tres ajustes: 1. Extender a 25 años la prohibición a Irán de enriquecimiento de uranio para la fabricación de armas, de manera que fueran más de los quince años que negoció Obama. 2. Que Europa y Estados Unidos acordaran imponer sanciones a Irán si intentaba construir un misil con un rango suficiente para atacar a Europa o a Estados Unidos. 3. Que Estados Unidos y Europa utilicen la diplomacia para señalar y reprobar las “ocupaciones” de Irán en Siria, Irak y el Líbano.
Mejorar lo que comenzó Obama habría hecho mucho por los intereses de Estados Unidos: una garantía de 25 años, con inspecciones exhaustivas, para que Irán no pudiera construir de pronto una bomba. Y nos habría colocado hombro con hombro con nuestros aliados más cercanos, en vez de amenazarlos con sanciones a sus empresas si comercian con Irán.
No obstante, Trump quería destrozar tanto a Obama como a Irán, por lo que destruyó todo el acuerdo. Bueno, pues como el blog de modismos erróneos de oxforddictionaries.com le diría: Donald, “Crea fama y te lleva la corriente”.