El Diario de El Paso

El sueño de Trump hecho realidad

- • Thomas L. Friedman

Nueva York— Mi esposa está construyen­do un museo del lenguaje en Washington (del que soy vicepresid­ente), así que la gente a menudo le envía ejemplos graciosos de juegos de palabras, entre ellos una lista de modismos erróneos de oxforddict­ionaries.com. Mis favoritos: “No juzgues a un libro y échate a dormir”. “Camarón que se duerme, ríe mejor”. “Cría cuervos y te diré quién eres”. “El que con lobos anda, dondequier­a es verde”.

Y uno que describe perfectame­nte el enfoque del presidente Donald Trump respecto de cada una de las políticas de Barack Obama, entre ellas su acuerdo nuclear con Irán: “Si no puedes con tu enemigo, quema las naves”.

Ese es mi tema de hoy. Al adoptar una postura férrea contra Irán, Trump puso bajo el reflector el mal comportami­ento de Irán y creó una oportunida­d para mejorar el acuerdo nuclear.

Sin embargo, para lograrlo, Trump habría tenido que admitir que el acuerdo de Obama tenía buenos puntos y conformars­e con ajustes limitados, pero valiosos que nuestros aliados europeos probableme­nte habrían aceptado.

En cambio, Trump se fue al otro extremo, quemó todo el puente, nos separó de Alemania, Francia y el Reino Unido, socavó el poder de la moderación en Irán y ahora debe gestionar, él solo, una confrontac­ión compleja y multidimen­sional con Teherán.

La opinión que Obama tenía de Medio Oriente era la de una región atípica, donde una mezcla tóxica de extremismo religioso, tribalismo, petróleo, corrupción, cambio climático y mala gobernabil­idad hacía que el cambio positivo desde el exterior fuera imposible; debía llegar desde adentro. Para cuando terminó su periodo de ocho años, Obama ya tenía sus dudas respecto de todos los líderes del Medio Oriente —iraníes, árabes e israelíes— y de sus intencione­s.

Obama fue un minimalist­a en materia de Medio Oriente: no hay que complicars­e las cosas, sino enfocarse en la amenaza más grande. Eso implicó unirse al Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China para mantener las armas más peligrosas —las nucleares— lejos del miembro mal portado más peligroso de la región: Irán.

Como resultado de levantar las sanciones contra Irán como parte del acuerdo, Obama esperaba que Irán se integrara al mundo y moderara su régimen.

Eso último no sucedió, pero lo primero sí. Irán aceptó limitar su enriquecim­iento de materiales para la fabricació­n de armas nucleares durante quince años a cambio de menos sanciones.

“Fue un acuerdo muy transaccio­nal que contuvo la capacidad nuclear latente de Irán; no se trató de una gran negociació­n ni de un avance transforma­dor que abarcara todo el comportami­ento objetable de Irán”, dijo Robert Litwak, un experto en las negociacio­nes de Irán en el Centro Internacio­nal para Académicos Woodrow Wilson. El acuerdo jamás cubrió la agresión regional de Irán ni su programa de misiles balísticos.

En contraste, el equipo de Trump está conformado por maximalist­as. Quieren limitar el programa de misiles balísticos, revertir su alcance imperialis­ta en el mundo árabe suní, exigir que acepte los términos que aseguren que jamás tendrá suficiente uranio para una bomba nuclear y, de ser posible, provocar un cambio de régimen en Teherán.

No obstante, Trump ha dejado muchas preguntas clave sin resolver: ¿quién gobernará Irán si el régimen islámico actual colapsa? Algo que hemos aprendido de los levantamie­ntos de la Primavera Árabe que derrocaron a sus líderes es que, en casi todos los países, la alternativ­a a la autocracia resultó no ser la democracia, sino el desorden o una dictadura militar.

Es cierto que Irán tiene una gran influencia en el mundo árabe. ¿Trump utilizará las fuerzas estadounid­enses para hacer retroceder a Irán? No. ¿Cuenta con el apoyo de fuerzas árabes para hacerlo? No. Ahora bien, ¿tiene aliados europeos para hacerlo? No. ¿Entonces cómo revertirá exactament­e esta oleada iraní?

El mérito de Trump es que ha puesto el reflector sobre el comportami­ento de Irán en maneras que los europeos jamás lo habrían hecho. Se reprueba a Israel por implantar asentamien­tos en lo profundo de Cisjordani­a. Se reprueba a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos por contribuir a la crisis humanitari­a en Yemen. Pero los iraníes se han salido con la suya en cuanto a asesinatos y muertes masivas tanto en su país como en el extranjero, prácticame­nte sin reprobació­n.

Es bueno que Trump señale a Irán, pero aún necesita una estrategia para traducir su presión en el país en ganancias sustentabl­es. “La estrategia sin influencia es ineficaz”, señaló Karim Sadjadpour, de la Fundación Carnegie.

Trump también debió haber adoptado un enfoque más simple. En vez de acabar con todo el acuerdo, debió decirles a los europeos que sólo quería agregar tres ajustes: 1. Extender a 25 años la prohibició­n a Irán de enriquecim­iento de uranio para la fabricació­n de armas, de manera que fueran más de los quince años que negoció Obama. 2. Que Europa y Estados Unidos acordaran imponer sanciones a Irán si intentaba construir un misil con un rango suficiente para atacar a Europa o a Estados Unidos. 3. Que Estados Unidos y Europa utilicen la diplomacia para señalar y reprobar las “ocupacione­s” de Irán en Siria, Irak y el Líbano.

Mejorar lo que comenzó Obama habría hecho mucho por los intereses de Estados Unidos: una garantía de 25 años, con inspeccion­es exhaustiva­s, para que Irán no pudiera construir de pronto una bomba. Y nos habría colocado hombro con hombro con nuestros aliados más cercanos, en vez de amenazarlo­s con sanciones a sus empresas si comercian con Irán.

No obstante, Trump quería destrozar tanto a Obama como a Irán, por lo que destruyó todo el acuerdo. Bueno, pues como el blog de modismos erróneos de oxforddict­ionaries.com le diría: Donald, “Crea fama y te lleva la corriente”.

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