¡Ya basta!
Nueva York – Los tiroteos en las escuelas se han convertido en un motivo recurrente de la cultura estadounidense; una opción antes impensable para anormales, marginados y despreciados; una manera de encontrar una voz a través de la violencia.
Hubo otro la semana pasada en Santa Fe, Texas, donde un estudiante asesinó a diez personas y lesionó a trece más. Después del tiroteo, Paige Curry, una estudiante de la escuela, ofreció una valoración espeluznante de nuestro predicamento actual.
Un reportero de un noticiero televisivo le preguntó: “¿Hubo una parte de ti que pensó: ‘Esto no es real, esto no pasaría en mi escuela’?”.
Paige respondió negando con la cabeza y poniendo una sonrisa incómoda y reflexiva en su rostro, con la que se burló de la ingenuidad de la pregunta: “No, no la hubo”.
El reportero continuó: “¿Por qué?”.
Paige le contestó: “Ha estado pasando en todas partes. Siempre tuve la sensación de que también terminaría por ocurrir aquí”.
Las escuelas en todo el país se están preparando para esta mórbida posibilidad. De acuerdo con una Encuesta de Crimen y Seguridad por parte del Centro Nacional para Estadísticas de la Educación en 2015-16, el 92 por ciento de las escuelas públicas tiene un plan escrito para describir procedimientos que deben llevarse a cabo en caso de un tiroteo.
De acuerdo con Vox: “Desde Columbine, 32 estados han aprobado leyes que exigen que las escuelas hagan simulacros de confinamiento o algún otro simulacro de emergencia para mantener seguros a los estudiantes de los intrusos. Algunos estados fueron incluso más allá después de que murieron veinte niños en Newtown, Connecticut, en 2012. Ahora, seis estados exigen simulacros específicos de ‘tiradores activos’ cada año”.
Estas preparaciones —refugiarte en tu lugar, agacharte para cubrirte y correr por tu vida— se han convertido en una parte rutinaria de la experiencia educativa de nuestros hijos. Esto no es normal y jamás debe aceptarse como tal. Tampoco los tiroteos lo son. Todo esto es una locura.
Tenemos demasiadas armas en este país, incluyendo las armas de combate, y como resultado hay demasiados tiroteos y muertes.
Muchos de nosotros lo sabemos. También sabemos que los legisladores en Washington, así como Donald Trump, están tan comprometidos con la Asociación Nacional del Rifle (NRA) que se hará muy poco o nada para atacar el verdadero problema: las armas y su disponibilidad.
En cambio, los políticos hablan de problemas tangenciales como las enfermedades mentales, el “fortalecimiento” de blancos vulnerables como las escuelas e incluso de poner más armas en manos de la gente, como la demencia de armar a los profesores.
Una faceta principal de la campaña de Trump fue condenar la violencia en Chicago y lo que eso decía sobre la cultura de aquel lugar.
Como lo señaló The Washington Post, en su discurso inaugural, Trump prometió acabar con la “masacre estadounidense”, pero “las muertes por armas aumentan un doce por ciento, año tras año. Las lesiones por armas de fuego han aumentado casi un ocho por ciento. El número de niños menores de 12 años que han recibido disparos ha aumentado un 16 por ciento, mientras que el uso defensivo de las armas ha incrementado casi un 30 por ciento”.
Sí, la violencia vinculada con las armas de hecho está en aumento.
Como lo indicó la revista Time en noviembre: “Las muertes relacionadas con armas de fuego aumentaron por segundo año consecutivo en 2016”.
La revista continuó: “En 2016, hubo más de 38 mil muertes relacionadas con armas en Estados Unidos (4 mil más que en 2015, según muestra el nuevo informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de datos preliminares sobre la mortalidad).
La mayoría de las muertes relacionadas con armas en Estados Unidos —cerca de dos tercios— son suicidios, pero un análisis de Associated Press de datos del FBI muestra que hubo cerca de 11 mil homicidios con armas en 2016, un aumento respecto de 2015, cuando ocurrieron 9600. El aumento en las muertes relacionadas con armas llega después de un periodo de quince años de un estancamiento relativo.
Además, de acuerdo con un informe de abril del FBI: “El FBI ha clasificado 50 tiroteos que hubo entre 2016 y 2017 como incidentes con un tirador activo. Veinte incidentes ocurrieron en 2016, mientras que se vivieron 30 incidentes en 2017”. El estado con el número más alto de tiradores —seis— fue Texas, desde luego.
No obstante, puesto que los políticos en Washington han dejado claro que no tienen intención de abordar el problema ni de ponerle un alto a la NRA ni de dejar de tratar estar muertes como si fueran daños colaterales, quienes buscan un cambio deben cambiar de estrategia.
Las personas que buscan un control de armas basado en el sentido común deben convertirse en votantes enfocados en un solo tema: el control de las armas.
Puede que el apoyo a más restricciones no sea la única razón para votar por un candidato, pero debe ser suficiente para votar en contra de uno.
Debemos dejar de esperar que los políticos muestren valentía y más bien debemos comenzar a inspirarles miedo.
Como electores individuales, no necesitamos tener en mente una serie de reformas, sino solo votar constantemente por candidatos que se comprometan a abordar el problema y sacar adelante políticas efectivas e inteligentes.
Ahora todo se trata de la situación a largo plazo. La NRA no amasó su influencia de la noche a la mañana, y la construcción de un contingente de políticos comprometidos con el control de armas tampoco llegará de un día para otro. Sin embargo, puede y debe lograrse.
Los estudiantes como Paige no deberían asumir simplemente que algún día uno de sus compañeros llegará con un arma y ganas de matar, y que no hay nada que Washington esté dispuesto a hacer para evitarlo.
¡Ya basta!