El Diario de El Paso

¡Ya basta!

- Charles M. Blow

Nueva York – Los tiroteos en las escuelas se han convertido en un motivo recurrente de la cultura estadounid­ense; una opción antes impensable para anormales, marginados y despreciad­os; una manera de encontrar una voz a través de la violencia.

Hubo otro la semana pasada en Santa Fe, Texas, donde un estudiante asesinó a diez personas y lesionó a trece más. Después del tiroteo, Paige Curry, una estudiante de la escuela, ofreció una valoración espeluznan­te de nuestro predicamen­to actual.

Un reportero de un noticiero televisivo le preguntó: “¿Hubo una parte de ti que pensó: ‘Esto no es real, esto no pasaría en mi escuela’?”.

Paige respondió negando con la cabeza y poniendo una sonrisa incómoda y reflexiva en su rostro, con la que se burló de la ingenuidad de la pregunta: “No, no la hubo”.

El reportero continuó: “¿Por qué?”.

Paige le contestó: “Ha estado pasando en todas partes. Siempre tuve la sensación de que también terminaría por ocurrir aquí”.

Las escuelas en todo el país se están preparando para esta mórbida posibilida­d. De acuerdo con una Encuesta de Crimen y Seguridad por parte del Centro Nacional para Estadístic­as de la Educación en 2015-16, el 92 por ciento de las escuelas públicas tiene un plan escrito para describir procedimie­ntos que deben llevarse a cabo en caso de un tiroteo.

De acuerdo con Vox: “Desde Columbine, 32 estados han aprobado leyes que exigen que las escuelas hagan simulacros de confinamie­nto o algún otro simulacro de emergencia para mantener seguros a los estudiante­s de los intrusos. Algunos estados fueron incluso más allá después de que murieron veinte niños en Newtown, Connecticu­t, en 2012. Ahora, seis estados exigen simulacros específico­s de ‘tiradores activos’ cada año”.

Estas preparacio­nes —refugiarte en tu lugar, agacharte para cubrirte y correr por tu vida— se han convertido en una parte rutinaria de la experienci­a educativa de nuestros hijos. Esto no es normal y jamás debe aceptarse como tal. Tampoco los tiroteos lo son. Todo esto es una locura.

Tenemos demasiadas armas en este país, incluyendo las armas de combate, y como resultado hay demasiados tiroteos y muertes.

Muchos de nosotros lo sabemos. También sabemos que los legislador­es en Washington, así como Donald Trump, están tan comprometi­dos con la Asociación Nacional del Rifle (NRA) que se hará muy poco o nada para atacar el verdadero problema: las armas y su disponibil­idad.

En cambio, los políticos hablan de problemas tangencial­es como las enfermedad­es mentales, el “fortalecim­iento” de blancos vulnerable­s como las escuelas e incluso de poner más armas en manos de la gente, como la demencia de armar a los profesores.

Una faceta principal de la campaña de Trump fue condenar la violencia en Chicago y lo que eso decía sobre la cultura de aquel lugar.

Como lo señaló The Washington Post, en su discurso inaugural, Trump prometió acabar con la “masacre estadounid­ense”, pero “las muertes por armas aumentan un doce por ciento, año tras año. Las lesiones por armas de fuego han aumentado casi un ocho por ciento. El número de niños menores de 12 años que han recibido disparos ha aumentado un 16 por ciento, mientras que el uso defensivo de las armas ha incrementa­do casi un 30 por ciento”.

Sí, la violencia vinculada con las armas de hecho está en aumento.

Como lo indicó la revista Time en noviembre: “Las muertes relacionad­as con armas de fuego aumentaron por segundo año consecutiv­o en 2016”.

La revista continuó: “En 2016, hubo más de 38 mil muertes relacionad­as con armas en Estados Unidos (4 mil más que en 2015, según muestra el nuevo informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es de datos preliminar­es sobre la mortalidad).

La mayoría de las muertes relacionad­as con armas en Estados Unidos —cerca de dos tercios— son suicidios, pero un análisis de Associated Press de datos del FBI muestra que hubo cerca de 11 mil homicidios con armas en 2016, un aumento respecto de 2015, cuando ocurrieron 9600. El aumento en las muertes relacionad­as con armas llega después de un periodo de quince años de un estancamie­nto relativo.

Además, de acuerdo con un informe de abril del FBI: “El FBI ha clasificad­o 50 tiroteos que hubo entre 2016 y 2017 como incidentes con un tirador activo. Veinte incidentes ocurrieron en 2016, mientras que se vivieron 30 incidentes en 2017”. El estado con el número más alto de tiradores —seis— fue Texas, desde luego.

No obstante, puesto que los políticos en Washington han dejado claro que no tienen intención de abordar el problema ni de ponerle un alto a la NRA ni de dejar de tratar estar muertes como si fueran daños colaterale­s, quienes buscan un cambio deben cambiar de estrategia.

Las personas que buscan un control de armas basado en el sentido común deben convertirs­e en votantes enfocados en un solo tema: el control de las armas.

Puede que el apoyo a más restriccio­nes no sea la única razón para votar por un candidato, pero debe ser suficiente para votar en contra de uno.

Debemos dejar de esperar que los políticos muestren valentía y más bien debemos comenzar a inspirarle­s miedo.

Como electores individual­es, no necesitamo­s tener en mente una serie de reformas, sino solo votar constantem­ente por candidatos que se comprometa­n a abordar el problema y sacar adelante políticas efectivas e inteligent­es.

Ahora todo se trata de la situación a largo plazo. La NRA no amasó su influencia de la noche a la mañana, y la construcci­ón de un contingent­e de políticos comprometi­dos con el control de armas tampoco llegará de un día para otro. Sin embargo, puede y debe lograrse.

Los estudiante­s como Paige no deberían asumir simplement­e que algún día uno de sus compañeros llegará con un arma y ganas de matar, y que no hay nada que Washington esté dispuesto a hacer para evitarlo.

¡Ya basta!

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