RÍO GRANDE, VÍCTIMA DEL CALENTAMIENTO
Altas temperaturas evaporan sus aguas, temen que se agoten antes de lo normal
Lemitar, N. M.— Mario Rosales, quien cultiva 146 hectáreas (365 acres) contiguas al río Grande, sabe que este año el río se encuentra en mal estado. En ciertas partes ya está tan seco que parece franja de arena, mientras que la mayoría del agua del cauce es desviada para riego.
Pero el invierno pasado, el nivel de la acumulación de nieve de las montañas fue el segundo más bajo en la historia, e incluso esa agua de riego pudiera acabarse para finales de julio, tres meses antes de lo normal. Pero Rosales confía en las tormentas veraniegas.
No obstante, dichas lluvias son notoriamente impredecibles.
“Nadie tiene mucha agua”, dijo David Gensler, hidrólogo del Distrito de Conservación de la Zona Media del Río Grande, que administra el agua del río que llega mediante canales a los agricultores. “Si la usamos al principio de la temporada y ya no vuelve a llover, todo esto va a venirse abajo”.
Pase lo que pase este año, el cambio climático ha puesto en peligro el panorama a largo plazo del río.
El Grande es un clásico río, con uno o dos años secos regularmente seguidos por un par de años de lluvia que permiten la recuperación. Si las temperaturas al alza provocadas por las emisiones que dan pie al efecto invernadero reducen el agua en los años húmedos y vuelven más secos los áridos, como pronostican los científicos, será más difícil recuperarse.
“El efecto a largo plazo del calentamiento es que se dificulta más contar con el agua de escurrimiento en los tiempos de lluvia”, dijo David S. Gutzier, científico climático de la Universidad de Nuevo México. “Y vuelve los tiempos de sequía mucho más difíciles”, añade.
Registrándose en promedio aproximadamente la sexta parte del escurrimiento primaveral y con más del 90 por ciento de Nuevo México con sequía severa o excepcional, aquí las condiciones son extremas. Aun en los años de mayores lluvias hay tramos del lecho del río que eventualmente se secan conforme el agua es desviada para uso agrícola, pero el presente año el proceso comenzó un par de meses antes de lo habitual.
Sin embargo, el estado del río Grande refleja una tendencia más amplia en el poniente de Estados Unidos, donde las temperaturas más altas están disminuyendo la acumulación de nieve y la corriente de río.
En un estudio sobre el río Colorado, el cual brinda agua a 40 millones de personas y es mucho más grande que el Grande, el año pasado se determinó que del 2000 al 2014, las corrientes fueron casi 20 por ciento menores respecto del promedio del Siglo XX, atribuyéndose alrededor del 33 por ciento de dicha baja al calentamiento ocasionado por los seres humanos. En el estudio se sugiere que de continuar al ritmo actual el cambio climático, eventualmente el calentamiento inducido por el hombre podría reducir el presente siglo por lo menos otro 33 por ciento la corriente del Colorado.
“Estos dos ríos son ejemplos de lo que el cambio climático está haciendo en el suroeste”, dijo Jonathan T. Overpeck, director de la Facultad para el Medio Ambiente y la Sustentabilidad de la Universidad de Michigan y uno de los autores del estudio sobre el Colorado.
Aunque tanto el Colorado como el Grande resultan afectados por el calentamiento, explicó Overpeck, el río Grande también ha sido víctima de los descensos en las precipitaciones invernales.
Sin embargo, hubo mucha agua en el río Grande el año pasado, mientras que la abundante acumulación del líquido en el distrito en el invierno 2016-17 permitió almacenarlo en las presas. Recurrir ahora a dicha agua debe ayudar a Gensler a mantener activos por varios meses los canales de riego.
“En ciertos sentidos me preocupa más el 2019 que el 2018”, dijo. “Existe la posibilidad de que este año agotemos hasta la última gota y lleguemos sin nada al año que entra”.
Entre 1901 y 2010, las temperaturas subieron casi un grado centígrado (dos Fahrenheit) en el suroeste de Estados Unidos, mientras que en algunos modelos climáticos se pronostica un ascenso total de seis grados Fahrenheit o más para fines de siglo. Y en otras zonas del Oeste, las temperaturas invernales más elevadas significan un mayor número de precipitaciones en forma de lluvia en vez de nieve en las sierras San Juan y Sangre de Cristo que alimentan al río Grande.
Gutzler señaló que también las temperaturas primaverales han influido, pues el aire más caliente provoca que mayor cantidad de nieve se transforme en vapor y básicamente desaparezca. La temporada de cultivo más prolongada y cálida ha tenido asimismo efecto, dijo Overpeck, pues las plantas usan mayores volúmenes de agua, reduciendo aun más las corrientes.
En un año típico, la mayor parte del agua del lado norte del río Grande se desvía para riego. Por ley, un porcentaje del agua del río debe dirigirse corriente abajo, hasta una presa que brinda servicio al sur de Nuevo México y a Texas. Dicha sección del río, la cual forma la frontera con México y va a dar al Golfo de México, tiene sus propios problemas graves, dependiendo la mayoría de su agua de un tributario mexicano.