Trump y Roseanne hacen el mismo show, pero él lastima
Washington— Apenas unas horas después de que ABC cancelara abruptamente la serie de televisión de Roseanne Barr, a raíz de su tweet repugnantemente racista, el presidente Donald Trump se presentó ante una gran multitud y ofreció un espectáculo similar al que Roseanne presenta regularmente: lleno de fanatismo, mentiras y teorías de conspiración, coronado con la habitual deshumanización de los demás que hace Trump para complacer a sus audiencias, todo combinado con un resentimiento hirviente sobre niveles inventados de victimización.
Esto capta un punto sobre nuestro momento actual: Trump, más que cualquiera de sus predecesores, utiliza la Presidencia para montar un espectáculo de televisión y Twitter. Al igual que Roseanne, combina una versión idealizada de la clase trabajadora estadounidense de Trump con una realidad subyacente más fea de racismo virulento y odio que se derrama y mancha con una regularidad ahora predecible de este revestimiento de la sal-de-la-Tierra.
Pero lo que realmente define este momento es que, incluso cuando Trump hizo rugir a su multitud describiendo a los pandilleros inmigrantes como ‘animales’, la cantidad de niños migrantes bajo custodia se ha elevado por encima de los 10 mil, gracias a la nueva ofensiva fronteriza de la administración.
En la manifestación política del martes por la noche en Tennessee, Trump absurdamente promocionó la creación de empleo bajo su supervisión y sugirió que los medios que no le dan una cobertura justa han sido humillados. Hizo que la multitud emitiera abucheos al calificar cierta información como “noticias falsas”. Enfurecido, aseguró que numerosas personas se infiltraron en su campaña, en una referencia a su teoría de conspiración en curso sobre el espionaje del FBI.
Pero las mentiras más grandes de Trump estaban reservadas para la inmigración. Estableció un vínculo falso entre un ataque terrorista reciente y la “migración en cadena”, y arremetió contra la líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, demócrata de California, catalogándola como “amante de MS-13”. Luego dijo: “A ella le encanta la MS-13. Recuerden que dije: ‘Son animales’. Y ella dijo: ‘¿Cómo te atreves a decir eso?’”. Trump agregó: “Los estamos expulsando del país por miles”.
Por casualidad, los datos del Gobierno muestran que no se han arrestado a suficientes miembros de MS-13 para que esto sea siquiera posible. Esas ‘miles’ de personas deportadas deben incluir a muchos que no son miembros de la MS-13. Y Pelosi no defendió a los miembros de MS-13; ella en realidad dijo que “llamar a las personas animales no es algo bueno”. Pero la distorsión complementaria de Trump muestra que aquí nuevamente estaba en su habitual juego de deshumanización: al igual que con su comentario original de “animales”, estaba aplicando el insulto deshumanizante al subgrupo más odiado, para luego combinar a ese subgrupo con la categoría más grande (los inmigrantes sujetos a deportación) que era su verdadero objetivo, y al final fingir inocencia sobre la verdadera intención detrás de esa fusión.
Fingir inocencia es la clave aquí. Asustados por la indignación de Trump y sus aliados, las organizaciones de noticias se autocastigaron por no haber notado que el comentario de “animales” de Trump se produjo en medio de una discusión sobre los miembros de MS-13. Pero el contexto verdaderamente operativo es el más amplio, en el que Trump ha llamado violadores a inmigrantes, ha vinculado nombres hispanos aleatorios a varios crímenes “por diversión” y ha declarado esencialmente su deseo de hacer retroceder la mezcla racial y étnica del país, al publicitar su desdén para migrantes procedentes de “países de mierda”.
Trump hizo campaña en esa meta general, con diversos grados de explicitud. El martes por la noche, Trump se embarcó en una larga diatriba sobre los miembros de MS-13 –“no son seres humanos”– y luego indujo a la multitud a que rugiera al repetir la palabra “animales”. Trump puede insistir en que esto sólo se trataba de miembros de pandillas, pero la conclusión es que se trató de un mitin de odio, y demuestra una vez más que Trump considera que la realización de esa agenda más amplia es clave para su conexión visceral con estas multitudes, o con grandes franjas de su base.
¿Cómo se ve esto en realidad? Como resultado se ha llegado a la suspensión de prioridades de aplicación de la ley relativamente sanas, desvinculándose de Inmigración y Aduanas para concretar un régimen de deportación mucho más cruel. Ha llegado a una nueva política de enjuiciamiento de todas las personas que cruzan la frontera de forma ilegal, incluidos los solicitantes de asilo, lo que significa más familias destruidas. Esto está explícitamente justificado como un elemento disuasorio para dichos cruces fronterizos. Su crueldad inhumana es el objetivo principal: intenta disuadir a las personas de buscar refugio aquí. En un artículo para el portal
Crooked Media, argumenta Brian Beutler que el despido de Roseanne Barr desenmascara una ilusión sobre la América de Trump que ha sido mantenida viva (bastante irónicamente) por los medios de élite. Leemos historia tras historia retratando a los votantes de Trump en la decadente zona de manufactura del Medio Oeste de los Estados Unidos y las comunidades de carbón de los Apalaches que sufren de una ansiedad económica destinada a ennoblecer la América de Trump y limpiar los medios de su pecado de 2016, al ignorar su amplitud y alcance. Como señala Beutler, se suponía que Barr representaba a Estados Unidos, pero ahora ha dejado que fluyan los impulsos más oscuros que le dan vida a sectores sociales indescriptibles, con las que Trump continúa hablando directamente, como lo hizo anoche.
Estas divisiones económicas regionales son reales e importantes, y no creo que todos los votantes de Trump se emocionen ante el racismo de Barr. De hecho, elevar a Barr como un símbolo de la América de Trump, como Trump mismo lo ha hecho, en realidad muestra desprecio por los votantes de Trump como clase.
Pero en cierto sentido, esto es lo que algunos en los medios han hecho al crear una imagen hueca e idealizada de los Estados Unidos de Trump, y la caída de Barr desinfla esa ilusión.
Como dice Beutler: “Roseanne es la partidaria de Trump que aparece en los mítines de Trump”. Desinflar completamente esa ilusión requiere un reconocimiento de que, por muy representativas que sean esas personas, son con quienes Trump está hablando, no sólo en sus concentraciones masivas, sino también a través de sus políticas públicas.