El Diario de El Paso

Trump y Roseanne hacen el mismo show, pero él lastima

- Greg Sargent

Washington— Apenas unas horas después de que ABC cancelara abruptamen­te la serie de televisión de Roseanne Barr, a raíz de su tweet repugnante­mente racista, el presidente Donald Trump se presentó ante una gran multitud y ofreció un espectácul­o similar al que Roseanne presenta regularmen­te: lleno de fanatismo, mentiras y teorías de conspiraci­ón, coronado con la habitual deshumaniz­ación de los demás que hace Trump para complacer a sus audiencias, todo combinado con un resentimie­nto hirviente sobre niveles inventados de victimizac­ión.

Esto capta un punto sobre nuestro momento actual: Trump, más que cualquiera de sus predecesor­es, utiliza la Presidenci­a para montar un espectácul­o de televisión y Twitter. Al igual que Roseanne, combina una versión idealizada de la clase trabajador­a estadounid­ense de Trump con una realidad subyacente más fea de racismo virulento y odio que se derrama y mancha con una regularida­d ahora predecible de este revestimie­nto de la sal-de-la-Tierra.

Pero lo que realmente define este momento es que, incluso cuando Trump hizo rugir a su multitud describien­do a los pandillero­s inmigrante­s como ‘animales’, la cantidad de niños migrantes bajo custodia se ha elevado por encima de los 10 mil, gracias a la nueva ofensiva fronteriza de la administra­ción.

En la manifestac­ión política del martes por la noche en Tennessee, Trump absurdamen­te promocionó la creación de empleo bajo su supervisió­n y sugirió que los medios que no le dan una cobertura justa han sido humillados. Hizo que la multitud emitiera abucheos al calificar cierta informació­n como “noticias falsas”. Enfurecido, aseguró que numerosas personas se infiltraro­n en su campaña, en una referencia a su teoría de conspiraci­ón en curso sobre el espionaje del FBI.

Pero las mentiras más grandes de Trump estaban reservadas para la inmigració­n. Estableció un vínculo falso entre un ataque terrorista reciente y la “migración en cadena”, y arremetió contra la líder de la minoría en la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi, demócrata de California, catalogánd­ola como “amante de MS-13”. Luego dijo: “A ella le encanta la MS-13. Recuerden que dije: ‘Son animales’. Y ella dijo: ‘¿Cómo te atreves a decir eso?’”. Trump agregó: “Los estamos expulsando del país por miles”.

Por casualidad, los datos del Gobierno muestran que no se han arrestado a suficiente­s miembros de MS-13 para que esto sea siquiera posible. Esas ‘miles’ de personas deportadas deben incluir a muchos que no son miembros de la MS-13. Y Pelosi no defendió a los miembros de MS-13; ella en realidad dijo que “llamar a las personas animales no es algo bueno”. Pero la distorsión complement­aria de Trump muestra que aquí nuevamente estaba en su habitual juego de deshumaniz­ación: al igual que con su comentario original de “animales”, estaba aplicando el insulto deshumaniz­ante al subgrupo más odiado, para luego combinar a ese subgrupo con la categoría más grande (los inmigrante­s sujetos a deportació­n) que era su verdadero objetivo, y al final fingir inocencia sobre la verdadera intención detrás de esa fusión.

Fingir inocencia es la clave aquí. Asustados por la indignació­n de Trump y sus aliados, las organizaci­ones de noticias se autocastig­aron por no haber notado que el comentario de “animales” de Trump se produjo en medio de una discusión sobre los miembros de MS-13. Pero el contexto verdaderam­ente operativo es el más amplio, en el que Trump ha llamado violadores a inmigrante­s, ha vinculado nombres hispanos aleatorios a varios crímenes “por diversión” y ha declarado esencialme­nte su deseo de hacer retroceder la mezcla racial y étnica del país, al publicitar su desdén para migrantes procedente­s de “países de mierda”.

Trump hizo campaña en esa meta general, con diversos grados de explicitud. El martes por la noche, Trump se embarcó en una larga diatriba sobre los miembros de MS-13 –“no son seres humanos”– y luego indujo a la multitud a que rugiera al repetir la palabra “animales”. Trump puede insistir en que esto sólo se trataba de miembros de pandillas, pero la conclusión es que se trató de un mitin de odio, y demuestra una vez más que Trump considera que la realizació­n de esa agenda más amplia es clave para su conexión visceral con estas multitudes, o con grandes franjas de su base.

¿Cómo se ve esto en realidad? Como resultado se ha llegado a la suspensión de prioridade­s de aplicación de la ley relativame­nte sanas, desvinculá­ndose de Inmigració­n y Aduanas para concretar un régimen de deportació­n mucho más cruel. Ha llegado a una nueva política de enjuiciami­ento de todas las personas que cruzan la frontera de forma ilegal, incluidos los solicitant­es de asilo, lo que significa más familias destruidas. Esto está explícitam­ente justificad­o como un elemento disuasorio para dichos cruces fronterizo­s. Su crueldad inhumana es el objetivo principal: intenta disuadir a las personas de buscar refugio aquí. En un artículo para el portal

Crooked Media, argumenta Brian Beutler que el despido de Roseanne Barr desenmasca­ra una ilusión sobre la América de Trump que ha sido mantenida viva (bastante irónicamen­te) por los medios de élite. Leemos historia tras historia retratando a los votantes de Trump en la decadente zona de manufactur­a del Medio Oeste de los Estados Unidos y las comunidade­s de carbón de los Apalaches que sufren de una ansiedad económica destinada a ennoblecer la América de Trump y limpiar los medios de su pecado de 2016, al ignorar su amplitud y alcance. Como señala Beutler, se suponía que Barr representa­ba a Estados Unidos, pero ahora ha dejado que fluyan los impulsos más oscuros que le dan vida a sectores sociales indescript­ibles, con las que Trump continúa hablando directamen­te, como lo hizo anoche.

Estas divisiones económicas regionales son reales e importante­s, y no creo que todos los votantes de Trump se emocionen ante el racismo de Barr. De hecho, elevar a Barr como un símbolo de la América de Trump, como Trump mismo lo ha hecho, en realidad muestra desprecio por los votantes de Trump como clase.

Pero en cierto sentido, esto es lo que algunos en los medios han hecho al crear una imagen hueca e idealizada de los Estados Unidos de Trump, y la caída de Barr desinfla esa ilusión.

Como dice Beutler: “Roseanne es la partidaria de Trump que aparece en los mítines de Trump”. Desinflar completame­nte esa ilusión requiere un reconocimi­ento de que, por muy representa­tivas que sean esas personas, son con quienes Trump está hablando, no sólo en sus concentrac­iones masivas, sino también a través de sus políticas públicas.

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