El complot contra los servicios médicos
El miércoles, la legislatura de Virginia votó para expandir Medicaid, aprobando un elemento clave de la Ley de Atención Médica Asequible (ACA, por su sigla en inglés). Alrededor de 400 mil personas tendrán cobertura.
Las políticas de esta decisión no son difíciles de entender. Los residentes de Virginia apoyan de manera abrumadora la expansión de Medicaid; el otoño pasado, el demócrata Ralph Northam ganó la gubernatura por una mayoría aplastante después de una campaña centrada principalmente en los servicios médicos. Un momento: ¿acaso no seguimos escuchando que los demócratas hacen campaña con el único argumento político de que son la oposición de Donald Trump? Oigan, eso dicen los comentaristas influyentes, así que debe ser verdad.
De todas formas, la voluntad de la gente en lo que respecta a la atención médica es clara: sin importar las aprensiones que los electores puedan haber tenido en relación con Obamacare, una enorme mayoría quiere mantener y expandir los beneficios en la cobertura que Estados Unidos ha logrado desde que la ley entró en vigor.
Por otro lado, hay múltiples informes de que los republicanos en el Congreso podrían hacer otro intento por revocar la ACA este verano. Incluso si no tienen éxito, pueden estar seguros de que lo harán el año próximo, es decir, si logran mantener la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones intermedias.
A simple vista, estas historias pueden parecer contradictorias. Expandir la cobertura de salud es un tema que hace ganar a los demócratas, mientras que tratar de revocarla hace perder a los republicanos. ¿Por qué el Partido Republicano querría seguir echándole leña al fuego?
No obstante, la creciente popularidad de elementos clave de Obamacare es justamente la razón por la que es muy probable que los republicanos hagan un último esfuerzo desesperado para acabar con la ACA. Para ellos, es ahora o nunca.
La historia nos dice lo siguiente: las expansiones en la red de seguridad social son relativamente fáciles de satanizar antes de que ocurran, antes de que la gente pueda ver lo que realmente pueden hacer.
Los opositores declaran que acabarán con las libertades, que serán extremadamente costosas, que serán un desastre nacional. La política estadounidense, siendo lo que es, con opositores a una red de seguridad más fuerte, también puede recurrir al resentimiento racial, convenciendo a los electores blancos de que los nuevos programas solo beneficiarán a “esa gente”.
Sin embargo, luego de que los programas sociales han estado en vigor por un tiempo y se ve que ninguno convierte a Estados Unidos en un infierno ni desequilibra el presupuesto —y que además acaban beneficiando a gente de cualquier origen étnico— se convierten en parte del entramado de la vida estadounidense y son muy difíciles de revertir.
Esto ha ocurrido una y otra vez. Cuando Franklin D. Roosevelt habló sobre sus opositores y pronunció la famosa frase: “Doy la bienvenida a su odio”, estaba hablando de la satanización republicana de la Ley de Seguridad Social que acababa de aprobarse.
No obstantes, al final la Seguridad Social acabó por ser efectivamente intocable, como descubrió George W. Bush cuando trató de privatizarla en 2005.
Medicare pasó por el mismo ciclo. Antes de que se promulgara, Ronald Reagan advirtió que traería consigo el socialismo e “invadiría todas las áreas de la libertad que hemos conocido en este país”. Hoy, Medicare tiene un abrumador apoyo público, tanto que los republicanos atacaron la ACA con el (falso) argumento de que robaría dinero de Medicare.
Aquí es donde llegamos al meollo de la oposición conservadora a los programas de la red de seguridad social: no se trata de la creencia de que fracasarán, sino del miedo a que tengan éxito y de que con ello se vuelvan irreversibles, lo cual significa que deben detenerlos antes de que puedan comenzar a mostrar resultados.
Así ha sido con Obamacare. Antes de 2014, cuando el programa entró en vigor en su totalidad, los conservadores tuvieron bastante éxito en lograr que la opinión pública estuviera en su contra. Conduciría a “paneles de la muerte”, a “choques en las tasas”; haría que el déficit presupuestal se disparara.
Sin embargo, la opinión pública ha mostrado un cambio constante desde entonces. El porcentaje de votantes que creen que es responsabilidad del gobierno asegurarse de que todos los estadounidenses tengan cobertura sanitaria se ha disparado desde su nadir de 2014. La aprobación de la ACA, aunque todavía no es abrumadora, ha demostrado una tendencia positiva más o menos firme.
Cuando los republicanos hicieron presión en los ayuntamientos para que se revocara la ACA el año pasado, se quedaron pasmados ante la intensidad de la oposición pública. Y las elecciones, tanto las estatales como las de Virginia y las especiales para el Congreso, siguen demostrando que tratar de hacer retroceder la cobertura equivale a una enorme pérdida política.
De nuevo, tal vez piensen que esto hará que el Partido Republicano abandone el tema por completo. Además, si los republicanos pierden la mayoría en la Cámara de Representantes en noviembre, probablemente será así, y Estados Unidos se convertirá en otro país avanzado cualquiera: una sociedad en la que el acceso a los servicios médicos básicos se considera un derecho fundamental.
Todavía no ha sucedido; los conservadores siguen aferrados al sueño de negar servicios médicos a otros 20 o 30 millones de estadounidenses.
Los conservadores, incapaces de revocar la ACA de manera categórica, han tratado de sabotearla, usando el recorte fiscal del año pasado para deshacerse del requisito de que la gente adquiera un seguro incluso si está sana en este momento, recurriendo a trucos administrativos para tratar de socavar el requisito de que las aseguradoras cubran a la gente con enfermedades preexistentes.
No obstante, la ACA ha demostrado ser, desde su punto de vista, irritantemente sólida y todo indica que los electores, con justa razón, están culpando a los republicanos por el aumento en las primas.
Así que parece que los republicanos no lograrán acabar furtivamente con la atención médica. Eso significa que podemos esperar un último esfuerzo para la revocación definitiva, un esfuerzo que tendrá éxito si los republicanos controlan la Cámara de Representantes.