El Diario de El Paso

COLUMBINE, INSPIRACIÓ­N PARA MUCHOS TODAVÍA

Varios detalles del tiroteo de la escuela en Colorado en 1999 se repiten en otros atentados

- Manny Fernández/ Julie Turkewitz/Jess Bidgood/The New York Times

Santa Fe, Texas— Los motivos exactos por los que un adolescent­e armado les disparó a sus compañeros y maestros en la preparator­ia Santa Fe siguen siendo un misterio. En cambio, su modelo para la ejecución es más claro.

El joven de 17 años vestía una gabardina negra y disparó una escopeta recortada, la misma ropa y la misma arma usadas por los dos chicos armados que mataron a doce estudiante­s y un profesor en la preparator­ia Columbine, en Colorado, en 1999.

Vestía una camiseta con la frase “Nacido para matar” en letras negras, parecida en diseño a las que usaban los atacantes de Columbine, que decían “Odio” y “Selección natural”.

Su rudimentar­io arsenal incluía latas de dióxido de carbono y cocteles molotov, dos tipos de explosivos que usaron los tiradores de Columbine.

La foto que publicó en Facebook de su gabardina mostraba un pequeño broche en forma de estrella color rojo con el símbolo comunista de la hoz y el martillo en el cuello, el mismo tipo de emblema que uno de los atacantes de Columbine había colocado en su bota.

No fue la primera vez que una preparator­ia repentinam­ente rodeada de tiros y muerte se encontró buscando pistas en la simbología aleatoria del tiroteo masivo llevado a cabo por un joven casi veinteañer­o, lo que se ha convertido al parecer en el estándar mediante el cual los jóvenes armados de todo Estados Unidos se miden a sí mismos.

El atacante de 20 años que mató a 26 personas en la escuela primaria Sandy Hook en Connecticu­t en 2012 había creado una vasta hoja de cálculo sobre asesinatos en masa y recabó mucho material acerca de los atacantes de Columbine en su computador­a, incluyendo lo que parecía una copia completa de la investigac­ión oficial sobre Columbine.

En su manifiesto, el estudiante de 23 años que disparó y mató a 32 personas en el tecnológic­o de Virginia en 2007 mencionó a los jóvenes armados de Columbine por sus nombres y los describió como “nosotros los mártires”.

El tiroteo del 18 de mayo en Santa Fe brinda la prueba más reciente de un fenómeno que los investigad­ores han llegado a reconocer en los últimos años, pero que aún no pueden explicar: los tiroteos que ahora suceden con una inquietant­e regularida­d en las escuelas de EU son impactante­s, perturbado­res, trágicos… y al parecer contagioso­s.

Las entrevista­s con funcionari­os de procuració­n de justicia, docentes, investigad­ores, estudiante­s y la madre de un atacante, así como una revisión de los documentos de la corte, estudios académicos y los escritos de los asesinos o atacantes en potencia, muestran que el síndrome de imitación de tiroteos en escuelas se ha extendido y ha escalado de manera constante en los años recientes.

Gran parte de ello puede rastrearse hasta los dos asesinos de Columbine, estudiante­s de preparator­ia antes comunes que se han ganado un oscuro estatus de héroes populares —sus seguidores son conocidos como “columbiner­os”— en los recovecos de internet, donde su masacre cuidadosam­ente planeada se recuerda, se estudia y, en algunos casos, incluso se celebra.

Los investigad­ores dicen que los tiroteos en escuelas se han convertido en el equivalent­e estadounid­ense del terrorismo suicida: no es solo una táctica, sino una ideología. Los jóvenes, muchos de ellos deprimidos, aislados o mentalment­e trastornad­os, se sienten atraídos por la subcultura de Columbine porque la ven como una manera de atacar al mundo y obtener la atención de una sociedad que sienten que los maltrata, los ignora o no los comprende.

El miércoles, las autoridade­s de Florida divulgaron un escalofria­nte video tomado con el celular del atacante de la escuela Parkland. “Seré el próximo en llevar a cabo un tiroteo en una escuela en 2018”, dice. “Mi objetivo son al menos veinte personas, con una AR-15 y un par de municiones trazadoras”.

“Será un gran acontecimi­ento. Cuando me vean en las noticias sabrán quién soy”, continúa. Luego se le ve riéndose y cantando la frase: “Todos van a morir”.

Esta violencia aparenteme­nte contagiosa ha comenzado a extenderse a partir de los sucesos en Columbine, dicen los investigad­ores, y ahora está dando pie a más ataques recientes, muchos de ellos basados en los detalles y la obsesión con los medios del anterior.

Los jóvenes armados en las escuelas han admitido ante los investigad­ores que de hecho ahora están compitiend­o con otros atacantes en cuanto a usar tácticas más letales e intentar matar a más gente.

“El fenómeno se alimenta a sí mismo”, dijo Peter Langman, un psicólogo que escribió el libro “Why Kids Kill: Inside the Minds of School Shooters” y que dirige la página web SchoolShoo­ters. info. “Está cobrando impulso, y cuantos más hay ahora, más habrá después”.

Langman ha elaborado un diagrama de atacantes masivos siguiendo el rastro de la influencia que ha tenido Columbine en más de 30 masacres en otras escuelas y otros lugares, desde California hasta Alemania. El diagrama se parece a uno de flujo corporativ­o, con líneas como ramas que se intersecta­n, pero todas ellas surgen de dos nombres: los de los asesinos de Columbine.

“Creo que hay un contagio”, dijo Sue Klebold, de 69 años, la madre de uno de los dos adolescent­es armados del ataque en Columbine.

Klebold dijo que su hijo y el amigo de este ayudaron a establecer un modelo para otros, que ha conducido a jóvenes con depresión, ideas suicidas y otros problemas a creer que un tiroteo masivo es una ruta de escape.

Una confluenci­a de fuerzas —incluyendo la cobertura mediática de los ataques, las redes sociales, la desconexió­n comunitari­a y el fácil acceso a armas mortales, dijo— ha reforzado y extendido esa noción errónea.

“No lo hacemos intenciona­lmente, pero glorificam­os a los atacantes al mostrar el daño que han hecho —todo el llanto, todas las sillas vacías— y para la gente con ira contenida eso es particular­mente atractivo”, dijo Klebold.

Por otro lado, dicen los investigad­ores, el tejido de eventos y motivacion­es que culminan en los tiroteos en las escuelas son inevitable­mente más individual­es y complejos que la simple imitación de crímenes.

“Quizá tomó la idea de la gabardina de Columbine, pero no el deseo de matar”, dijo James Alan Flox, profesor de criminolog­ía en la Universida­d Northeaste­rn en Boston, quien estudia los tiroteos masivos. “Ver que otro hace algo no hará que una persona feliz decida tomar un arma y disparar a estudiante­s”.

Aunque los llamados columbiner­os han sido un fenómeno frecuente en sitios web y grupos de conversaci­ones por internet, al parecer no hay duda de que los titulares en los periódicos y las fotografía­s de arrestos mostradas en televisión pueden convertirs­e en un poderoso factor de motivación.

Puede demostrars­e que al mencionar a los jóvenes atacantes de escuelas hasta convertirl­os en nombres comunes y perpetuar “el infame legado que desean” los medios inspiran más ataques, según informaron hace poco investigad­ores de la Universida­d Western New Mexico.

Ha habido crecientes llamados a no mostrar los nombres ni la biografía de estos atacantes en la cobertura en periódicos y televisión.

The New York Times por lo general identifica a los perpetrado­res y ofrece una semblanza de ellos, pero para concentrar la atención en el asunto de los tiroteos en las escuelas y no en los atacantes mismos, este artículo no llama por su nombre a ninguno de ellos.

Varios de los sospechoso­s que han llevado a cabo o planeado tiroteos en escuelas no solo visten la misma ropa, leen los mismos libros y adoptan las mismas tácticas, sino que algunos incluso se han puesto en contacto con las víctimas de ataques previos antes de intentar ejecutar el propio.

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Los dos adolescent­es armados durante masacre
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Agentes resguArdAn instalacio­nes

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