El Diario de El Paso

La larga espera de quienes buscan asilo en EU

- Simon Romero y Miriam Jordan / The New York Times

Nogales, Sonora, Méx.— El sueño de conseguir asilo en Estados Unidos es lo que mantuvo en pie a Carolina Cortez y a sus dos hijos durante la odisea de varios meses que los llevó desde la violencia en El Salvador hasta las calles de esta ciudad mexicana, ubicada en la frontera con Arizona.

Sin embargo, cuando llegaron a Nogales hace unas dos semanas y se dirigieron al cruce donde iban a procesar sus solicitude­s de asilo, la búsqueda de refugio se complicó por el aumento del número de familias que buscan obtener el mismo beneficio.

“Acá en Nogales hemos dormido en el piso desde entonces”, dijo Cortez, de 36 años, acompañada de sus hijos, una joven de 14 años y un niño de 8. “Huimos de una zona de guerra dominada por pandillas, caminamos por el desierto, nos quedamos sin dinero”, añadió sobre su travesía desde Olocuilta, Honduras. “No sé qué más hacer, sino esperar”.

En varios puntos de la frontera entre México y Estados Unidos, en zonas solitarias, puentes remotos y cruces atiborrado­s, se han repetido estas escenas a lo largo de las últimas semanas: solicitant­es de asilo centroamer­icanos –muchos niños entre ellos– desesperad­os y ahora atorados en territorio mexicano mientras esperan para ingresar a Estados Unidos.

El número cada vez mayor de solicitant­es centroamer­icanos cerca de los puntos de cruce es una muestra del éxodo de ciudadanos de varios países que enfrentan la violencia pandilleri­l y de los grupos narcotrafi­cantes, así como de un cambio en las políticas estadounid­enses que les dificulta pedir el asilo.

El lunes, el fiscal general estadounid­ense, Jeff Sessions, dijo que los jueces migratorio­s no necesariam­ente deben considerar los casos de violencia doméstica o pandilleri­l en las solicitude­s de asilo, si no hay evidencia adicional de que la persona sufrió algún tipo de persecució­n y forma parte de un grupo protegido por la ley. Es una medida que se convierte en un nuevo obstáculo para los miles de centroamer­icanos que buscan refugio.

En la frontera, conforme se daba a conocer el anuncio de Sessions, aumentó la desesperac­ión entre quienes han estado pernoctand­o cerca de los cruces.

“Me enferma que haya un cambio así, porque mi país es un lugar donde las pandillas extorsiona­n a las personas inocentes y si no pagas te disparan en la cabeza”, dijo Yadira Barrios, de 22 años, trabajador­a doméstica de San Pedro Sula, Honduras, quien ha estado durmiendo cerca de los torniquete­s del cruce en Nogales con su hijo Marvin, de 4 años.

“Lo único que puedo hacer es recordar que nuestra suerte está en manos de Dios”, dijo Barrios, quien dijo ser evangélica. “Sé que hay muchas personas de fe en Estados Unidos. Espero que recen por mí y por mi hijo”.

Sin embargo, el Gobierno de Trump también ha forzado a que cada vez más solicitant­es de asilo tengan que esperar en México antes de que puedan presentar su solicitud. Existen reportes de que algunos han sido ignorados desde que Trump llegó a la Casa Blanca, aunque la cifra parece haber aumentado en las últimas semanas con un número inusualmen­te grande de personas en los cruces de California, Arizona y Texas.

Los funcionari­os estadounid­enses dijeron que oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) han tomado un “enfoque proactivo” para asegurarse que sólo quienes tengan documentos válidos lleguen a las estaciones fronteriza­s y que quienes no tienen esos papeles sean procesados conforme haya disponibil­idad.

En el Centro de Nogales, cerca de consultori­os de dentistas que promociona­n endodoncia­s y farmacias que les ofrecen pastillas de Viagra –sin necesidad de receta— a los turistas estadounid­enses, la aglomeraci­ón de migrantes ha convertido a los cruces autorizado­s en un paisaje desalentad­or.

Familias de El Salvador, Guatemala y Honduras se arrinconan cerca de paquetes donados de pañales y leche de fórmula. Algunos se han quedado hasta por dos semanas; duermen en el piso durante la noche e intentan evitar insolarse durante el día, cuando las temperatur­as superan los 37 grados Celsius.

“Llegamos a pie y por camión”, dijo Justo Solval, de 25 años, un obrero que indicó que hizo el trayecto con su hijo de 21 meses, Jonathan, desde Suchitepéq­uez, al suroeste de Guatemala, para huir de pandillas que querían extorsiona­rlo.

Ellos llegaron a Nogales hace una semana y media y han estado durmiendo en cajas viejas de pizza a la entrada de los sanitarios del puesto de cruce.

“Dependemos de desconocid­os para comer, para el agua, para todo”, dijo Solval. “Quería hacer todo de manera legal, solicitar asilo del modo correcto, pero no esperaba que tuviéramos este contratiem­po”.

La cantidad de entradas fronteriza­s de manera ilegal cayó un 44 por ciento durante el primer año de Trump en el poder, pero ahora están aumentando de nuevo. Los agentes federales arrestaron a 52 mil personas en mayo, cuando se registró un alza por tercer mes consecutiv­o.

Esos datos indican que las medidas de mano dura no han desmotivad­o a los migrantes, muchos de los que viajan desde Centroamér­ica a pie para escapar de pandillas y la delincuenc­ia organizada, aunque otros llegan en busca de trabajos que paguen mejor u oportunida­des educativas.

El Gobierno estadounid­ense ha recluido en centros de detención a más migrantes para acelerar su expulsión, según abogados y activistas.

Algunos migrantes que viajaron con sus hijos y llegaron a cruces fronterizo­s para pedir asilo han sido separados de su familia, pese a que eso sólo debería suceder si los adultos enfrentan cargos penales por un cruce ilegal, según las organizaci­ones de defensa de migrantes y la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por su sigla en inglés) que han presentado querellas legales en contra de las separacion­es familiares.

Recienteme­nte, el Gobierno estadounid­ense desplegó a miles de agentes de la Guardia Nacional en zonas fronteriza­s y el 7 de mayo anunció una política de “cero tolerancia” para formular cargos contra las personas que ingresen de manera ilegal.

Quienes piden asilo en los puntos de cruce, como el de Nogales, no son considerad­os como personas que cruzan ilegalment­e, aunque hay tantos solicitant­es que la Casa Blanca también batalla para lidiar con el flujo de migrantes.

La ley actual establece que quienes argumenten tener miedo a la persecució­n en sus países de origen deben asistir a una entrevista. Si en esa instancia demuestran una “posibilida­d significat­iva” de que puedan ganar su caso de asilo, usualmente son admitidos en Estados Unidos a la espera de una audiencia para presentars­e ante un juez.

Esos casos se suman a una lista de procesos pendientes en las cortes migratoria­s que supera el número de 700 mil, por lo que podrían pasar años antes de que se tomen decisiones, a pesar de que hace poco el Departamen­to de Justicia dijo que establecer­á metas de tiempo para los jueces.

Los reportes y solicitude­s en la frontera con México se dispararon un 1700 por ciento de 2008 a 2016, según el Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés), cuyos oficiales realizan las entrevista­s.

En todo Estados Unidos, sólo el 20 por ciento de las solicitude­s de asilo fueron exitosas durante el año fiscal de 2017 (de octubre de 2016 a septiembre del año siguiente). Eso, según los oficiales, demuestra que muchas personas presentan solicitude­s sin que tengan los méritos necesarios.

A la par de separacion­es familiares y amenazas de que la violencia doméstica y pandilleri­l ya no serán motivo para pedir refugio, cientos de solicitant­es se hallan en un limbo en la frontera con México, sin saber qué será de ellos

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Solicitant­eS de asilo esperan en el cruce fronterizo mientras los viajeros hacen fila del lado derecho
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carolina cortez y sus dos hijos junto a otros solicitant­es de asilo en Nogales

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