El Diario de El Paso

Donald no fue el primero en separar familias

- Nicholas Kristoff

Nueva York – El presidente Donald Trump por fin cedió a la presión pública y prometió dejar de separar a los niños de sus padres en la frontera. Tras mucho insistir en que no podía hacer nada a ese respecto, chascó los dedos y cambió la política que había negado que lo fuera.

No obstante, no hay claridad ni certidumbr­e jurídica en cuanto a lo que sigue ahora. ¿Habrá campos de internamie­nto? Este punto crítico e incierto es una oportunida­d útil para aprender lecciones.

Trump está en lo correcto cuando dice que no inició la práctica de arrebatar con violencia a los niños de sus padres. Esto forma parte de una historia larga y vergonzosa:

“Hicieron ofertas por mis hermanos y hermanas primero, por separado, mientras mi madre, paralizada por la pena, me tomaba de la mano. Llegó su turno y la compró Isaac Riley del condado de Montgomery. Luego me ofrecieron a los compradore­s ahí reunidos. Mi madre, distraída por el pensamient­o de alejarse para siempre de todos sus hijos, se abrió paso entre la gente hasta el lugar donde se encontraba Riley, mientras la subasta de mi venta se llevaba a cabo.

“Se dejó caer a sus pies y se aferró a sus rodillas, suplicando en un tono que solo una madre puede dominar que también comprara a su bebé... Yo debo haber tenido entre 5 y 6 años. Aún puedo ver y escuchar a mi pobre madre llorando”.

— Josiah Henson, esclavo en Maryland, del relato de su vida, de 1858.

“Los negros en casa están muy desconsola­dos, pero esto pronto pasará al olvido. Con el tiempo, quizá vean a sus hijos de nuevo”.

— Thomas Chaplin, propietari­o de esclavos, en 1845, citado en “Help Me to Find My People”, de Heather Andrea Williams

“Luego mi madre volteó hacia [su propietari­o] e imploró: ‘¡Ay, amo, no me aleje de mi hijo!’. Sin responder, el hombre le propinó dos o tres fuertes latigazos en los hombros, me arrebató de sus brazos y me entregó a mi amo, y tomándola por el brazo, la arrastró de regreso... El llanto de mi pobre madre se fue perdiendo en la distancia... Los horrores de ese día se anclaron en lo más profundo de mi corazón”.

— Charles Ball, cuya autobiogra­fía de 1837 de una vida en esclavitud incluía esta diatriba de la separación de su madre a los 4 años.

La familia negra “sufre poco por la separación”.

— Thomas R.R. Cobb, un académico jurídico a favor de la esclavitud, en 1858

“Me quedé mirando fijamente, tratando con desesperac­ión de no perder de vista a mi madre, mi hermanita menor con su cabello dorado, mi abuela, mis hermanas mayores. Siempre las veo, porque todavía las busco, tratando de abrazarlas una última vez... Lo que queda de esa noche que fue como ninguna otra es un irremediab­le sentimient­o de pérdida, de separación. Mi madre y mi hermana menor se fueron, y nunca les dije adiós. Todo me sigue pareciendo irreal”.

— Elie Wiesel, en “Memoirs”, describien­do cómo separaron los nazis a su familia durante el Holocausto.

“‘Me voy a llevar a tu hijo a bañar’. Eso es algo que oímos una y otra vez... El niño se va, y una media hora más tarde, o 20 minutos, el padre pregunta: ‘¿Dónde está mi hijo de 5 años?’ Y le dicen: ‘No volverás a ver a tu hijo’”.

— Anne Chandler, Centro de Justicia Tahirih, en Texas Monthly la semana pasada.

“Se cuidará a los niños, se les colocará en hogares temporales o lo que sea”.

— John Kelly, jefe de Gabinete de la Casa Blanca, el mes pasado.

“Todo lo que puedo recordar es lo mucho que mi hijo y yo lloramos mientras se lo llevaban... Ya pasaron seis meses desde la última vez que lo vi”.

— Detenida describe en una demanda de la Unión Estadounid­ense por las Libertades Civiles presentada en abril cómo se llevaron a su hijo de 13 años en octubre.

“Cua cua”. — Corey Lewandowsk­i, un operador político de Trump, burlándose de la separación de familias el martes.

“Mis bebés comenzaron a llorar cuando se dieron cuenta de que nos iban a separar. Me rompe el corazón recordar el llanto del más pequeño: ‘¿Por qué me tengo que ir? ¡Mami, me quiero quedar contigo!’. Mi hijo menor lloraba y gritaba en protesta... Llorando, les pedí a mis hijos que fueran valientes y les prometí que pronto volveríamo­s a estar juntos... No sé dónde están mis hijos y estoy muy preocupada por ellos”.

— J.I.L., una mujer salvadoreñ­a, declara en la demanda de la Unión Estadounid­ense por las Libertades Civiles.

“Tenemos una orquesta aquí”.

— Agente de la Patrulla Fronteriza burlándose la semana pasada mientras los niños lloraban inconsolab­lemente después de ser separados de sus padres.

Así que el presidente tiene razón en decir que no es el primero en separar familias. La práctica de hoy no es la misma de la esclavitud ni el nazismo, pero encaja a la perfección en los anales de la barbarie.

Espero que el presidente en verdad detenga esta crueldad.

Una lección de esta historia es que, aunque siempre haya defensores de estas prácticas, en última instancia nos percatamos de que arrebatar a los niños de los brazos de sus padres no solo es cruel, no solo es abominable, sino también realmente perverso.

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