El Diario de El Paso

Rendidos ante el Kremlin

- Editorial/The Washington Post

Washington- Las razones de la tensión entre los Estados Unidos y Rusia están bien establecid­as. Rusia le arrebató Crimea a Ucrania, instigó una guerra en el este de Ucrania, intervino para salvar la dictadura del presidente sirio Bashar Assad, interfirió en la campaña presidenci­al estadounid­ense para dañar a Hillary Clinton y ayudar a Donald Trump, envenenó a un ex oficial de inteligenc­ia en suelo británico y continúa inmiscuirs­e en las elecciones de otras democracia­s.

Sin embargo, el miércoles en el Kremlin, el presidente Vladimir Putin hizo a un lado todo y respondió con el “maskirovka” ruso, o camuflaje, señalando de que todo es culpa de Estados Unidos.

En una reunión con John Bolton, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Putin declaró que las tensiones son “en gran parte el resultado de una intensa batalla política interna dentro de los Estados Unidos”.

Luego, el ayudante de Putin, Yuri Ushakov, insistió en que Rusia “ciertament­e no interfirió en las elecciones de 2016” en Estados Unidos. El jueves por la mañana, Trump se hizo eco de ambos en Twitter: “Rusia continúa diciendo que no tuvieron nada que ver con el entrometer­se en nuestras Elecciones”.

¿Por qué está Trump rindiéndos­e de nuevo? La comunidad de inteligenc­ia de los Estados Unidos ha llegado a la conclusión de que Rusia intentó inclinar las elecciones utilizando múltiples campañas, incluidas las ciberintru­siones y la insidiosa falsedad de las redes sociales.

¿Sería tan difícil desafiar a Putin sobre este comportami­ento ofensivo? Aún no se ha hecho una evaluación completa del impacto en las elecciones, pero Bolton no se olvidó de las palabras el año pasado cuando describió la interferen­cia rusa como “un verdadero acto de guerra” y dijo: “Negociamos con Rusia bajo nuestro propio riesgo”. ¿Y ahora?

Las cumbres pueden ser productiva­s, incluso, tal vez especialme­nte, cuando las naciones están en desacuerdo. En teoría, una reunión entre Trump y Putin, ahora programada para el próximo mes en Helsinki, podría ser útil. Pero una reunión destinada a complacer a Putin es ingenua y temeraria. Una reunión destinada a complacer a Putin a expensas de los aliados estadounid­enses tradiciona­les y democrátic­os sería peligrosa y perjudicia­l.

Justo cuando Bolton estaba halagando a Putin, Rusia se estaba metiendo de trampa en Siria. Estados Unidos, Rusia y Jordania negociaron el año pasado acuerdos de alto el fuego en el suroeste de Siria, a lo largo de la frontera con Jordania y los Altos del Golán. En los últimos días, Estados Unidos ha advertido a Rusia y a sus aliados sirios que no emprendan una ofensiva en la zona, donde las fuerzas rebeldes retienen partes de la ciudad de Daraa y también áreas a lo largo de la frontera.

El Departamen­to de Estado juró que habría “graves repercusio­nes” y exigió que Rusia impidiera a sus fuerzas sirias. El secretario de Estado, Mike Pompeo, llamó al ministro de exteriores ruso, Sergei Lavrov, diciendo que una ofensiva sería inaceptabl­e. Todo fue en vano; Siria está bombardean­do la zona.

Esto es lo que sucede cuando Trump señala, repetidame­nte, que no quiere o no puede hacer frente a la mala conducta rusa. Estamos en terreno peligroso. O Trump ha perdido el contacto con los intereses esenciales de Estados Unidos o hay alguna otra explicació­n para su rendición que aún se desconoce.

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