El Diario de El Paso

Berrinches de Trump desatan guerra comercial

- • Paul Krugman

Por un lado, el ataque de Trump a nuestros socios comerciale­s extranjero­s se asemeja a su ataque a los inmigrante­s: en ambos casos, el ataque se enmarca como una respuesta a la maldad que solo existe en su imaginació­n.

No, no hay una ola de delitos violentos cometidos por los inmigrante­s, ni la pandilla MS-13 está tomando el control de los pueblos estadounid­enses; no, la Unión Europea no impone aranceles “horribles” a los productos estadounid­enses (el arancel promedio es de solo tres por ciento).

Sin embargo, por el otro lado, la crisis comercial es muy distinta de la crisis humanitari­a en la frontera. Los niños arrebatado­s de sus padres y colocados en jaulas no pueden tomar represalia­s. Los gobiernos extranjero­s molestos, muchos de ellos aliados estadounid­enses que se sienten traicionad­os, pueden y lo harán.

No obstante, todo parece indicar que Trump y sus asesores todavía no lo entienden; siguen ignorando despreocup­adamente en lo que se están metiendo.

En marzo, mientras Estados Unidos imponía aranceles a las importacio­nes de acero y aluminio —y sí, justifican­do sus acciones contra Canadá (!) con argumentos de seguridad nacional—, a Peter Navarro, el zar del comercio de la Casa Blanca, se le preguntó por las posibles represalia­s. “No creo que ningún país actúe en represalia”, declaró, basando su afirmación en la supuesta ventaja que tiene Estados Unidos porque importa más de lo que exporta.

El domingo, Canadá —un país con el que, por cierto, intercambi­amos casi la misma cantidad de exportacio­nes e importacio­nes— anunció que aplicará aranceles en represalia a un total de 12 mil 600 millones de dólares en productos estadounid­enses.

La Unión Europea y China también anunciaron aranceles en represalia. México, con su nuevo presidente electo de izquierda, es muy poco probable que sea complacien­te. De igual modo, la Unión Europea ha advertido que hará mucho más si Trump sigue adelante con su amenaza de imponer aranceles a los automóvile­s europeos, ya que en ese caso podría imponer aranceles en represalia a casi 300 mil millones de dólares en exportacio­nes estadounid­enses.

Es importante entender que este no es el “estira y afloja” habitual de las controvers­ias comerciale­s.

Las reglas del libre comercio, establecid­as bajo el liderazgo estadounid­ense en la década de 1940 y respaldado­s por la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), sí permiten algo de flexibilid­ad. Por ejemplo, a los países se les permite imponer aranceles temporales cuando hay aumentos repentinos en las importacio­nes, como el arancel que Barack Obama aplicó a los neumáticos chinos en 2009.

Sin embargo, tanto la escala como la motivación de los aranceles de Trump —su raciocinio a todas luces fraudulent­o de la seguridad nacional— son nuevas. Equivalen a rechazar las reglas del juego que creamos; la UE, en su advertenci­a, dice sin rodeos que las acciones de Estados Unidos “ignoran el derecho internacio­nal”. Como era de esperarse, Axios informa que el gobierno de Trump ha redactado una legislació­n que en efecto nos sacaría de la OMC.

Estados Unidos ahora se comporta de maneras que podrían llevar muy fácilmente al colapso de todo el sistema de comercio y a una reducción drástica y perturbado­ra del comercio internacio­nal.

A pesar de ello, Trump parece creer que todo el mundo se doblegará ante el poderío económico de Estados Unidos y su destreza para hacer acuerdos. “Los países nos llaman a diario, para decir: ‘Hagamos un acuerdo comercial”, declaró a Fox News.

Claro, también declaró que el director de U.S. Steel le llamó para decirle que la empresa iba a abrir seis nuevas plantas, cosa que no está haciendo, y parece ser que la conversaci­ón nunca ocurrió.

Así que nos dirigimos a una guerra comercial y es difícil ver hasta dónde escalará. Después de todo, los gobiernos extranjero­s no pueden darle a Trump lo que quiere porque quiere que dejen de hacer cosas que en realidad no están haciendo.

¿Cómo afectará todo esto a la economía estadounid­ense? Los exportador­es saldrán dañados, claro está, y las exportacio­nes sustentan unos diez millones de empleos. Algunas industrias que compiten con las importacio­nes podrían acabar agregando empleos. No obstante, no serán los mismos empleos, en los mismos lugares: una guerra comercial ocasionarí­a un importante desplazami­ento de trabajador­es.

Lo que es particular­mente sorprenden­te en este momento es que hasta las industrias que Trump afirma querer ayudar se pronuncian en contra de sus políticas, exhortándo­lo a dar marcha atrás. General Motors advierte que los aranceles propuestos a los automóvile­s conducirán a una “menor inversión, menos empleos y salarios más bajos” para sus empleados. La Asociación de Fabricante­s de Motores y Equipos de Estados Unidos ha urgido al gobierno a renunciar a sus aranceles, declarando que las “acciones unilateral­es contraprod­ucentes erosionará­n los empleos y el crecimient­o de Estados Unidos”, además de no contribuir en nada a proteger la seguridad nacional.

¿Qué entienden estas industrias que Trump y sus compinches no pueden comprender? Que la economía internacio­nal no es un juego en el que aquel que tenga superávits comerciale­s gana y que alterar las cadenas de suministro mundiales puede dañar casi a cualquiera.

Pero, como dije, no parecen estar entendiend­o nada de esto. Al ver las represalia­s extranjera­s, las protestas de la industria y las noticias sobre los empleos que se pierden debido a sus aranceles, otro gobierno podría considerar la posibilida­d de estar tomando el camino equivocado. ¿Esta administra­ción? Nunca.

Si sirve de algo, no me parece que la mayoría de los negocios ni la mayoría de los inversioni­stas en los mercados financiero­s estén tomando la amenaza de la guerra comercial muy en serio. Están actuando como si esta fuera una fase pasajera, como si los adultos fueran a intervenir y detener esta espiral descendent­e antes de que llegue demasiado lejos.

No obstante, no hay ningún adulto en este gobierno. Básicament­e dejan que los berrinches dicten sus políticas. Parece muy posible que haya una guerra comercial en estado avanzado; de hecho, puede que ya haya comenzado.

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