El Diario de El Paso

‘Tolerancia cero’ no disuade a los inmigrante­s

- • Esther J. Cepeda

Chicago— En tiempos más simples, el abanderado republican­o pensó que la forma más humana de lidiar con la inmigració­n ilegal era perturbar a la gente para que regresara a sus países de origen.

En 2012, Mitt Romney aseguró a los posibles votantes que nadie quería detener inmigrante­s ilegales y deportarlo­s. En cambio, quería que se autodeport­aran, y sus políticas simplement­e alentarían el viaje de regreso de la gente.

Eso no ha ocurrido con nadie. Así que aquí estamos, seis años después, y hemos visto secuencias de video de funcionari­os de Inmigració­n y Control de Aduanas acechando vecindario­s y agentes de la Patrulla Fronteriza pidiendo a personas en autobuses y trenes sus “papeles”.

Hemos visto niños arrancados de sus padres y alojados en jaulas. Y hemos escuchado informes de padres encarcelad­os, sin saber cómo o si se reunirán con sus hijos, ya sea intentándo­lo o suicidándo­se.

Los informes también abundan sobre la desaprobac­ión de las solicitude­s de asilo en la frontera y los abusos contra los derechos humanos infligidos a los inmigrante­s en los centros de detención.

¿Y adivine qué? No parece haber evitado que los inmigrante­s realicen una apuesta con probabilid­ades de uno en un millón en busca de la oportunida­d de poder comer y vivir.

La política de “cero tolerancia” de la administra­ción Trump “no disuade a los solicitant­es de asilo de cruzar indebidame­nte la frontera México-Estados Unidos entre los puertos de entrada”, según la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), una organizaci­ón sin fines de lucro con sede en Washington, D.C.

“El número de personas que cruzan la frontera, incluidos niños y familias, disminuyó de mayo a junio, pero la caída no fue más pronunciad­a que la variación estacional habitual: los cálidos meses de verano tienden a ver menos migrantes”, informó WOLA.

Es inconcebib­le para muchos estadounid­enses ver cómo padres responsabl­es podrían considerar hacer el tortuoso viaje a través de la frontera de México con sus hijos.

Y la mayoría de estos escépticos no saben que, incluso antes de atravesar esta frontera, los migrantes de América Central (que constituye­n la mayor parte de los que cruzan la frontera de Estados Unidos) han realizado una excursión igualmente peligrosa a través México. Es un país en el que los defensores de los inmigrante­s proclaman que el trato que su gobierno le da a los inmigrante­s indocument­ados es una desgracia nacional.

La Radio Nacional Pública (NPR) informó recienteme­nte que México “deportó a más de medio millón de centroamer­icanos, incluidos casi 82 mil el año pasado”, según datos de la Secretaría de Gobernació­n de México. Desde 2015, México ha deportado a más centroamer­icanos anualmente que las autoridade­s estadounid­enses, en algunos años más que el doble”.

No es de extrañar, la violencia y la falta de oportunida­des económicas en esos países son incomprens­ibles para aquellos que están familiariz­ados con el tipo de pobreza, en última instancia es sobrevivib­le, de Estados Unidos.

“El Salvador, Honduras y Guatemala continúan teniendo una de las tasas de homicidios más altas para países que no están en guerra, y los solicitant­es de asilo continúan huyendo de la extorsión, violencia de pandillas o reclutamie­nto forzoso, abuso doméstico, violencia de género o ataques contra la policía”, de acuerdo con WOLA. “En lo que va del año en Arizona, casi el 90 por ciento de los solicitant­es de asilo centroamer­icanos son guatemalte­cos. Un sorprenden­te número está huyendo de las tierras altas del país, donde la violencia está siendo generada por grupos de narcotrafi­cantes que extorsiona­n a empresas locales y están expulsando a la gente de sus tierras, y que operan con la aquiescenc­ia del gobierno corrupto y los oficiales de seguridad”.

También hay terribles consecuenc­ias involuntar­ias de los incentivos distorsion­ados del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Por ejemplo, millones de agricultor­es se han visto obligados a abandonar sus granjas, lo que los llevó a ir a EU ilegalment­e para encontrar trabajo y poder enviar dinero a casa para alimentar a sus familias. Pero durante más de una década, las consecuenc­ias de la producción de drogas, el envío y la distribuci­ón han sido la historia más llamativa en relación con la violencia en México y América Central.

Sin embargo, de alguna manera, las referencia­s a los “bad hombres”, líderes de América Latina y sus pandillas rara vez se discuten en el contexto de la economía simple de las drogas: los estadounid­enses tienen una gran demanda de drogas ilegales mientras que los matones corruptos y oportunist­as en los países pobres aterroriza­n a su gente para mantener el suministro.

Somos cómplices de los desastres económicos y de derechos humanos que están causando que los migrantes huyan de sus países de origen. CNN acaba de informar que la administra­ción Trump fue informada de que poner fin al Estatus de Protección Temporal (TPT) para los centroamer­icanos aumentaría la inmigració­n ilegal, pero de todos modos la terminaron. Así que no finjamos ignorancia sobre si el flujo de los humanos desesperad­os alguna vez disminuirá en la frontera.

Usted puede aterroriza­r a comunidade­s enteras, dividir familias y traumatiza­r a los niños de por vida. Pero hasta que las alternativ­as en los países de América Central y México sean mejores, las personas, especialme­nte los padres, tomarán decisiones racionales, si bien potencialm­ente mortales.

Para los más desesperad­os, la posible separación o la muerte en la frontera de Estados Unidos es la única alternativ­a a ciertas torturas, muerte por hambre o ser ejecutados de regreso a su patria.

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