Cómo Trump ganó la reelección en el 2020
Al final, una elección amargamente reñida se redujo al viejo aforismo político, popularizado durante la exitosa campaña de Bill Clinton contra George H. W. Bush: “Es la economía, estúpido”. Sin embargo, esta vez, fue el titular republicano, no el contrincante demócrata, quien se benefició de ese lugar común.
Donald Trump ha sido reelecto decisivamente como presidente de Estados Unidos, después de ganar todos los estados que obtuvo en 2016 y agregar a Nevada, aunque una vez más fracasó, con un margen estrecho, a la hora de obtener la mayoría del voto popular. La participación extraordinaria en California, Nueva York, Illinois y otros bastiones demócratas no pudo compensar la popularidad permanente del presidente en los estados que aún deciden quién puede vivir en la Casa Blanca: Ohio, Pensilvania y Florida.
Sin embargo, a diferencia de 2016, el resultado de la noche anterior no se percibió como un revés político ni una conmoción global. Trump y el vicepresidente Mike Pence han encabezado las encuestas de manera constante, superando a la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts y a Sherrod Brown de Ohio, su compañero de fórmula, desde julio. The New York Times predijo correctamente el resultado de la contienda en todos los estados, otro cambio destacado en comparación con 2016.
En las entrevistas de las encuestas de salida, los simpatizantes de Trump a menudo citaron el estado de la economía para explicar su preferencia. “¿Qué parte de Dow 30 mil no entienden los liberales?”, le dijo Kevin O’Reilly de Manchester, New Hampshire, a The Times.
Al parecer, Warren y Brown jamás encontraron una respuesta convincente a esa pregunta, a pesar de una economía que sigue teniendo problemas con un crecimiento salarial dolorosamente lento, déficits de presupuesto fuera de control y guerras comerciales en aumento que han afectado negocios tan diversos como los de los campesinos de soya en Ohio y los de los fabricantes de microprocesadores en California.
No obstante, los demócratas también muestran escepticismo ante acuerdos comerciales como el TLCAN, lo cual sirvió para acallar sus diferencias con el presidente. Además, sus propuestas emblemáticas —Medicare para todos y colegiaturas universitarias sin costo para la mayoría de las familias estadounidenses— habrían sido costosas y requerirían aumentos fiscales para las familias que ganan más de 200 mil dólares. Trump y otros republicanos los acusaron de que “dejarían en la bancarrota a los ciudadanos y al país”.
Mientras tanto, la economía estadounidense creció a una tasa anual del 3,2 por ciento en el último trimestre, el tercer trimestre consecutivo en el que el crecimiento ha superado el tres por ciento. El desempleo sigue siendo bajo, con un 4,1 por ciento.
Sin recesión ni alguna gran guerra de la cual quejarse, los demócratas en cambio buscaron moldear las elecciones en términos marcadamente morales. Sin embargo, para cuando llegó el día de la elección, la acusación de que Trump no está calificado para el cargo ni moral ni intelectualmente se había lanzado tan a menudo que había perdido gran parte del poder de atracción que ejerció al inicio sobre los electores indecisos.
“No me importa si miente, exagera en sus tuits o rompe sus votos matrimoniales, mientras cumpla con las promesas que me hizo a mí”, le dijo Leah Rownan, una autodenominada conservadora social de Henderson, Nevada, a The Times, citando la economía y las nominaciones de Trump a la Suprema Corte como elementos decisivos en su voto. “Y sí las ha cumplido”.
Muchos de los simpatizantes de Trump también dijeron sentirse reivindicados con las conclusiones del informe de Robert Mueller acerca de la interferencia de Rusia en la elección de 2016. Aunque el exdirector del FBI ofreció una descripción condenatoria de una campaña que estuvo plagada de simpatizantes del Kremlin y un candidato cuyos emprendimientos de bienes raíces estaban comprometidos con inversionistas rusos, jamás surgieron pruebas claras de colusión entre Trump y Moscú, y el presidente jamás fue imputado.
“Toda esa situación siempre fue un distractor, como decía Trump”, dijo Bernard Schwartz, el propietario de una tienda de armas de fuego en Houston, Texas. “Los demócratas quemaron muchos cartuchos con ese argumento”.
Algo que los demócratas tampoco supieron aprovechar, y de hecho quizá les haya afectado, es el haber recuperado el control de la Cámara de Representantes, pero no del Senado, en las elecciones intermedias de 2018. Trump resultó ser eficaz, aunque virulento, como siempre, frustrando a Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes. Los esfuerzos para destituir al presidente sirvieron principalmente para vigorizar a su base. Los análisis de las encuestas sugirieron que los electores indecisos vieron un Partido Demócrata más interesado en humillar al presidente que en ayudarlos a ellos.
Como a menudo es el caso de las derrotas en las campañas presidenciales, a los asesores de campaña de Warren no les tomó mucho tiempo hacer valoraciones condenatorias de su desempeño como candidata. Las referencias históricas fueron abundantes: la Cruzada Infantil; la carga de Pickett; la campaña de McGovern en 1972. El común denominador fue que el fervor moral de la campaña en repetidas ocasiones opacó el enfoque de su mensaje.
“Trump lo logró”, lamentó un exlegislador demócrata moderado que pidió hablar de manera anónima. “Provocó que mi partido perdiera el control”. El legislador citó los llamados por parte de activistas del partido para abolir el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos —mismos que la campaña de Warren no respaldó de manera formal, pero tampoco refutó— como ejemplo de los problemas más grandes del partido.
“¿Qué representan los demócratas?”, preguntó. “¿La anarquía o la liberalidad?, ¿la creación de políticas o la santurronería?, ¿los pronombres y los baños de género neutro o los buenos empleos y los salarios más altos?”.
Como es su estilo, Trump no tardó en echar más sal a la herida de los demócratas. “Los demócratas solían defender al Hombre Trabajador”, tuiteó el miércoles por la mañana. “Ahora son el partido del Aborto y la Amnistía. Solo les falta agregar ácido a su receta. ¡Qué triste!”