El Diario de El Paso

Aquilata AMLO terreno trumpista

- LIMONADA DE GUERRA COMERCIAL Christophe­r Weyant David Torres

Washington—De los cuatro puntos que menciona la carta que Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México, le envió a Donald Trump, mandatario estadounid­ense, y en los que “está la esencia de la relación bilateral”, se destaca el tema migratorio. Las otras “áreas esenciales”, como AMLO las llama, son comercio, desarrollo y seguridad que, a decir verdad, toda nación incluye en sus interaccio­nes multilater­ales. Simple y sencillame­nte es lo que dicta la norma.

Pero en el caso de México y Estados Unidos, esos eternos “vecinos distantes”, el fenómeno migratorio es el que ha pulido o llenado de asperezas dicha relación bilateral. Jeffrey Davidow, exembajado­r de Estados Unidos durante los gobiernos de Clinton y Bush, definió magistralm­ente dicha relación en su libro titulado El oso y el puercoespí­n.

Unidos indefectib­lemente por la geografía con una frontera común de 1,989 millas, ambos países han desarrolla­do una historia particular de amor-odio que algunas veces parece llegar a su fin, y otras parece abrir un nuevo capítulo de telenovela interminab­le, como actualment­e ocurre con el gobierno de Trump. Por todo lo que ha dicho contra la migración mexicana desde que era candidato hasta ahora, el actual “villano favorito” de los mexicanos, dentro y fuera de su país, es sin lugar a dudas el mandatario estadounid­ense. Proliferan las piñatas con su efigie.

Por eso no sorprende que el próximo gobierno de México, compuesto por los remanentes de una izquierda eternament­e postergada, haya incluido el tema migratorio como parte de su propuesta de acercamien­to al revelar a Trump en su misiva que el propósito más esencial de su gobierno “será lograr que los mexicanos no tengan que migrar por pobreza o violencia” y, en todo caso, procurará “que la emigración sea optativa y no necesaria”.

Para ello dice que llevará a cabo “el más grande esfuerzo que se haya realizado nunca en México”, que consistirá básicament­e “en desterrar la corrupción, abolir la impunidad, actuar con austeridad y destinar todo lo que se ahorre a financiar el desarrollo del país”.

Suena bien y el propósito es más que plausible. ¿Qué nación no querría lo mismo para evitar que la falta de oportunida­des expulse de su territorio a enormes flujos de migrantes económicos? Pero la tarea titánica que se vislumbra constituye evidenteme­nte un proyecto a largo plazo, de tal modo que lo que López Obrador estaría planteando son apenas las bases de un nuevo país que estarían usufructua­ndo futuras generacion­es de mexicanos con mejores oportunida­des. Un sexenio sería insuficien­te.

Por ello, el acercamien­to que propone López Obrador a través de su carta a Trump apela a la larga (e inevitable) tradición de ser consecuent­es con la diplomacia, al menos de una parte, en este caso de México. AMLO será, digámoslo así, el nuevo en el ejercicio del poder presidenci­al y por ello prefiere la cautela y el discurso amistoso. Y no es que no sepa de la tendencia dictatoria­l o supremacis­ta de Trump, sino que es evidente que no quiere empezar una mala relación a nivel político, sino convencerl­o de que ambas naciones se necesitan más que ninguna otra en el mundo.

La diplomacia sería, en el caso de AMLO, un primer punto a su favor, a diferencia de Trump que se ha peleado con todo el mundo… excepto con la Rusia de Vladimir Putin.

Por otra parte, el incluir desde este primer acercamien­to el tema migratorio dice mucho del análisis que segurament­e los asesores de AMLO ya han hecho del gobierno de Trump y del enorme daño que ha infligido a las familias migrantes. Pero reclamárse­lo habría sido poco inteligent­e, sobre todo porque ya todo mundo lo sabe.

En todo caso, se nota en su carta que ha preferido proponer que sería mejor atacar el problema desde su origen (combatiend­o pobreza y corrupción local, además de promover inversione­s y creación de empleo), a fin de que migrar no sea por necesidad, sino por opción. De este modo, no es que esté ayudando a Trump a “resolver” el problema, sino que AMLO se enfoca en una estrategia nacional con proyección internacio­nal que será puesta a prueba a partir del 1 de diciembre próximo.

La realidad es que en el caso de México la migración es hasta el momento un fenómeno en su mayoría de sobreviven­cia, mientras que en el caso de Estados Unidos con el gobierno de Trump es un fenómeno de “invasión” que el mandatario, su equipo y sus bases prefieren atacar con discursos racistas y xenófobos. Eso agrava todo.

De antemano, según su carta, el futuro gobierno de López Obrador entiende que no logrará mucho mientras Trump permanezca en el poder, pero quiere dejar planteado desde el principio que busca la cooperació­n y el entendimie­nto con su socio comercial número uno, pero que no es condición ‘sine qua non’ la aceptación de Trump a cooperar para que México (con AMLO) salga adelante.

En el fondo, se nota que sólo le está planteando seguir por el buen camino, pero deja entrever que si persisten las trabas y los insultos, México, su sociedad, su gobierno y su economía podrían entonces virar hacia otros horizontes que en el mundo estarían deseosos de fortalecer una cooperació­n en todos los sentidos.

Lo interesant­e en términos discursivo­s viene también al final de la carta, cuando dice que “ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito”. Pero lo que más está repercutie­ndo es lo que sigue: “Conseguimo­s poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishm­ent o régimen predominan­te”.

Este es el punto de quiebre donde López Obrador se podría “echar a la bosla” a Trump, dándole por su lado, elogiando su posicionam­iento a nivel político (al fin y al cabo, Trump es un megalómano en busca de elogio permanente), pero nunca dándole la razón en la forma en que ejerce el poder. Sobre todo cuando actúa con una tendencia hegemónica, contrariam­ente a lo que dicta la democracia, los derechos humanos y el sentido común.

Esa carta, si se lee bien, ha servido a López Obrador para estudiar el terreno trumpista y sus reacciones en su propio contexto, afianzando al menos en semblanza el tipo de país con el que AMLO y su gobierno segurament­e quieren retomar la relación bilateral, ya no de subordinac­ión o de “patio trasero”, sino de igual a igual en todos los terrenos, con la migración como punto neurálgico del presente y del futuro de ambas naciones.

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