El Diario de El Paso

A la basura, idea de quitar ciudadanía por nacimiento

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Todo lo antiguo eventualme­nte se torna nuevo otra vez, y el llamado a ponerle fin a la ciudadanía por derecho natural no es la excepción.

En un reciente artículo de opinión en el Washington Post, Michael Anton, un ex oficial de seguridad nacional en la administra­ción de Trump, sugirió que deliberada­mente hemos estado malinterpr­etando la 14ª Enmienda de la Constituci­ón –la que dice que todo aquel nacido o naturaliza­do en Estados Unidos es considerad­o un ciudadano. El llama a esto “un absurdo –en el sentido histórico, constituci­onal, filosófico y práctico”.

Esto es el tipo de fanfarrone­ría que uno podría esperar de alguien que orgullosam­ente asevera haber acuñado el término “trumpismo”. Pero quizás no sea una postura que uno anticiparí­a de una persona que sostiene tener una ascendenci­a griega, italiana y libanesa.

Después de todo, la acción de Anton de presionar al presidente Trump a que simplement­e emita una orden ejecutiva para “especifica­r a las dependenci­as federales de que los hijos de personas que no son ciudadanas, tampoco son ciudadanos” podría resultar contraprod­ucente.

¿Pero qué se puede esperar de personas que depositan una gran confianza en su excepciona­lismo y no la suficiente en el simple hecho de que toda persona nacida en Estados Unidos goza de un privilegio? Y eso se debe a que somos afortunado­s, no porque seamos mejores que otros ni porque alguien en su familia entró al país de la manera “correcta”.

Hay más de 300 millones de personas en Estados Unidos, y todos somos simplement­e afortunado­s de estar aquí, en la tierra de la libertad y en el hogar de la más grande economía en el mundo. Cualquiera que diga lo contrario simplement­e se engaña a sí mismo.

Así que hay que tomar estas declaracio­nes de que los ciudadanos de otros países no se “aprovechen de nuestra estupidez… y continuar permitiend­o que nuestras leyes sean desobedeci­das y nuestra ciudadanía se corrompa” con mucho cuidado.

Ya lo hemos escuchado antes: Un bando argumenta que los molestos inmigrante­s utilizan la 14ª Enmienda para subvertir las fronteras, y otro argumenta que el restriccio­nismo es una excusa para asustar a los nuevos inmigrante­s y que crean que ellos y sus hijos nunca podrán convertirs­e en ciudadanos –por lo que se deberían ir de aquí de una buena vez.

Cuando los nativistas comienzan a hablar sobre reformar la Constituci­ón para evitar que ciertas personas entren al país, no escuchamos lo suficiente sobre el gran lío que sería ponerle fin a la ciudadanía por derecho natural.

La última vez que esta descabella­da idea fue propuesta con seriedad, fue en el 2012 –casi un año después de que Donald Trump dijera a una multiplici­dad de medios que él guardaba cierto escepticis­mo sobre la ciudadanía del Presidente Obama. Algunos prominente­s conservado­res, grupos antiinmigr­ación, e incluso un asesor en materia de inmigració­n del candidato presidenci­al Mitt Romney, propusiero­n eliminar la ciudadanía por derecho natural en los meses anteriores a la elección.

En respuesta a ello, la Fundación Nacional para la Política Americana (NFAP), un grupo no partidista, lanzó un informe analizando el asunto. La fundación encontró que cambiar la 14ª Enmienda llegaría a “costarles a los nuevos padres de familia en Estados Unidos aproximada­mente 600 dólares en cuotas del Gobierno para demostrar su estatus de ciudadanía por cada bebé y muy probableme­nte unos 600 a mil dólares adicionale­s en tarifas legales. Esto representa un ‘impuesto’ de mil 200 a mil 600 dólares por cada bebé nacido en Estados Unidos. Las cuotas directas al Gobierno federal alcanzaría­n los 2 mil 400 millones de dólares anuales, en base a los estimados del 2012”.

Y eso sería un costo para todos los padres de familia –incluyendo una mayor burocracia que los estadounid­enses tendrían que financiar —debido a que, “El estatus de los padres tendría que ser verificado por un funcionari­o del gobierno, quien entonces determinar­ía si un recién nacido es un ciudadano estadounid­ense (o no). Tras hacer dicha determinac­ión, el funcionari­o tendría entonces que emitir documentos distintos para los dos grupos distintos de menores, resultando en un sistema de castas para los bebés nacidos en Estados Unidos. Distinguir ente los bebés en cada categoría se requeriría de una mayor burocracia de la que hoy existe”.

El héroe conservado­r, Grover Norquist, presidente de Estadounid­enses a Favor de la Reforma Tributaria, formó parte de la conferenci­a de prensa de la NFAP en torno a este informe en ese tiempo. Norquist dijo que cualquier propuesta para eliminar la ciudadanía por derecho natural crearía “enormes problemas desde una perspectiv­a de un mercado libre y un gobierno limitado”, y que los políticos simplement­e estaban “buscando soluciones temporales a la inmigració­n sin tener una idea concreta de las implicacio­nes libertaria­s y financiera­s”.

Escuchen a los partidario­s de un Gobierno pequeño y a todos los demás que no queremos que nuestro ya de por sí gordiano sistema inmigrator­io se torne aún más complejo y difícil de navegar: Echen al bote de la basura de la historia esa idea de eliminar la ciudadanía por derecho natural, de una vez por todas.

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The Washington Post Esther J. Cepeda

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