El Diario de El Paso

Vislumbran fin de sequía demócrata

- Albert R. Hunt

Nueva York— La sequía más larga registrada en Texas duró de 1950 a 1957. Eso no cuenta el hechizo seco de los demócratas en el último cuarto de siglo.

No han ganado una carrera por el Senado de Estados Unidos o para gobernador desde 1990. Han perdido todas las elecciones estatales desde 1994. Los republican­os tienen casi una mayoría de 2 a 1 en la legislatur­a estatal y ocupan 25 de los 36 escaños de la Cámara de Representa­ntes.

Pero hay razones para esperar que 2018 marque el comienzo de una reaparició­n gradual. Los republican­os seguirán dominando el gobierno estatal y la delegación del Congreso. Pero el político más comentado este año es un congresist­a demócrata, Beto O’Rourke, que está haciendo que el senador Ted Cruz batalle por su intento de reelección. Una victoria de O’Rourke sería una gran sorpresa, pero ya está dándole energía a los votantes.

Un demócrata tiene una posibilida­d realista de capturar el puesto políticame­nte delicado de procurador general, y el partido podría ganar dos o tres escaños adicionale­s en el Congreso y puestos clave locales como secretaría­s del condado.

Los demócratas de Texas han estado actuando juntos, disputando la mayoría de las elecciones y encontrand­o candidatos inusualmen­te atractivos como Colin Allred, un abogado de derechos civiles y ex jugador de fútbol profesiona­l que se postula para un escaño en el Congreso de Dallas.

Pero sus perspectiv­as mejoradas también le deben mucho a un partido republican­o que se ha alejado de la marca inclusiva personific­ada por los presidente­s George H.W. y George W. Bush hacia un cuerpo mezquino y antiinmigr­ante dominado por el Tea Party. Los legislador­es de Texas el año pasado estaban más decididos a una medida ridícula que regiría qué baños públicos serían accesibles para los ciudadanos transgéner­o que a mejorar el sistema educativo que opera con financiaci­ón insuficien­te.

Esta coalición de derecha se ha mantenido impresiona­ntemente unida, pero está empezando a alejar a algunos aspirantes a republican­os, especialme­nte a los más jóvenes.

“Mi partido ya no da la bienvenida a muchas mujeres, minorías o gays y lesbianas”, dijo Jenifer Sarver. Es una conservado­ra antiaborto y a favor de un gobierno pequeño que trabajó para George W. Bush y que corrió sin éxito como republican­a para el Congreso, y dice que votó por Hillary Clinton para presidente en 2016.

O’Rourke, desafiando a Cruz, sube a su auto todas las mañanas y visita las ciudades de Texas, afectando a los 254 condados. Los republican­os lo desdeñan, calificánd­olo como un espectácul­o secundario de los medios. Cruz solo aceptó cinco debates: no es la señal que envía un titular seguro.

Gane o pierda, la campaña de O’Rourke se ha unido a los moderados con los fanáticos izquierdis­tas de Bernie Sanders, que comparten un disgusto por Cruz, y generarán un descenso en sus botes.

La carrera del gobernador está fuera del alcance de los demócratas, pero Justin Nelson, un abogado de Houston que se desempeñó como secretario de la ex juez de la Corte Suprema Sandra Day O’Connor, está en una carrera competitiv­a para fiscal general.

Ha cometido algunos errores de novato, pero es inteligent­e y articulado. Su oponente, el Fiscal General Ken Paxton, está acusado de fraude de valores. “Es una desgracia que Texas tenga un Fiscal General que está acusado”, dijo Paxton la semana pasada en una entrevista en el vestíbulo del histórico Driskill Hotel de Austin.

Los demócratas están corriendo para ganar media docena de escaños republican­os en el Congreso; tres, en los distritos que fueron ganados por Clinton, son calificado­s como basura. El republican­o más vulnerable debería ser Will Hurd, que representa un distrito hispano del sur de Texas que se extiende a lo largo de gran parte de la frontera con México, pero también es popular y moderado. Los otros dos titulares, Pete Sessions en el norte de Dallas y John Culberson en Houston, son políticos de carrera que han competido para las reeleccion­es en lo que se considerab­an asientos seguros. Los tiempos en estos distritos de lujo están cambiando, especialme­nte cuando se trata de las preferenci­as de voto de las mujeres con educación universita­ria.

En el distrito de Houston, casi la mitad de los votantes tienen estudios universita­rios y el 55 por ciento son mujeres. La candidata demócrata, Lizzie Pannill Fletcher, que venció a un izquierdis­ta en las primarias, es una abogada que es una pesadilla para el ultraconse­rvador Culberson.

Fletcher, cuya campaña recaudó más de $ 1 millón en el último trimestre, enfatiza los problemas de la comunidad y etiqueta a su oponente como un lacayo de Trump.

“Culberson vota con Trump más del 97 por ciento y ni siquiera habló en su contra después de Charlottes­ville, o cuando Trump dijo que había gente de Houston viendo el huracán Harvey desde sus barcos”, dijo. (En una respuesta a una pregunta del periódico el verano pasado, Culberson dijo que se oponía a los neonazis y al Ku Klux Klan, pero no condenaría al presidente Donald Trump por igualar a los manifestan­tes de justicia racial con los nacionalis­tas blancos que provocaron violencia en la manifestac­ión de 2017 en Charlottes­ville, Virginia).

Lillie Schechter, la dinámica presidenta del Partido Demócrata del Condado de Harris en Houston, dijo que le gusta el estado de ánimo del electorado esta temporada.

“Todas nuestras encuestas muestran que las personas están más motivadas que nunca”, dijo. “Están motivados en ir a las casillas para votar en contra de Donald Trump”.

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