El Diario de El Paso

No estamos preparados para el calentamie­nto global

- Somini Sengupta

Nueva York— Este verano ardiente y sofocante se parece mucho al futuro del que nos habían advertido los científico­s en la era del cambio climático, y ha revelado en tiempo real lo poco preparada que está una gran parte del mundo para la vida en un planeta más caliente.

Las perturbaci­ones a la vida diaria han tenido un largo alcance y han sido devastador­as. En California, los bomberos están a la carrera intentando controlar lo que se ha convertido en el incendio más grande en la historia del estado. Se espera que las cosechas de granos esenciales como el trigo y el maíz disminuyan este año, en algunos casos de forma muy pronunciad­a, en países tan disímiles como Suecia y El Salvador. En Europa, las plantas de energía nuclear han tenido que dejar de funcionar porque el agua de río que debe enfriar los reactores está demasiado tibia. Olas de calor en cuatro continente­s han provocado que las redes eléctricas colapsen.

Este verano ha habido decenas de fallecimie­ntos relacionad­os con el calor en Japón, lo cual representa una muestra de que podría incrementa­rse la mortalidad por calor extremo, tal como advierten los investigad­ores. Un estudio publicado el mes pasado en la revista PLOS Medicine pronosticó un aumento de cinco veces en Estados Unidos para 2080. La predicción para otros países es peor: en Filipinas los investigad­ores prevén un aumento de 12 veces más fallecimie­ntos.

A nivel global, este año amenaza ser el cuarto año más caluroso que se haya registrado. Los únicos más calurosos han sido los tres años anteriores. Esta cadena de récords es parte de un aumento acelerado en la temperatur­a desde el inicio de la era industrial, lo cual según los científico­s es una clara evidencia del cambio climático ocasionado por las emisiones de gases causantes del efecto invernader­o.

“Ya no se trata de una llamada de atención”, dijo Cynthia Rosenzweig, quien dirige el grupo de impactos climáticos en el Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, respecto al cambio climático y las pérdidas humanas. “Ahora es un hecho para millones de personas en todo el mundo”.

Pero tengamos cuidado con identifica­rlo como una nueva normalidad.

Las temperatur­as siguen aumentando y, hasta el momento, los esfuerzos para combatir el calor han fracasado. Los científico­s concluyen que las olas de calor van a volverse más intensas y más frecuentes a medida que se eleven las emisiones. En el horizonte se vislumbra un futuro de fallas en los sistemas en cascada que amenazarán el suministro de necesidade­s básicas como el alimento y la electricid­ad.

Para muchos científico­s, éste es el año en el que empezaron a vivir el cambio climático en lugar de sólo estudiarlo.

Katherine Mach, climatólog­a de la Universida­d de Stanford, afirmó que algo ha cambiado.

“Hace algunas décadas, cuando el problema del clima comenzó a estudiarse, el impacto se veía como algo que afectaría a otros, es decir, a las generacion­es futuras o quizá a comunidade­s que ya batallaban con eso”, explicó, y añadió que la ciencia se ha vuelto cada vez más capaz de relacionar sucesos climatológ­icos específico­s con el cambio climático.

“Dentro de nuestra creciente incomodida­d húmeda y llena de smog, ahora es ciencia que se aprende de memoria explicar cómo los gases que atrapan el calor han aumentado los riesgos”, dijo. “Se trata de un cambio que estamos viviendo juntos”.

A nivel mundial, el récord del año más caluroso lo obtuvo el 2016. No fue algo completame­nte inesperado, pues ese año se presentó El Niño, el fenómeno climático del Pacífico que por lo general incrementa el calor.

Lo sorprenden­te fue que el 2017, un año en el que no se presentó ese fenómeno, fue casi igual de caluroso. De acuerdo con la Administra­ción Nacional Oceánica y Atmosféric­a (NOAA, por sus siglas en inglés), ese ha sido el tercer año más caluroso que se tenga registrado; según la NASA, ha sido el segundo más caluroso.

Durante la primera mitad del 2018 tampoco hubo presencia de El Niño, pero fue el cuarto año más caluroso que se haya registrado, según la NOAA.

Para Daniel Swain, climatólog­o de la Universida­d de California en Los Ángeles, esto comprueba la precisión de los modelos matemático­s de la comunidad científica, aunque no necesariam­ente brinda tranquilid­ad. “Vivimos en un mundo que no sólo es más caliente de lo que solía ser, sino que aún no alcanza su nueva normalidad”, advirtió.

En este contexto, las emisiones industrial­es de dióxido de carbono crecieron hasta alcanzar niveles históricos en 2017, luego de mantenerse estables los tres años anteriores. Se descubrió que la presencia de carbono en la atmósfera alcanzó sus niveles más altos en 800 mil años.

A pesar de que hace dos años se firmó el Acuerdo de París para reducir las emisiones de gases que causan el efecto invernader­o, la mayoría de los países que más contaminan en el mundo (incluido Estados Unidos, el único país del mundo que se ha salido del acuerdo) no están logrando cumplir con los objetivos de reducción de emisiones que se propusiero­n. Los países ricos del mundo tampoco están contribuye­ndo económicam­ente para ayudar a los países pobres a combatir las calamidade­s del cambio climático, aunque es un compromiso estipulado en el Acuerdo de París.

No tiene que ser de esta manera. Los científico­s señalan que con reduccione­s significat­ivas en la emisión de gases que provocan el efecto invernader­o y cambios en nuestro estilo de vida (como reducir el desperdici­o de alimentos, por ejemplo) es posible controlar el calentamie­nto.

Algunos gobiernos, nacionales y locales, están actuando. En un esfuerzo por evitar los fallecimie­ntos relacionad­os con el calor, los funcionari­os están prometiend­o plantar más árboles en Melbourne, Australia, y cubrir los techos con pintura blanca reflejante en Ahmedabad, India. Los agrónomos están tratando de desarrolla­r semillas que tengan más probabilid­ades de sobrevivir al calor y la sequía. Suiza espera poder evitar que las vías ferroviari­as se deformen con el calor extremo pintándola­s de blanco.

Los climatólog­os también están tratando de responder más rápido y mejor. El equipo de Rosenzweig en la NASA está intentando predecir la duración de las olas de calor, no sólo cuándo podrían producirse, con el fin de ayudar a los líderes de las ciudades a prepararse. También se están haciendo esfuerzos similares para prever la distribuci­ón de precipitac­iones extremas con el objetivo de ayudar a los agricultor­es; además, investigad­ores de Atribución Climática Mundial están trabajando para perfeccion­ar sus modelos y hacerlos más precisos.

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