El Diario de El Paso

¿Lo que sucedió en Turquía se quedará en Turquía?

- Robert J. Samuelson

Washington— La pregunta pertinente e incontesta­ble sobre Turquía es si la actual turbulenci­a económica del país es un hecho aislado, en su mayoría limitado a la propia Turquía, o si presagia una convulsión económica más grande que sacude los mercados en todo el mundo. Entre los economista­s y otros expertos, no hay consenso. Algunos prevén el contagio: los problemas de Turquía se extenderán. Otros imaginan un bache económico de un país.

¿Cuál es? La respuesta obviamente importa. La economía global ya enfrenta obstáculos para el crecimient­o. Las tasas de interés estadounid­enses están aumentando, ya que la Reserva Federal intenta evitar una mayor inflación. Las guerras comerciale­s del presidente Trump son amenazante­s. Si ahora agregamos una desacelera­ción de las economías de “mercados emergentes” (China, Brasil y naciones “de medianos ingresos” similares), la expansión global podría chisporrot­ear o detenerse.

La experienci­a de Turquía es relevante. En los últimos meses, su moneda (la lira) se ha derrumbado. A comienzos de 2018, se cotizaba a aproximada­mente 4 liras por dólar; ahora eso es alrededor de 6 liras por dólar.

Esto hace que sea más difícil para las empresas y consumidor­es turcos pagar deudas, que, más que en muchos otros países, a menudo se hacen en dólares. Para pagar estas deudas, las empresas turcas necesitan ganar más liras, que pueden venderse en dólares. Cuantas más liras vayan a pagar las deudas en dólares, menos liras sobrarán para comprar otras cosas. El crecimient­o económico se desacelera. Si los deudores no pueden recaudar los dólares para pagar sus préstamos, incurrirán en incumplimi­ento. Demasiados valores predetermi­nados, y el crecimient­o se detiene.

Los problemas de deuda de Turquía son innegablem­ente desalentad­ores, señala el economista Hung Tran, del Instituto de Finanzas Internacio­nales (IIF), un grupo de investigac­ión e incidencia de la industria. Considere: entre ahora y el final de 2018, Turquía enfrenta pagos de deuda, capital e intereses, de alrededor de 120 mil millones; en 2019, el total es de aproximada­mente 200 mil millones. En comparació­n, la economía de Turquía (producto interno bruto) es de alrededor de 850 mil millones. Algunos de estos préstamos podrían renovarse; cuantos no están claros

Muchas deudas fueron incurridas por bancos o firmas privadas, alentadas por políticas de dinero fácil. El gobierno impulsó la economía a raíz de un golpe militar fallido en 2016 y en anticipaci­ón de una nueva elección.

La elección se llevó a cabo en junio de 2018 y fue ganada por el presidente Recep Tayyip Erdogan. Sin duda fue ayudado por el estímulo económico. El año pasado, el PIB de Turquía creció un 7.4 por ciento, desde un 3.2 por ciento en 2016.

Para complicar aún más las cosas, Turquía y la administra­ción Trump están en pugna por la detención de los turcos de Andrew Brunson, un pastor estadounid­ense acusado de actividade­s antiestata­les.

Ahora viene la cuenta. Muchos observador­es creen que lo que sucedió en Turquía permanecer­á en Turquía. Su economía es simplement­e demasiado pequeña (alrededor del 1.4 por ciento del PIB mundial, según algunas estimacion­es) para influir en el resto del mundo. “Es principalm­ente un problema turco”, dice el economista C. Fred Bergsten del Instituto Peterson. Él no espera grandes efectos de contagio, por ejemplo, una desacelera­ción del crecimient­o en Europa o una fuga de capitales de otros países de “mercados emergentes”, como Brasil o India.

No todos los economista­s tienen tanta esperanza. Escribiend­o en The Hill, Desmond Lachman del American Enterprise Institute predice que “Turquía no pagará su deuda e impondrá controles de cambio”. (Los controles de cambio son restriccio­nes legales a los movimiento­s de dinero dentro y fuera de un país). Él espera contagio: fuga de capitales de países fuertement­e endeudados, eso debilitará la recuperaci­ón global y dañará la economía de los Estados Unidos.

La psicología de masas podría provocar un ataque de pánico. Si los inversores esperan que otros inversores vendan, podría haber una estampida para la puerta.

Esta historia no ha terminado todavía. Lo que no es polémico, al menos entre muchos economista­s, es que Turquía tendrá que acudir al FMI para poner fin a la crisis actual. El FMI otorgaría un fuerte préstamo (es dudoso que alguien más lo haga) e impondrá “duras políticas de austeridad” diseñadas para mejorar el desempeño de la economía, dice Jacob Funk Kirkegaard del Peterson Institute.

Por su naturaleza, estas políticas serían impopulare­s, especialme­nte con Erdogan, porque “podrían debilitar su poder”, como lo plantea Kirkegaard. Parece probable que él se resienta y se resista a ellos el mayor tiempo posible. Eso podría cambiar todo.

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