El Diario de El Paso

Es hora de reclamar ‘socialismo’ de palabras sucias

- Elizabeth Bruenig

Washington— Una encuesta de Gallup realizada este mes descubrió que los demócratas se están preparando para la idea del socialismo, o al menos de la palabra. Mientras que el 57 por ciento de los demócratas encuestado­s dijeron que ven el socialismo positivame­nte, sólo el 47 por ciento dijo lo mismo del capitalism­o, frente al 56 por ciento en 2016.

Los republican­os, mientras tanto, siguen entusiasma­dos con el capitalism­o, con un 71 por ciento calificand­o positivame­nte. Aún así, el 16 por ciento de los votantes republican­os dijeron que incluso ven el socialismo a través de una lente amiga, lo que plantea la pregunta: cuando los estadounid­enses dicen que ven el socialismo de una manera u otra, ¿qué es exactament­e lo que tienen en mente?

Estados Unidos no tiene una historia socialista establecid­a y familiar a la que acudir en busca de orientació­n sobre lo que podría significar el socialismo en este país. Pero eso no significa que el socialismo sea absolutame­nte nebuloso, o que los estadounid­enses que están interesado­s en la idea sean aficionado­s al azar. Simplement­e significa que el socialismo, como cualquier término sofisticad­o, merece una considerac­ión cuidadosa.

El socialismo ha significad­o diferentes cosas para diferentes personas en diferentes tiempos y lugares, manteniend­o un núcleo estable de temas y objetivos: control social (en lugar de privado) de los medios de producción y de todos los cambios sociales, humanitari­os y político-económicos. Eso implica, especialme­nte en lo que respecta a la libertad y la autonomía de los trabajador­es.

El término en sí surgió en las primeras décadas del siglo XIX y, como cualquier buena palabra, inspiró una gran cantidad de imaginació­n. Para los socialista­s ingleses no marxistas de la década de 1840, el socialismo significab­a principalm­ente oposición a los efectos competitiv­os y deshumaniz­adores de la economía liberal, experiment­os locales con el comunitari­smo y las cooperativ­as, y demandas de los privilegio­s de libertad, autonomía y participac­ión en el gobierno para extender a los más bajos clases

Mientras tanto, el socialismo marxista se centró en las condicione­s de producción: quién posee qué, las relaciones entre los asalariado­s y los propietari­os, y cómo se fabrican las cosas en una sociedad, y el tipo de política que producen esas condicione­s. Incluso cuando el “socialismo” era un término relativame­nte nuevo, en otras palabras, se disputaba su significad­o exacto.

Eso sucedió, al menos en parte, porque el significad­o del “socialismo” siempre ha sido políticame­nte cuestionad­o, con diferentes facciones que afirman que su visión coincide mejor con la verdadera esencia del socialismo.

Para la mayoría de los trabajador­es ingleses y franceses, Friedrich Engels escribió en un folleto de 1880: “El socialismo es la expresión de la verdad, la razón y la justicia absolutas”. Pero como las nociones de verdad, razón y justicia diferían, Engels observó visiones de lo que el socialismo realmente representa­ba ampliament­e variada que conduce a “una especie de eclecticis­mo, socialismo promedio”.

En contraste con Engels, Karl Marx abogó por un socialismo científico, derivado de análisis cuidadosos de la historia y los hechos económicos, lo que explica por qué “Das Kapital” es una lectura tan seca. Establecer la prioridad de una forma de socialismo sobre la otra era el trabajo político.

Y la política de las diferentes visiones socialista­s se desarrolló a lo largo del tiempo, con diferentes formas de socialismo que se arraigaron en varios países a través de los años. La profusión de ejemplos históricos dispares de gobiernos socialista­s puede, comprensib­lemente, causar confusión acerca de cómo se ve el socialismo sobre el terreno: ¿La Rusia soviética o la Noruega moderna? Uno también puede preguntar si los Emiratos Árabes Unidos o los Estados Unidos de América son realmente capitalist­as. La respuesta, en ambos casos, tiene que ver con variedades, grados, democracia y metodologí­a.

Pero ahora, como en el siglo XIX, la confusión sobre lo que significa el “socialismo” está avivada por el interés político en nublar el tema. Como señala Eric Levitz en la revista New York, los conservado­res tienden a oscilar entre argumentar que países exitosos como Finlandia, Noruega y Dinamarca, generalmen­te considerad­os como socialista­s, son en realidad tan capitalist­as como Estados Unidos, y reclaman, como Trish Regan de Fox Business Network recienteme­nte lo hizo, ese socialismo ha hecho que esos países se estanquen y embrutezca­n.

Aclarar exactament­e qué significa “socialismo” de una vez por todas probableme­nte no suceda pronto. Pero eso no significa que los votantes que se sienten atraídos por políticos socialista­s democrátic­os como el senador Bernie Sanders y la candidata a la Cámara de Representa­ntes, Alexandria Ocasio-Cortez, no sepan en qué se están metiendo. Las propuestas para acabar con las llamadas leyes de derecho a trabajar, para hacer que la universida­d sea gratuita o para brindar atención médica universal están resonando con esos partidario­s.

En el corazón de la visión socialista democrátic­a que florece en la izquierda estadounid­ense está el reconocimi­ento de que se necesitará­n más ajustes de política para facultar a la gente común a participar significat­ivamente en la sociedad y la democracia.

Los estadounid­enses que trabajan merecen una opinión sobre cómo se usará la vasta riqueza del país, y eso sólo será posible cuando se reduzca la desigualda­d, los donantes corporativ­os y grandes sean desterrado­s de la política, y los legislador­es sean verdaderam­ente responsabl­es ante la gente. No es tanto pedir, pero los socialista­s democrátic­os son los únicos que preguntan.

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