El Diario de El Paso

¿La inflación matará la economía?

- Robert J. Samuelson

Washington – La inflación está de regreso. ¿Qué podemos hacer? El consejo para los novatos es que no hay que ignorarla.

El más reciente Índice de Precios al Consumidor, CPI por sus siglas en inglés, – que es el mejor indicador conocido de la inflación que tiene el gobierno – reportó un incremento del 2.9 por ciento desde julio del 2017.

La última vez que el aumento año tras año fue mayor, ocurrió en diciembre del 2011.

Aunque es algo para asustarse, eso sugiere que intensific­ar los precios y salarios presiona a una economía en su capacidad productiva. La administra­ción Trump y sus críticos deberían de observar esto cercanamen­te.

Hay que tomar en cuenta que las rentas aumentaron un 3.6 por ciento respecto al año anterior, los precios en los hospitales se incrementa­ron en un 4.6 por ciento, la gasolina subió el 25 por ciento y los alimentos aumentaron en un 2.8 por ciento.

Aunque algunos incremento­s en los precios fueron pequeños o no existentes, compensand­o algunas ganancias. Los precios de los nuevos vehículos aumentaron en un 0.2 por ciento, la electricid­ad bajó en un 0.8 por ciento y los boletos de avión descendier­on en un 4.1 por ciento.

La razón para ponerle atención a la inflación es que, una vez que se acelera, es difícil detenerla. Eso es lo que sucedió en los años 1960 y 1970. El intento por reducir el desempleo dio lugar a un dinero fácil que provocó una inflación de dos dígitos.

La inflación del CPI fue de aproximada­mente un 1 por ciento en 1960, luego de un 6 por ciento en 1969 y de allí subió a un 13 por ciento en 1979. Ese efecto se detuvo a principios de los años 1980 cuando la Reserva Federal incrementó considerab­lemente las tasas de interés.

Ese episodio enseñó muchas lecciones importante­s, aunque estamos en peligro de olvidarlas debido a que la mayoría de los estadounid­enses actuales no experiment­aron esa alta inflación.

En el 2017, la población de Estados Unidos era de 326 millones de personas, las dos terceras partes no habían nacido o eran demasiado jóvenes para entender esa alta inflación.

A continuaci­ón se proporcion­an cuatro significat­ivas moralejas:

– No compre el argumento que se usó usualmente a finales de los años 1960 y principios de 1970 – de que “un poco de inflación” no será dañino y ayudará a reducir el desempleo. Superficia­lmente, eso parece ser cierto, pero “un poco más de inflación” dará lugar a un “un poco más” y luego a otro “poco más”. Pronto, hubo mucha inflación que creó una psicología inflaciona­ria. Al esperar más inflación, las empresas y trabajador­es trataron de adelantars­e al proceso e incrementa­ron los salarios y los precios.

– La inflación es finalmente dañina para la economia porque trastoca la estabilida­d y el crecimient­o. De 1969 a 1982, hubo cuatro recesiones: la de 1969-70, 1973-75, 1980 y 1981-82, ya que la Reserva Federal vaciló entre luchar contra la inflación y el desempleo. Las dos cosas empeoraron. El índice del desempleo mensual llegó a 10.8 por ciento en 1982. Aún antes de ajustar la inflación, el mercado accionario se estancó desde mediados de los años 1960 hasta principios de los años 1980.

– La gente odió la inflación. Durante la mayor parte de los años 1970, los estadounid­enses considerar­on a la alta inflación como el problema número 1 del país. Una inflación alta y creciente creó una enorme incertidum­bre. Las personas tenían más problemas para planear su futuro. NO sabían si sus ingresos serían suficiente­s para cubrir sus gastos, hubo al parecer una redistribu­ción arbitraria de los ingresos entre los grupos, dependiend­o más de su suerte o de su influencia política que de la lógica económica. En una entrevista posterior a la elección con el periodista Theodor H. White, el presidente Carter señaló a la inflación como un factor crucial de su derrota.

– La productivi­dad importa. Como se entiende actualment­e, el crecimient­o de la alta productivi­dad – o sea la eficiencia – hace que sea más fácil evitar el incremento de los precios. El avance en la eficiencia reduce los costos, los ahorros pueden pasarse a los trabajador­es en salarios más altos, los accionista­s con utilidades más altas o los consumidor­es con precios más bajos. Los precios no necesitan ser aumentados. Desafortun­adamente, el crecimient­o de la productivi­dad en Estados Unidos languideci­ó en los años 1970, lo mismo sucede en la actualidad. Eso hace que sea más difícil contener la inflación.

Desde finales del 2015, la Reserva Federal ha estado incrementa­ndo gradualmen­te las tasas de interés con la esperanza de impedir un incremento de la futura inflación.

Ese enfoque está justificad­o, pero no está claro si las medidas que ha tomado el Banco Central representa­n algo demasiado poco o demasiado tarde, o es demasiado y demasiado pronto.

El récord del pronóstico de la Reserva Federal es en el mejor de los casos irregular. Si lo hacemos mal, podríamos matar a la economía.

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