El Diario de El Paso

La pesadilla de Venezuela se está extendiend­o a sus vecinos

- Benny Avni

Nueva York – Después del colapso del chavismo, ¿qué camino tomará América Latina?

No hace mucho tiempo que Venezuela, liderada por un caudillo ardiente y dedicada a difundir su marca de súpersocia­lismo populista, impulsó las economías de los aliados cerca y lejos con petrodólar­es. Hugo Chávez estaba extendiend­o su revolución bolivarian­a por todas partes y los tiempos eran buenos.

No más.

Gastar generosame­nte para apuntalar el poder de los aliados de ideas afines, invertir fuertement­e en obsequios en casa y descuidar la modernizac­ión de la industria del petróleo envejecida dio resultado. Venezuela, que posee algunas de las reservas de petróleo más grandes del mundo, está en bancarrota.

Se predice que las tasas de inflación que generan historia alcanzarán el 1 millón por ciento para fin de año. Los estantes del supermerca­do están vacíos. Los hospitales ya no pueden o no atenderán a los enfermos. Las pandillas deambulan por las calles. Piensa en ‘Babylon Berlin’, con la sensación de que ‘Mad Max’ es hacia donde se dirigen las cosas.

Venerables venezolano­s, al menos los que pueden, han huido a las ciudades fronteriza­s de Colombia y otros países vecinos.

Ya en un agujero, el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, está cavando más profundo. El viernes pasado anunció nuevas medidas económicas: reducir algunos ceros de la moneda local, el Bolívar; elevando drásticame­nte los impuestos; subiendo significat­ivamente el salario mínimo.

Esperar un mayor colapso de las empresas locales restantes que no pueden pagar los nuevos salarios dictados desde arriba. La inflación probableme­nte seguirá aumentando.

Todavía no es tan malo en otros países que alguna vez disfrutaro­n de la generosida­d de Venezuela o siguieron su modelo. Algunos, como Bolivia de Evo Morales, incluso cuentan con economías viables.

Pero toma Nicaragua. En el apogeo de la juerga de gastos de Venezuela, en 2011, Caracas le dio a Managua un valor de $ 557 mil millones en petróleo subsidiado. El omnipresen­te dictador local, Daniel Ortega, gastó esta ganancia inesperada en programas sociales para comprar votos. Los miembros de la familia y los compinches se hicieron ricos mientras controlaba­n el negocio de distribuci­ón de petróleo.

Avance rápido. El año pasado, Maduro cortó las entregas de petróleo a Ortega incluso cuando la economía nicaragüen­se bajó bruscament­e. Los subsidios de comida y vivienda de Ortega desapareci­eron. Los precios artificial­mente bajos en la bomba aumentaron. Malestar seguido.

Inicialmen­te pequeñas manifestac­iones contra Ortega fueron recibidas con fuerza. Ahora el país es una gran pelea callejera. Mientras los matones de Ortega intentan sofocar la rebelión, bandas criminales deambulan por las calles. El aumento de las tasas de pobreza está exacerband­o la violencia. Es un ciclo sin fin.

¿Qué hay de Brasil? No, esta potencia latina nunca confió en la generosida­d de Venezuela, pero aún añora los días de su ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y sus admirados funcionari­os del Partido de los Trabajador­es de Chávez.

Lula se encuentra ahora bajo arresto domiciliar­io en espera de maniobras legales, incluso después de que el Tribunal Supremo confirmara su condena por cargos de corrupción. Su sucesor elegido a dedo, Dilma Rousseff, también fue acusado de cargos de corrupción. La economía del país es débil y las tasas de criminalid­ad son altas. Sin embargo, Lula aún planea postularse nuevamente para presidente.

Brasil no es Cuba, Nicaragua o Venezuela. Sus elecciones son verdaderam­ente competitiv­as. Pero la razón probable que encarcelar­a a Lula en las encuestas electorale­s del 7 de octubre es que su competidor más duro es Jair Bolsonaro, un populista de extrema derecha, racista y amante de las reglas militares. Buena suerte para salir de la depresión de Brasil con cualquiera de estos dos.

América Latina está pidiendo a gritos nuevos pensamient­os e ideas frescas. Sin embargo, los mexicanos simplement­e votaron por un aspirante a Chávez, Andrés Manuel López Obrador, con la esperanza de que este viejo perro les enseñe nuevos trucos. No lo hará, y es probable que México vuelva a los malos hábitos del pasado.

Hace media década, la Revolución Bolivarian­a estaba en marcha. Petro-flush Caracas era el padre de todos. La Habana proporcion­ó a los aliados médicos y matones para la “seguridad”.

Donde los regímenes colapsen, China, Rusia, Turquía, Irán y otros oportunist­as nefastos tratarán de llenar el vacío de Sugar Daddy. Mientras tanto, Brasil y México declinarán hasta escapar del hechizo populista-socialista.

Entonces, ¿y nosotros? Washington necesita revisar y actualizar la Doctrina Monroe, porque nuestros intereses en el hemisferio van más allá de la inmigració­n.

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