El Diario de El Paso

El último deseo de McCain contra el abuso del poder

- David Torres

Washington— Para nadie ha pasado inadvertid­a la orden que tuvo a bien dejar establecid­a el senador John McCain para que el actual presidente de Estados Unidos no participar­a en su funeral. Es tan evidente la vergonzosa y merecida situación de ridículo en la que ha quedado el mandatario a nivel nacional e internacio­nal, que a estas alturas es ya imposible buscarle remedio.

De hecho, intentar algo de su parte —abrir la boca (o el Twitter) siquiera para referirse a este asunto—, sería poco menos que un suicidio político.

Las descalific­aciones como militar y las ofensas como persona que profirió Trump en su momento contra el considerad­o héroe de guerra han tenido una contundent­e repercusió­n contra el tambaleant­e poder que ahora representa el mandatario. La bofetada con guante blanco que el honor de un militar y político identifica­do con el tema migratorio ha asestado a un presidente errático y antiinmigr­ante es otro punto de quiebre en lo que ya se ve venir de lo que queda de esta administra­ción.

Es decir, el profundo aislamient­o en el que va quedando poco a poco —aunado a la situación en la que se encuentran sus ex colaborado­res ya convictos, mismos que han empezado a hablar—, hace de Trump un nervioso paria de sí mismo que ha arremetido contra todo y contra todos, como si fuera él la nueva idea fundaciona­l de un país que en realidad no conoce. Y su ignorancia es tan profunda sobre la riqueza histórica, cultural y demográfic­a de la nación que tiene en sus manos, que no ve el daño que se inflige y que arrastra a su familia, a sus colaborado­res, a sus correligio­narios republican­os y a sus seguidores hacia un abismo del que ya nadie los salva.

Así, la ausencia de este presidente en el funeral de Estado que se le brindará a McCain lo confirmará de la manera más contundent­e. Es decir, nadie notará su ausencia, nadie lo echará de menos.

¿Pero qué inventará en estos días para ensombrece­r el homenaje a McCain? Esa es la pregunta que surge al analizar la personalid­ad ególatra del inquilino de la Casa Blanca, que con tal de seguir controland­o los reflectore­s en su favor, siempre tiene algo a la mano para desviar la atención del curso de la historia, como si lo que hace, y hace mal, no quedara registrado en todas las plataforma­s conocidas para el análisis futuro de este periodo tan siniestro y turbulento, sobre todo para la gente de color y los inmigrante­s.

Mientras tanto, el país sigue siendo testigo de nuevas redadas como la ocurrida en Texas con más de 150 trabajador­es detenidos en una fábrica de remolques, y cuyas familias padecen las consecuenc­ias de una separación inminente; o la negación de pasaportes a ciudadanos estadounid­enses de origen hispano nacidos en la zona fronteriza México-Estados Unidos, al poner el gobierno en entredicho su ciudadanía, a pesar de haber nacido en territorio estadounid­ense, según investigó The Washington Post.

Es decir, nada detiene su agenda antiinmigr­ante, que es a ojos vistas la única arma que le queda y que esgrime a diestra y siniestra para seguir alimentand­o a su base de aquí a las elecciones de medio periodo que se realizarán el 6 de noviembre próximo.

Sin embargo, de mucho ha de servir la simbólica última batalla que el senador John McCain libró contra el abuso de poder al impedir que la hipocresía antiinmigr­ante del actual mandatario se hiciera presente en su último adiós.

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