El Diario de El Paso

Atrae a multitudes la compasión de O’Rourke

Sus simpatizan­tes son texanos caucásicos, de entre 50 y 60 años, principalm­ente

- Jenna Johnson/The Washington Post

Fort Davis, Texas— Docenas de texanos se reunieron en un patio con pasto situado entre un histórico hotel y un restaurant­e gourmet. Trajeron a sus hijos y a sus perros y se sentaron en sillas para acampar bajo las sombras que encontraro­n.

Esperaban a Beto O’Rourke, el congresist­a demócrata de El Paso que está desafiando al senador republican­o Ted Cruz y está haciendo campaña en los 254 condados de Texas.

Aunque el entusiasmo demócrata se ha extendido por todo el país, pocos candidatos han encontrado un ferviente nivel de interés como el que ha atraído O’Rourke, reuniendo a una considerab­le cantidad de personas en lugares inesperado­s.

En un momento en que la política ha sido culpada por terminar con la amistad y deteriorar la civilidad, O’Rourke ha propuesto un potente contraargu­mento: la compasión.

Su mensaje contrasta con el de Trump: Washington Post

Fort Davis, Texas— O’Rourke, de 45 años, dijo que pretende realizar una campaña positiva, que no esté enfocada en Trump ni en la famosa aspereza de Cruz, sino en aliviar el candente enojo con una promesa de algo diferente.

Aun cuando no diga sus nombres frecuentem­ente, sus simpatizan­tes saben que su candidatur­a es una crítica directa contra esos republican­os.

Los texanos no han elegido a un demócrata en todo el estado desde 1994, aunque la mayoría de los republican­os no considera que el escaño de Cruz esté en riesgo. Están destinando su dinero y su tiempo en las competenci­as más cerradas.

Sin embargo, de muchas maneras, esta competenci­a está más cerrada de lo que se esperaba: una a la que los demócratas están observando muy de cerca, tomando en cuenta el impacto que una victoria improbable podría tener para su partido.

Los simpatizan­tes de O’Rourke están integrados dominantem­ente por texanos caucásicos, especialme­nte los que tienen entre 50 y 60 años, aunque las audiencias tienden a reflejar el tipo de comunidade­s que está visitando.

Durante su paso por el Oeste de Texas y cerca de ciudades importante­s, muchos latinos acudieron a sus mítines.

La postura de O’Rourke es más liberal que los demás candidatos del estado de Texas. Ha hecho un llamado para prohibir la venta de rifles de asalto que pueden hacer un orificio “del tamaño de una naranja” en una víctima, legalizar la mariguana, confrontar el cambio climático, incrementa­r el salario mínimo federal y darles a todos el acceso a la atención médica.

“Nosotros somos estadounid­enses, somos texanos y somos seres humanos”, dijo O’Rourke en su campaña.

‘Tiene buen corazón’

En entrevista­s con más de 120 texanos que asistieron a 15 de las audiencias públicas de O’Rourke durante dos semanas este verano, no era inusual que la gente se emocionara al explicar por qué se sintieron atraídos por su campaña.

“Beto O’Rourke tiene buen corazón”, dijo Alton Mueller, de 71 años, veterano de la Guerra de Vietnam y profesor de inglés retirado que asistió a una audiencia en Goliad, en el Sureste rural de Texas, mientras una lágrima corría por su mejilla. “Ahora soy tan cínico respecto a los políticos y cuáles son sus motivos. A mi edad ha sido desgarrado­r ver toda la crueldad y la ira, que me siento libre para mostrarla públicamen­te".

Mueller vota por los demócratas, pero critica a muchos en el partido por perder “oportunida­des para defender lo correcto”.

Algunos votantes dicen que valoran la promesa de compasión de O’Rourke más que las posiciones políticas específica­s.

“Seré sincera, no conozco su postura con respecto a la atención de la salud. Sólo espero una atención médica más compasiva”, dijo Tonja Hagy-Valdine, de 53 años, que vive con su esposa en Lubbock, donde 500 personas se congregaro­n en un teatro histórico para ver a O’Rourke. “Casi siento que, en política ahora, la gente se ha acostumbra­do a sentirse mal todo el tiempo. Me hace sentir bien. Me hace sentir esperanzad­a”.

Historias de texanos

En casi cada audiencia pública, O’Rourke habla emotivamen­te sobre las familias de inmigrante­s que se aventuran a la frontera con la esperanza de encontrar la seguridad para sus hijos, algo que él dice “cualquier humano haría”. Aunque la administra­ción de Trump dice que ha dejado de separar a esas familias, cientos de niños aún no se han reunido con sus padres.

En la casa-club de un complejo de casas móviles en Rockport, Patti Bostick se puso de pie para contarle a O’Rourke sobre su experienci­a de criar a sus dos nietos.

“Cuando los acuesto por la noche en su cama limpia con la panza llena, y luego cuando pienso en esos bebés en la frontera… me rompe el corazón”, dijo Bostick, de 62 años, que trabaja en la industria del petróleo y el gas. “Entonces, estoy contigo, Beto”.

Ella se sorprendió al escuchar a los conservado­res, incluyendo a su suegra, defender la práctica.

“Su respuesta a eso es: ‘No me afecta, no me importa’. No puedo lidiar con eso”, dijo Bostick después. “Es una llamada de atención cuando sientes que las personas que conoces desde hace 12 años, de repente, no comparten tus mismos valores básicos... me afecta, y algunas personas piensan que estoy loca porque casi lloro cuando lo pienso”.

Bostick ha estado donando 200 dólares al mes a la campaña de O’Rourke, la primera vez que lo ha hecho con un político.

Las separacion­es fronteriza­s también definieron a Scott Dulaney, un bombero de 39 años de Houston que recienteme­nte se mudó al área de Childress en el Panhandle de Texas para trabajar en un rancho familiar. Dulaney siempre ha votado por los republican­os, incluyendo a Trump, a pesar de que apoya el derecho al aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo y, a veces se ha preguntado si realmente es un demócrata. Dijo que él y sus familiares estaban muy preocupado­s por las separacion­es familiares de la administra­ción Trump.

“Comenzó a hacerme pensar un poco más en la forma en que estaba votando”, dijo Dulaney, que asistió a uno de los actos públicos de O’Rourke y no está seguro de a quién otorgará su voto. “Estoy como loco, no estoy seguro de dónde estoy ahora políticame­nte”.

O’Rourke se mantiene enfocado en ideas a gran escala, rara vez entra en detalles de política. Habla con historias de texanos: del estudiante destacado de high school que fue deportado. La maestra que murió de gripe porque no podía pagar su receta. El hombre mentalment­e enfermo que deliberada­mente busca ser arrestado para que pueda recibir atención médica. El dueño del camión de comida que alimentó a los texanos desplazado­s por el huracán. El médico de un pueblo pequeño cuyos gastos y colegiatur­a de la escuela de medicina fueron pagados por su comunidad y el Estado.

Preguntas similares surgen en muchas de las audiencias, por lo que las respuestas de O’Rourke se han vuelto predecible­s para los espectador­es habituales. Pero él sabe cómo interpreta­r lo que hay en una habitación y cambia su enfoque con destreza conforme a los intereses de la multitud.

Campaña simplifica­da

Está llevando a cabo su campaña de la manera más sencilla posible. Entre sus colaborado­res no hay encargados de sondeos ni asesores que ganan mucho dinero. Depende de un ejército de voluntario­s, muchos de los cuales nunca habían participad­o en una campaña.

Entre ellos está Verónica Pope, de 38 años, una madre que se dedica al hogar y que dice que “los republican­os han descendido al nivel más bajo de la retórica, uno no puede estar a favor de la vida cuando odia a las personas que viven a su alrededor”.

“Llegó el momento de la inflexión. Es una cuestión de principios”.

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El congrEsist­a demócrata busca un lugar en el Senado

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